¡Jehová mismo ha llegado a ser rey! Esté gozosa la tierra. Regocíjense las muchas islas.(Salmo 97:1)
miércoles, 27 de mayo de 2015
miércoles, 20 de mayo de 2015
Se enciende la iglesia eléctrica
El predicador no viste de negro. Más bien,
resplandece en un traje blanco de tres piezas hecho de poliéster. No preside
sobre un altar, sino que anda de acá para allá sobre un escenario de muchos
niveles en su “catedral” hecha para la televisión, bañado por la luz de muchas
lámparas. La plataforma misma parece ser la estrella del espectáculo, pues ha
sido pulida hasta quedar como un espejo, y tiene luces que centellean sobre
cada detalle y numerosos telones que constantemente cambian el escenario.
Es tiempo para la oración, pero no se trata
de una oración común. El predicador se sitúa ante una mesa llena de cartas
procedentes de su “familia de la oración-llave” y dobla la rodilla ante la
mesa, mientras se agarra las manos reverentemente. Su coro reluciente toma su
lugar, en semicírculo detrás del predicador. A medida que el predicador ora, el
coro acompaña la oración de éste con un canturreo; cada cantante “acaricia” el
micrófono con su voz, al estilo de los cantantes de un club nocturno.
Al terminar la oración, la imagen se
desvanece gradualmente y surge un anuncio en cinta de video que patrocina a la
“familia de la oración-llave” del predicador. Este anuncio está hecho de manera
muy profesional. Se ve a una anciana, que obviamente es muy devota y se siente
sola, escribiendo una carta al predicador. Mientras se ve esta escena se oye la
voz de ella, como si se pudiera oír lo que ella piensa, relatando cómo su
soledad y la mayoría de sus otros problemas han desaparecido desde que se unió
a la “familia de la oración-llave.”
Ahora la escena regresa al predicador,
precisamente a tiempo para que oigamos su sermón. No se le ve agitando una
Biblia. El predicador está hablando como lo haría si estuviera en su propia
sala. Vez tras vez recalca el mismo punto. Si usted desea que sus oraciones
sean contestadas, tiene que unirse a su “familia de la oración-llave.” ¿Por qué
la mención de una llave? “La oración es la llave,” dice con intensidad el
predicador, “que abre el banco celestial.”
Este es un ejemplo del fenómeno cautivante de
la religión estadounidense... la Iglesia Eléctrica. Su recién adquirida
refinación de métodos y su popularidad están causando conmociones religiosas y
políticas a través de los Estados Unidos. Las estrellas más relumbrantes de
esta iglesia están obteniendo más dinero que la mayoría de las grandes
confesiones estadounidenses. ¿Quiénes son? ¿De dónde vinieron? ¿A quiénes
representan?
La Iglesia Eléctrica está compuesta de
predicadores que hablan por televisión y que compran su propio espacio o tiempo
en el aire y lo utilizan para obtener contribuciones con las cuales compran más
tiempo, y así sucesivamente. Por supuesto, la mayoría de las estaciones de
televisión vacilan en cuanto a vender tiempo en el aire a un predicador que
solo va a importunar a los televidentes, y por eso los predicadores tienen
maneras rebuscadas de evitar el dar la impresión de que están solicitando
fondos por el aire.
¿Cuáles son algunas de las maneras en que
piden? Animan a los televidentes a escribir pidiendo un broche gratis o una
“llave de la oración,” y de esa manera el nombre del televidente se agrega a la
lista de correos de un ordenador o computadora y entonces comienza el solicitar
agresivo. O quizás ofrezcan un “servicio de consejo” televisado, y luego
escriban a las personas que piden ayuda. El sistema de correo por computadora
ha hecho de la Iglesia Eléctrica un negocio muy lucrativo. ¿Cuán lucrativo? He
aquí unas cifras típicas:
Oral Roberts, anterior sanador por
fe pentecostés, que ahora se ha moderado como metodista, recibe 60.000.000 de
dólares al año.
Jerry Falwell, de Lynchburg,
Virginia, bautista con un fuerte mensaje político, recibe más de 50.000.000 de
dólares al año.
Pat Robertson, quien comenzó el
primer programa popular de entrevistas a invitados religiosos y que ahora tiene
su propia cadena televisora que transmite desde su nueva oficina central de
20.000.000 de dólares. Su Cadena Cristiana de Emisoras recibió 70.000.000 de
dólares el año pasado.
Jim Bakker, que anteriormente era socio de
Robertson, ha comenzado su propio espectáculo de invitados y su cadena
televisora le produce 53.000.000 de dólares al año.
Rex Humbard, con su “Catedral del
Mañana” y su escenario espectacular, recibe unos 25.000.000 de dólares.
Y la lista sigue y sigue. En resumen, las
estrellas máximas de la Iglesia Eléctrica pueden gastar centenares de millones
de dólares en comprar tiempo en el aire todos los años. ¿De dónde obtienen el
dinero?
La mayoría de la gente que enciende la
televisión para ver la Iglesia Eléctrica no es rica. Benjamin L. Armstrong,
quien creó el término “Iglesia Eléctrica,” explica: “Como parte del concepto de
la Iglesia Eléctrica, se condiciona al televidente para que contribuya.” La
mayor parte de esos millones de dólares llega a las manos de los predicadores
eléctricos en cantidades de 25 ó 50 dólares a la vez. Por ejemplo, Jerry
Falwell pudiera recibir 10.000 cartas en un día típico, y más de la mitad de
ellas contienen contribuciones.
Un prisionero de Pontiac, Michigan, quedó
sorprendido cuando recibió una petición escrita por computadora en la que le
pedían 35 dólares. ¿Por qué? Dice él: “La nota hecha por la computadora
explicaba que un amigo mío, que prefería permanecer anónimo, había
. . . pedido que se hiciera por el aire una oración especial a favor
mío . . . La oración se había hecho, pero mi amigo no había dado
respuesta a la ‘tarjeta de donación’ que se le había enviado posteriormente.
¿Sería yo tan amable como para enviarles un cheque?”
A veces se pide dinero de manera más sutil.
Un observador dijo: “El otro día vi un espectáculo de televisión que resumió
mis temores acerca de las transmisiones religiosas pagadas. Durante el
programa, el predicador hizo que en la pantalla de televisión aparecieran dos
números telefónicos. Los televidentes podían llamar gratuitamente a un número
para dar contribuciones, pero había que pagar por la llamada al otro número,
que era para las personas que querían consejo.”
¿Por qué se solicita dinero constantemente?
Una razón para esto es que la Iglesia
Eléctrica debe su existencia a mucha tecnología muy costosa. La mayoría de las
personas que transmiten programas religiosos jamás podrían competir con la
programación regular de otras cadenas de televisión que transmiten para el
grueso de la población estadounidense. Francamente, cuando se transmite un
programa religioso la mayoría de las personas apagan el televisor. El problema
que afronta la Iglesia Eléctrica es: ¿Cómo pueden llegar a la dedicada minoría
de televidentes que desean ver programas religiosos?
¿La respuesta? “Revoluciones en la tecnología
del satélite, adelantos en el modo de emplear computadoras y el advenimiento
del servicio de ‘cablevisión’ y nuevos arreglos de transmisión están
convirtiendo a los Estados Unidos en una aldea global y están haciendo
económico el limitado transmitir a un grupo relativamente pequeño de
partidarios,” declara la revista Forbes. “¿Qué importa que no todo el
mundo quiera ver un programa religioso? . . . La televisión, al igual
que las revistas, ahora puede complacer a auditorios especializados.”
El resultado es un arreglo económico
diferente para la Iglesia Eléctrica. Los televidentes no apoyan estos programas
indirectamente por medio de comprar algún jabón en escamas que se haya
anunciado en el programa. Más bien, tienen que apoyar los programas directamente
con sus contribuciones. La tarea de solicitar fondos y asegurarse de que estas
contribuciones sigan llegando se ha convertido en una operación masiva por
computadoras para la mayoría de las estrellas de la Iglesia Eléctrica. El
ordenador es tan vital para la Iglesia Eléctrica como lo es la pantalla de
televisión.
La constante necesidad de obtener dinero
atrapa a los predicadores eléctricos en un ciclo de desarrollo rápido o
quiebra. Se comienzan grandes proyectos de construcción como “catedrales” o
universidades u hospitales y luego se hacen súplicas desesperadas a los fieles
para que contribuyan más dinero para “terminar la obra de Dios.” Como dijo un
banquero de la localidad acerca de una de las superestrellas de la Iglesia
Eléctrica: “Solamente hay un problema con un ministerio como el de Jerry. No
puede dejar de recoger dinero; si lo hace, todo se desploma.”
Este aspecto de la Iglesia Eléctrica pudiera
recordar a cristianos concienzudos las palabras de Jesús que se encuentran en
el Sermón del Monte. Jesús declaró enfáticamente: “Nadie puede servir como
esclavo a dos amos; porque u odiará al uno y amará al otro, o se apegará al uno
y despreciará al otro. No pueden ustedes servir como esclavos a Dios y a las
Riquezas.”—Mat. 6:24.
Puesto que los predicadores de la Iglesia
Eléctrica necesitan constantemente una vasta cantidad de contribuciones de sus
televidentes, ¿se tomarían ellos el riesgo de ofender a estos televidentes?
Difícilmente. No sorprende que la teología de la Iglesia Eléctrica sea
simplista y busque su propia satisfacción. Como lo dijo la revista Forbes:
“No pregunte qué pueda hacer usted por su religión; pregunte, más bien, qué
puede hacer su religión por usted.”
Hasta algunos simpatizantes de la Iglesia
Eléctrica admiten que es de poco contenido. Como declaró el teólogo evangélico
Carl F. Henry: “Mucha de la religión televisada gira demasiado en torno a
experiencias, es demasiado escasa en sentido doctrinal como para que suministre
una alternativa apropiada a la actual confusión religiosa y moral.” En otras
palabras, la religión de la televisión no puede realmente ayudar a resolver los
problemas de la vida.
Harvey Cox, profesor en divinidad de Harvard,
declaró que, en vez de eso, los predicadores de la Iglesia Eléctrica “están
simplemente perpetuando y profundizando los valores de una cultura consumidora
materialista. Están ayudando a la gente a aceptar valores muy superficiales,
mientras prometen salvación fácil dentro del marco más comercial que pudiera
haber.”
¿Cómo armoniza este mensaje con la
advertencia de Jesús de que el camino a la vida no es fácil, sino difícil...
“angosta es la puerta y estrecho el camino que conduce a la vida, y pocos son
los que la hallan”? (Mat. 7:14) ¿Dan a entender esas palabras que usted puede
obtener la vida eterna por medio de sencillamente sintonizar el Canal 21?
Considere esta otra advertencia de
Jesucristo: “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, y tome
su cruz [madero de tormento, Traducción del Nuevo Mundo] cada día, y
sígame.” (Luc. 9:23, Versión Moderna) ¿Se niega uno a sí mismo y toma su
“cruz” por plantarse diariamente ante un televisor? ¿Puede Jesucristo realmente
aprobar una religión que promete a las personas una salvación fácil —sin madero
de tormento, sin negarse a sí mismo— sencillamente a cambio de un cheque
mensual al “ministerio mundial televisivo” de alguien?
Más bien, parece como si la Iglesia Eléctrica
fuera un ejemplo del siglo veinte de lo que el apóstol Pablo advirtió a Timoteo
cuando le dijo: “Porque habrá un período de tiempo en que no soportarán la
enseñanza sana, sino que, de acuerdo con sus propios deseos, acumularán para sí
mismos maestros para que les regalen los oídos; y apartarán sus oídos de la
verdad, siendo que serán desviados a cuentos falsos.”—2 Tim. 4:3, 4.
¿Por qué están dispuestas ciertas personas a
dar millones de dólares para apoyar la Iglesia Eléctrica? Porque se les está
diciendo lo que desean oír. Tienen la seguridad de que Dios les va a contestar
sus oraciones. No tienen que repudiarse a sí mismas ni ‘llevar una cruz’ ni
hacer el trabajo que Cristo hizo, pero están “salvas” y Dios las ama... siempre
y cuando sigan enviando esos cheques.
¿Qué les sucederá a las iglesias?... cómo le afecta
Para entender lo que les sucederá a las
iglesias, usted primero tiene que comprender por qué se encuentran en tal
confusión hoy. La razón básica que da la Biblia es ésta: “¡Miren! ellos han
rechazado la mismísima palabra de Jehová, y ¿qué sabiduría tienen?”—Jer. 8:9.
¿Confiaría usted en los garabatos de un nene
como un mapa de carreteras para efectuar un viaje peligroso en vez de un mapa
preparado por las autoridades de caminos? Usted sabe que se perdería si hiciera
eso. Las iglesias han hecho esto con la Biblia. Han abandonado la guía del
Creador infalible del hombre y se han dirigido a las ideas de hombres
imperfectos, pecaminosos. De modo que ahora las iglesias están perdidas.
Dios inspiró la Biblia como guía para el
hombre. Esta nos dice la verdad acerca del Creador, quién es y cuáles son sus
propósitos para con el hombre y la Tierra. Se nos asegura: “Toda Escritura es
inspirada de Dios y provechosa para enseñar, para censurar, para rectificar las
cosas, para disciplinar en justicia, para que el hombre de Dios sea enteramente
competente, completamente equipado para toda buena obra.”—2 Tim.
3:16, 17.
El apóstol Pablo apreció la Palabra de Dios,
y dijo: “Cuando ustedes recibieron la palabra de Dios, que oyeron de parte de
nosotros, la aceptaron, no como palabra de hombres, sino, como lo que
verdaderamente es, como palabra de Dios, la cual también está obrando en
ustedes los creyentes.” (1 Tes. 2:13) Para salvaguardar a compañeros
creyentes, Pablo advirtió: “‘No ir más allá de las cosas que están
escritas,’ a fin de que no se hinchen individualmente a favor del uno
contra el otro.”—1 Cor. 4:6.
Abandonando la
Palabra de Dios
El clero de las iglesias de la cristiandad
por lo general no tiene esa actitud para con la Biblia hoy día. Aumenta el
número de clérigos que no la aceptan como la Palabra de Dios. Note solo
unos cuantos de muchos de esos informes acerca de su verdadera actitud:
El
clérigo metodista Robert Anders, de los Estados Unidos: “La Biblia es la mayor
colección de mitología en la historia de la civilización occidental.”—Revista Time.
“La
principal Iglesia Presbiteriana de los Estados Unidos ha rechazado la doctrina
tradicional de que la Biblia es infalible.”—Daily Telegraph, Sydney,
Australia.
El
deán Rosco Brong, del Colegio Bautista de Lexington, Kentucky: “Las iglesias
bautistas están siendo invadidas y su testimonio destruido por un diluvio de
infieles que se disfrazan de ministros que son vertidos de los colegios y
seminarios modernistas... predicadores infieles que niegan la Biblia, que se
sirven a sí mismos en vez de servir a Cristo.”—Ashland Avenue Baptist,
Lexington, Kentucky.
Eso representa la tendencia general de hoy
entre los clérigos. Aun el Reader’s Digest reconoció esto, al decir:
“Hoy muchos de los líderes principales de la iglesia —especialmente en las que
se llaman las sectas de la ‘corriente principal’— les están fallando
penosamente a sus miembros de dos maneras: 1) sucumbiendo a una tendencia furtiva
a rebajar el valor de la Biblia como la Palabra infalible de Dios y 2) por
los esfuerzos por cambiar el empuje principal de la iglesia de lo espiritual a
lo seglar.”
Matando la creencia
en Dios
Al matar la Biblia a los ojos de la gente, el
clero ha ayudado a matar la creencia en Dios. Muchas personas razonan que si la
Biblia no es la guía de Dios para el hombre, y las iglesias se hallan en
tan grande confusión, entonces quizás Dios no exista. Aun el teólogo
católico holandés Edward Schillebeeckx reconoció, según informó el semanario
alemán Stern, lo siguiente: “Dios ha sido borrado por el cuadro que las
iglesias han pintado de él por muy, muy largo tiempo.”
Dios también ha sido “borrado” de la mente de
muchos de los que se suponía que enseñaran a la gente acerca de él... el clero.
En una encuesta de clérigos efectuada por la revista McCall’s, se reveló
lo siguiente: “Una cantidad considerable rechazaba del todo la idea de un Dios
personal.”
Aunque el matar así la Biblia y la creencia
en Dios por el clero ha cobrado velocidad en años recientes, realmente
no es nuevo. El Colonist de Victoria, Colombia Británica, declaró:
“Las llamadas ideas modernas acerca de la Biblia se han enseñado a todo
estudiante de teología anglicano y de la Iglesia Unida desde 1920.” Esto
aplica a estudiantes de prácticamente todo seminario del mundo. En
consecuencia, el comentarista Louis Cassels, en un despacho de Prensa Unida
Internacional, dijo:
“La
gente acude a la iglesia, y especialmente a sus ministros ordenados, para que
éstos les ayuden a encontrar su camino hacia una fe en Dios que sea viva,
renovadora y transformadora. Pero, ¿cómo puede un pastor dirigir a ninguna otra
persona a esa fe si él mismo no la tiene, como lo confiesa privadamente
que no la tiene una cantidad considerable de ministros jóvenes (y algunos
no tan jóvenes)?”
Cassels
también dijo: “Mientras más famoso sea el seminario, más corrosivo puede ser el
ambiente de escepticismo que prevalezca en su facultad y cuerpo estudiantil.”
¿Qué hay de su
clérigo?
¿Le ha enseñado su clérigo la Palabra de
Dios? ¿Ha aprendido usted de él las respuestas de la Biblia a preguntas vitales
como éstas: ¿Por qué muere el hombre? ¿Dónde están los muertos? ¿Por qué ha
permitido Dios por tanto tiempo la iniquidad? ¿Cuál es el remedio de Dios para
las dificultades de este mundo? ¿Qué encierra el futuro para usted?
Es verdad que su clérigo quizás diga que
respeta la Biblia. Hasta quizás cite de ella. Pero, ¿la acepta toda como la
Palabra inspirada de Dios? ¿Realmente le ha enseñado a usted de ella? Usted
puede averiguarlo rápidamente aplicando esta prueba sencilla: ¿Puede usted
dirigirse a la Biblia y mostrarle a otra persona las respuestas a las preguntas
del párrafo anterior?
Además, ¿tolera su religión a clérigos que
no aceptan la Biblia como la Palabra de Dios? ¿Defiende su propio clérigo
la Biblia contra estos enemigos de la Palabra de Dios que aumentan en todas las
iglesias de la cristiandad? La Biblia advierte: “Un poco de levadura hace
fermentar toda la masa.” (Gál. 5:9) Una manzana podrida, si no se quita,
echa a perder todas las demás de la caja. Pero los sistemas eclesiásticos
no han quitado de sus filas a los clérigos que rebajan el valor de la
Biblia; más bien, a éstos se les sigue aceptando. Es por eso que las iglesias están
tan cabalmente infectadas de enseñanzas impías.
Pagando el precio
La Biblia también advierte: “Cualquier cosa
que el hombre esté sembrando, esto también segará.” (Gál. 6:7) El clero ha
sembrado falta de respeto a la Biblia y a su Autor, Jehová Dios. Su cosecha
no puede ser buena.
El clero ya está segando algo de esa cosecha:
gran confusión en las iglesias; miembros de las iglesias que salen por decenas
de miles; disminución veloz en la matrícula de seminarios y órdenes religiosas;
sacerdotes, ministros y monjas que renuncian en cantidades que establecen
marcas.
Puesto que el clero dice que ya no debe
confiarse en la Biblia y hasta pone en tela de juicio la creencia en la
existencia de Dios, ahora lógicamente muchas personas se preguntan para qué
necesitan al clero. En consecuencia, ¡el clero ha sembrado las semillas de su
propia destrucción! Como dijo el Evening Post de Lancashire, Inglaterra,
del 12 de noviembre de 1969:
“La
autoridad perdida del púlpito así como el menos respeto a las declaraciones que
hacían los ministros eclesiásticos se debían principalmente al menos respeto a
la Biblia, alegó el Rdo. Frank Ockenden, ministro superintendente del Circuito
Metodista de Garstang.
“En
su boletín informativo mensual, dice: ‘Habiéndoseles dicho por tantos cuyo
puesto exige que enseñen que la Biblia es la palabra de Dios que no lo es,
se ha destruido una autoridad para la cual no hay
sustituto.’ . . .
“El
resultado ha sido una pérdida desastrosa de confianza en la religión cristiana
y un abandono de las normas cristianas de comportamiento moral.”
El futuro
Sin embargo, no crea que el futuro de
las iglesias solo será una disminución continua de miembros y clérigos. Es
cierto que es probable que eso continúe cobrando velocidad en los siguientes
pocos años. Pero algo mucho más serio que eso les espera.
Jesucristo dijo: “Un árbol bueno
no puede dar fruto inservible, tampoco puede un árbol podrido producir
fruto excelente. Todo árbol que no produce fruto excelente llega a ser
cortado y echado al fuego.”—Mat. 7:17-19.
¿Qué clase de “fruto” está produciendo el
clero? Puesto que están apartando de Dios y de su Palabra a la gente, la
respuesta verídica debe ser que están produciendo “fruto inservible.” ¿Qué
clase de “árbol” dijo Jesús que produce esa clase de fruto? Un “árbol podrido.”
¿Qué le pasará a esa clase de “árbol”? “Llega a ser cortado y echado al fuego.”
No se equivoque. El clero de la cristiandad
NO está sirviendo a Dios en la actualidad. NO constituyen sus
representantes. A ellos Jehová dice en realidad: “Yo mismo no los envié
ni les di orden. Así es que de ninguna manera aprovecharán a este pueblo.”
(Jer. 23:32) Pregúntese: Si Dios estuviera con las iglesias, ¿estarían en tal
confusión hoy? El Organizador del fantástico universo de miles de millones de
estrellas y planetas... ¿no podría organizar las iglesias si fueran suyas?
Su mismísima condición es prueba de que Dios no está con ellas, porque
“Dios no es Dios de desorden, sino de paz.”—1 Cor. 14:33.
¿Cuál, entonces, es el juicio de Dios para
las iglesias? Hablando de toda la religión falsa como si fuese una ramera, dice
la Biblia: “En un solo día vendrán sus plagas, muerte y lamento y hambre, y
será quemada por completo con fuego, porque fuerte es Jehová Dios que la
juzgó.” (Rev. 18:8) Fuerzas destructoras “harán que quede devastada y desnuda,
y se comerán sus carnes y la quemarán por completo con fuego.”—Rev. 17:16.
Ese juicio de Dios librará a la Tierra para
siempre de las iglesias y de los clérigos que apartan a la gente de la
adoración correcta de Dios: “Nunca volverá a ser hallada.” (Rev. 18:21)
Entonces, Dios dirigirá su atención al resto de este mundo inicuo, incluso a
los otros que odian a Dios y su Palabra. La Biblia claramente muestra que su
fin también se acerca, pues la destrucción de la religión falsa llega
precisamente antes de que Dios destruya al resto de este inicuo sistema de
cosas.—Rev. 19:17-21.
De modo que el significado verdadero de lo
que sucede en las iglesias es que estamos muy cerca del tiempo en que “el mundo
va pasando y también su deseo, pero el que hace la voluntad de Dios permanece
para siempre.”—1 Juan 2:17.
Por lo tanto, el hacer la voluntad de Dios en
estos días es asunto de vida o muerte para todos nosotros. Por eso es urgente
que usted examine ahora su relación con Dios. Nada de lo que usted haga en los
siguientes pocos años será más importante que eso. Le es necesario averiguar si
su manera de adorar es la que Dios aprueba, porque usted podría estar
relacionado con una religión que Dios ha abandonando a la destrucción.
¿Promoción de pornografía por las iglesias?
La Junta Metodista de Discipulado emitió una
resolución en la que se declaraba que 10 películas destinadas a dar consejo
sobre asuntos sexuales podían continuar usándose para auditorios limitados.
Pero un miembro disidente de la Junta hizo el siguiente comentario: “Ni las
películas, ni los foros [para dar consejo sobre el sexo], tenían base bíblica.
Las películas muestran a hombres y mujeres en el acto de masturbarse, y también
muestran la homosexualidad masculina y femenina. Cada una de estas películas era
completamente explícita... iba desde el punto de desvestirse hasta el del
orgasmo.” Ted McIlvenna, ministro metodista de San Francisco que hizo la
mayoría de las películas, las defendió, haciendo notar que “las filmaron y
produjeron ministros metodistas.” Se dice que durante siete años
aproximadamente 73.000 personas habían visto estas películas explícitas.
Predican por paga
Sacerdotes de la Iglesia Luterana de Suecia
se han quejado de su paga porque, según informes, su salario es “bajo en
comparación con el de otras profesiones que requieren menos estudio o adiestramiento”.
Sin embargo, según el servicio de noticias del Concilio Mundial de Iglesias,
ahora se esperan mejoras. Después de “una campaña larga y, en parte, amarga”,
recientemente los sacerdotes han obtenido una semana de 40 horas de
trabajo. Pero ¿qué sucede si los suecos necesitan ayuda sacerdotal después de
las horas laborales? El nuevo acuerdo laboral también garantiza pago de horas
extraordinarias por cada hora adicional de atención pastoral. Se espera que
este salario por tiempo extraordinario aumente en de 10 a 12% el
ingreso anual de los sacerdotes.
En contraste con esta preocupación de los
sacerdotes suecos por mejor salario por sus servicios, cuando Jesús envió a sus
discípulos a predicar les dijo: “Recibieron gratis; den gratis. No consigan oro,
ni plata, ni cobre para las bolsas de sus cintos”. (Mateo 10:8, 9.) ¿Qué
quiso decir Jesús? Las buenas nuevas del Reino no habían de ser
comercializadas, ni habían de usarse para provecho personal egoísta. Los
discípulos se adhirieron a la guía de Jesús y cumplieron su ministerio. ¿Por
qué? Porque Dios los sostuvo en el ministerio.
¿Por qué callaron las iglesias?
EL 8 de diciembre de 1993, el profesor
Franklin Littell, de la Universidad de Baylor, habló en el Museo del Holocausto
de Estados Unidos sobre una “verdad concreta” que turba el ánimo. ¿Cuál era?
Dicha verdad, dijo Littell, es que
“seis millones de judíos fueron perseguidos y asesinados sistemáticamente
en pleno corazón de la cristiandad por católicos, protestantes y ortodoxos
bautizados, que nunca fueron amonestados ni mucho menos excomulgados”. Sin
embargo, hubo una voz que no cesó de denunciar el entrometimiento del
clero en el gobierno de Hitler. Esa voz, como hemos visto, fue la de los
testigos de Jehová.
Hitler y otros tantos cabecillas de su
régimen eran miembros bautizados de la Iglesia Católica. ¿Por qué no se
les excomulgó? ¿Por qué se abstuvo la Iglesia Católica de condenar los horrores
perpetrados por estos hombres? ¿Por qué callaron también las iglesias
protestantes?
¿Guardaron realmente silencio las iglesias? ¿Hay
pruebas de su cooperación con el esfuerzo bélico de Hitler?
El papel de la
Iglesia Católica
El historiador católico
E. I. Watkin escribió: “Aunque sea doloroso admitirlo,
no podemos negar ni pasar por alto, en pro de un supuesto bien espiritual
o de una falsa lealtad, el hecho histórico de que los obispos han apoyado
siempre todas las guerras libradas por los gobiernos de sus respectivos
países. [...] En lo que respecta al nacionalismo beligerante, han actuado
como los portavoces del César”.
Cuando Watkin mencionó que los obispos de la
Iglesia Católica ‘habían apoyado siempre todas las guerras libradas por los
gobiernos de sus países’, incluyó las guerras de agresión de Hitler. Como
admitió Friedrich Heer, profesor católico de Historia de la Universidad de
Viena (Austria): “En la cruda realidad de la historia alemana, la cruz y la
esvástica se fueron acercando cada vez más, hasta que la esvástica proclamó el
mensaje de la victoria desde las torres de las catedrales alemanas, las
banderas con la esvástica aparecieron en los altares, y los teólogos, pastores,
clérigos y políticos católicos y protestantes aclamaron la alianza con Hitler”.
Tal fue el apoyo incondicional prestado por
los jerarcas de la Iglesia a las guerras hitlerianas, que el profesor católico
Gordon Zahn comentó: “Cualquier católico alemán que acudía a sus superiores
religiosos en busca de guía espiritual y dirección respecto a prestar servicio
en las guerras de Hitler, recibía prácticamente las mismas respuestas que
hubiera recibido del propio dirigente nazi”.
El hecho de que los católicos siguieron
obedientemente la dirección de sus líderes eclesiásticos fue documentado por el
profesor Heer, quien dijo: “De los cerca de treinta y dos millones de católicos
alemanes —quince millones y medio de los cuales eran varones— solo siete
[individuos] rehusaron abiertamente prestar servicio militar; seis de estos
eran austriacos”. Pruebas más recientes indican que unos cuantos católicos más,
y también algunos protestantes, opusieron resistencia al Estado nazi a causa de
sus convicciones religiosas. Algunos incluso pagaron con su vida, en tanto que
sus jefes espirituales se vendieron al Tercer Reich.
Quién más calló, y
quién no
Como se ve, el profesor Heer incluyó a los
líderes protestantes entre los que “aclamaron la alianza con Hitler”. ¿Es
cierta su afirmación?
Muchos protestantes se han recriminado
amargamente el silencio que guardaron durante las guerras de agresión de
Hitler. Por ejemplo, en octubre de 1945 tuvo lugar una reunión de once
destacados clérigos para redactar la llamada Confesión de Culpa de Stuttgart,
en la que manifestaron: “Nos acusamos de no haber sido más valientes al
declarar nuestras convicciones, más leales al decir nuestras oraciones, más
gozosos al expresar nuestra fe y más ardientes al demostrar nuestro amor”.
La historia del cristianismo, de Paul Johnson,
refiere: “De un total de 17.000 pastores evangélicos, nunca hubo más de
cincuenta que cumpliesen penas prolongadas [por no apoyar al régimen
nazi]”. Contrastando a aquellos pastores con los testigos de Jehová, Johnson
escribió: “Los más valerosos fueron los Testigos de Jehová, que afirmaron su
oposición doctrinaria directa desde el principio y sufrieron las consecuencias.
Se negaron a cooperar con el Estado nazi”.
En 1939, año en que estalló la II Guerra
Mundial, Consolation citó las siguientes palabras del ministro
protestante T. Bruppacher: “Aunque los hombres que se dicen cristianos han
fallado en las pruebas decisivas, estos desconocidos testigos de Jehová, como
mártires cristianos, mantienen una resistencia inquebrantable frente a la
coacción de su conciencia y la idolatría pagana. Algún día, el historiador
futuro deberá reconocer que no fueron las grandes iglesias, sino estas
personas calumniadas y escarnecidas, las primeras en hacer frente a la ira del
demonio nazi [...]. Se niegan a adorar a Hitler y la esvástica”.
En parecidos términos se expresó más tarde
Martin Niemoeller, pastor protestante que estuvo en un campo de concentración:
‘Puede decirse sinceramente que en todas las épocas las iglesias cristianas
siempre han consentido en bendecir las guerras, las tropas y las armas, y han
orado de una forma muy poco cristiana por la aniquilación de sus enemigos’. Y
admitió: “Todo esto es culpa nuestra y de nuestros padres; obviamente
no es culpa de Dios”.
A lo anterior agregó: “Y pensar que los
cristianos de hoy nos avergonzamos de la llamada secta de los estudiantes
serios de la Biblia [testigos de Jehová], centenares, e incluso millares, de
los cuales han sido enviados a los campos de concentración y han muerto por
negarse a prestar servicio en la guerra y a disparar a seres humanos”.
Susannah Heschel, profesora de Estudios
Judaicos, descubrió varios documentos que demuestran que el clero luterano
deseaba, sí, ansiaba, apoyar a Hitler. Según ella, los líderes clericales
rogaron que se les concediera el privilegio de desplegar la esvástica en sus
iglesias. La abrumadora mayoría de los eclesiásticos no fueron
colaboradores obligados, como lo revelan las pruebas, sino apoyadores fervorosos
de Hitler y sus ideales arios.
Durante las conferencias de la profesora
Heschel, los concurrentes suelen preguntarle: “¿Qué más pudimos haber hecho?”.
“Pudieron haber imitado a los testigos de
Jehová”, replica ella.
Por qué callaron
La razón por la que las iglesias callaron es
evidente. Se debió a que la clerecía y sus rebaños habían abandonado las
enseñanzas de la Biblia en favor de la cooperación con el estado político.
En 1933, la Iglesia Católica firmó un concordato con los nazis. El cardenal
Faulhaber escribió a Hitler: “Este apretón de manos con el Papado [...] es
un hecho de valor incalculable. [...] ¡Quiera Dios conservar al canciller
al frente de nuestro pueblo!”.
En efecto, la Iglesia Católica, al igual que
otras confesiones, pasaron a ser agentes del perverso gobierno de Hitler. A
pesar de las palabras de Jesús de que sus seguidores “no son parte del
mundo”, las iglesias y su grey fueron parte integrante del mundo de Hitler.
(Juan 17:16.) En consecuencia, no denunciaron los horrores que los nazis
cometieron contra la humanidad en los campos de exterminio.
Cierto es que algunos católicos, protestantes
y miembros de otras religiones se opusieron con valentía al Estado nazi. Pero
mientras algunos lo pagaban con su vida, sus cabezas espirituales, que alegaban
servir a Dios, servían de marionetas del Tercer Reich.
Mas hubo una voz que no dejó de oírse.
Si bien los medios de comunicación en conjunto pasaron por alto el protagonismo
de las iglesias en el drama nazi, los testigos de Jehová se sintieron obligados
a denunciar la traición y la hipocresía del clero, dando detalles de su
complicidad entre bastidores. Durante los años treinta y cuarenta, las páginas
de la revista precursora de ¡Despertad! y otras publicaciones hicieron
fuertes acusaciones contra las organizaciones religiosas que se convirtieron en
instrumentos del nazismo.
Se reconoce a los
auténticos seguidores de Cristo
Los testigos de Jehová son del todo
diferentes de las religiones del mundo. No siendo parte de este, se
abstienen de intervenir en las guerras de las naciones. En obediencia a las
instrucciones de Dios, ‘han batido sus espadas en rejas de arado’. (Isaías
2:4.) Y en obediencia a los mandatos de Cristo, se aman unos a otros. (Juan
13:35.) Esto significa que nunca van a la guerra ni se atacan entre sí.
Cuando se trata de identificar a los
auténticos adoradores de Dios, la Biblia dice claramente: “Los hijos de Dios
y los hijos del Diablo se hacen evidentes por este hecho: Todo el que
no se ocupa en la justicia no se origina de Dios, tampoco el que
no ama a su hermano. Porque este es el mensaje que ustedes han oído desde
el principio, que debemos tener amor unos para con otros; no como
Caín, que se originó del inicuo y degolló a su hermano”. (1 Juan
3:10-12.)
En efecto, la historia da testimonio de que
los testigos de Jehová siempre han mostrado amor al prójimo, incluso ante
intensa presión. Cuando Hitler declaró la guerra por toda Europa, los Testigos
se mantuvieron firmes ante los brutales esfuerzos nazis por hacer que participaran
en la orgía de sangre. La profesora Christine King resumió muy bien el asunto:
“Los testigos de Jehová sí dejaron oír su voz. La dejaron oír desde el
principio, al unísono. Y hablaron con tal valentía, que nos han dado una
lección”.
Hasta que este mundo goce de seguridad bajo
el mando amoroso del gobierno de Jehová, libre de guerras y maldad, los
testigos de Jehová dejarán oír su voz. Mientras sea la voluntad del Señor
Soberano Jehová, esta revista continuará denunciando las perversidades del
mundo satánico y proclamando la única esperanza verdadera para la humanidad, el
Reino de Dios. (Mateo 6:9, 10.)
¿Por qué atraen tanto las modas?
Avery es uno de los miles, o quizás millones,
de adolescentes a quienes ha cautivado la moda de las camisetas con lemas. Este
tipo de camisetas no son, ni mucho menos, nuevas; tal vez hasta se las
ponían tus padres cuando eran jóvenes. No obstante, la revista Newsweek
explica en qué consiste la novedad. Algunos muchachos ahora “lucen camisetas
con mensajes que parecen sacados directamente de los bajos fondos”.
La mayoría de las frases que aparecen en los
últimos modelos son simplemente impronunciables. Van desde los ataques racistas
hasta los comentarios groseros sobre las mujeres. Parece que a los adictos a
esta manía les preocupa muy poco la opinión de los demás, incluidos sus padres,
sobre los lemas desagradables. Cuando Andrea, de 18 años, le preguntó a un
chico por qué tenía puesta una camiseta muy ofensiva, “este no supo qué
decir y se limitó a salir con excusas como ‘Es súper’ y ‘Todo el mundo la
lleva’”.
En los últimos decenios cientos de modas han
cautivado a la juventud. Una de las más populares y lucrativas de todos los
tiempos fue la fiebre del hula-hula (hula-hoop), el aro que hizo
furor en Estados Unidos durante la década de los cincuenta. Si nos remontamos
unos cuantos años más, hallaremos que era popular tragar vivos peces de colores
y ver cuántas personas cabían en una cabina telefónica. En fechas más recientes
se ha estilado bailar break, llevar pantalones vaqueros descoloridos,
montar en monopatines (patinetas) y hacer streaking (correr desnudo en
público). Es como dijo un escritor bíblico: “La escena de este mundo está
cambiando”. (1 Corintios 7:31.) Hoy en día, los jóvenes siguen una
multitud de modas, que oscilan entre lo alocado y lo peligroso.
Los jóvenes y la
indumentaria de moda
Tomemos por ejemplo la ropa. Según la revista
Time, la música rap (también llamada hip-hop)
“probablemente sea el producto estadounidense de más éxito desde la invención
de los microcircuitos, pues se ha infiltrado en la cultura juvenil de todo el
mundo y prácticamente la ha dominado”. Pero el rap, como bien sabes, es
mucho más que música. La revista sigue diciendo: “El rap es también un
artículo de consumo de la moda mundial. Por todas partes se ven modificaciones
locales de este estilo norteamericano de ropa de calle, que se distingue por
los pantalones muy holgados, el calzado deportivo caro, las sudaderas con
capucha y las joyas relumbrantes”. Los grupos populares y los vídeos
promocionales realizan un bombardeo publicitario que provoca una creciente
demanda de prendas raperas.
El estilo superholgado no es nada
barato: tan solo el calzado deportivo de caña alta cuesta un dineral. Con todo,
a muchos jóvenes les parece que lo vale. Según un chico llamado Marcus, “si
no llevas ropa muy ancha, no eres un hip-hop”.
Y eso es justo lo que pretenden los jóvenes
que eligen la estética grunge (desastrada). Algunas bandas de rock
marginales que tocan en Estados Unidos han popularizado los pantalones vaqueros
desgarrados y las camisas a cuadros que caracterizan esta tendencia
indumentaria. Una escritora llamó a esta línea “pobreza de quita y pon”. Y sin
duda no es más que pura fachada, pues la imagen desharrapada no es
nada barata. Por otro lado están las modas “retro”. Según la revista canadiense
Maclean’s, abarcan “estilos que evocan las líneas de finales de los
sesenta y principios de los setenta”. Los adultos contemplan, entre divertidos
y asombrados, cómo los jóvenes pagan precios desorbitantes por artículos que
parecían haberse ido hace tiempo de la mano de la música disco, como los
zapatos de plataforma y los pantalones acampanados.
La tecnología también
crea moda
El buscapersonas (también llamado mensáfono,
localizador y beeper) es otro ejemplo de cómo la creatividad juvenil
puede convertir casi cualquier cosa en el último grito. Aunque al principio lo
utilizaban los médicos y otros profesionales a quienes se debe poder localizar
en todo momento, no tardó en hacerse popular entre los traficantes de
drogas urbanos. Este aparato permitía al vendedor concertar cómodamente las
citas con los posibles compradores de estupefacientes. Según The New York
Times, “el uso [de los buscapersonas] estaba tan generalizado que se
convirtieron en emblema del mundo de la droga”. No es de extrañar que las
juntas escolares estadounidenses decidieran prohibir estos minidispositivos en
los centros docentes.
Pero la medida ha tenido escaso éxito. Los
buscapersonas se han puesto en boga entre la juventud urbana. Algunos chicos
los utilizan debidamente, como medio de comunicación que permite a sus padres
saber dónde están o avisarlos en caso de emergencia. Para muchos jóvenes, sin
embargo, este receptor no es más que un accesorio de moda. Según explica
el Times, “los adolescentes esconden los localizadores en las mochilas,
los bolsillos de las chaquetas y los cinturones. Hay unidades incorporadas en
relojes de pulsera, corbatas y bolígrafos; los buscapersonas pueden ser azules,
rosas y rojos, si bien persisten los viejos receptores sencillos de colores
negro y pardo”. Aunque algunos adultos todavía relacionan los mensáfonos con la
toxicomanía, un policía neoyorquino comenta: “No es más que un fulminante éxito
de ventas. Es cierto que algunos muchachos que lo tienen están metidos en las
drogas, pero la mayoría no. Tan solo es una fiebre”.
Novedades
extravagantes y peligrosas
Mientras que los nuevos diseños del vestir
pueden ser tolerables en el mejor de los casos, y ofensivos en el peor, algunas
tendencias populares parecen atentar contra todo sentido común. Para tener el
aire demacrado de las supermodelos, muchas jóvenes siguen las dietas del
momento sin pensar apenas en el efecto que tendrán en su salud y bienestar.
“Ponerse a régimen es una manía nacional [en Estados Unidos] —explica Alvin
Rosenbaum—. Eche un vistazo a una lista cualquiera de los diez libros más
vendidos y normalmente encontrará un libro de dieta.” Rosenbaum agrega que
muchos de estos éxitos editoriales favorecen regímenes dietéticos de dudosa
eficacia. Un buen número de expertos acusan a la obsesión con la delgadez de
provocar un inquietante aumento de los trastornos del apetito —como la anorexia
nerviosa— en los adolescentes.
Otros métodos de embellecimiento personal que
están en boga son igual de peligrosos y estrafalarios. Según un artículo de la
revista Newsweek, “el tatuaje, el arte de los pueblos primitivos y los
marginados, se va introduciendo con paso firme en la corriente principal de la
sociedad”. A imagen y semejanza de ciertas estrellas del cine y roqueros de heavy
metal, algunos jóvenes se empeñan en tatuarse permanentemente en el torso
un dibujo complicado. No parece que les preocupen las advertencias médicas
sobre el riesgo de contraer hepatitis y las reacciones alérgicas a las tintas
del tatuaje.
¿Y qué se puede decir de la estrambótica
manía de hacerse perforaciones corporales? Aunque en ciertas culturas es
costumbre horadarse la oreja, algunas personas se han extralimitado
irracionalmente y se han practicado agujeros en la lengua y en el ombligo para
lucir joyas ostentosas. Si un joven desea ofender a sus padres, una de las
mejores cosas que puede hacer es ponerse una gran nariguera.
¿Cuál es el trasfondo
de las modas?
El libro Adolescents and Youth
(Adolescentes y jóvenes) define la moda como “estilo esporádico y fugaz que
raya en el sectarismo. Por definición, las modas son temporales e
impredecibles, y predominan sobre todo entre los adolescentes”. Ahora bien,
¿cuál es la razón de que a millones de jóvenes les dé por llevar pantalones
holgados y buscapersonas? A los fabricantes y a los agentes de publicidad les
encantaría tener una respuesta científica a esta pregunta. Como admitió un
artículo de la revista británica The Economist, “parece imposible hallar
una explicación racional a las modas y las manías”.
No obstante, el libro Adolescents and
Youth ofrece las siguientes razones: “Hay varios factores que pueden
explicar el auge de las modas: el deseo de llamar la atención, la presión del
grupo para conformarse a sus valores, la necesidad de diferenciarnos como
personas y como grupos de coetáneos, y la fascinación por las rarezas”. Un
adolescente lo resumió de esta manera: “La escuela secundaria es una buena
ocasión para hacer locuras y desahogarte”.
La Biblia no critica el comportamiento
juvenil. De hecho, llega a decir: “Disfruta, joven, en tu adolescencia y sé
feliz en tu juventud; sigue tus sentimientos, da cauce a tus ilusiones”. Sin
embargo, las Escrituras agregan este consejo: “Ten presente que de todo esto te
juzgará Dios”. (Eclesiastés 11:9, La Casa de la Biblia.) Este consejo
nos da en qué pensar. ¿Cuál debe ser la reacción del joven cristiano ante las
nuevas tendencias de la moda? ¿Debería ser vanguardista e ir a la última moda?
Polémica respecto al bautismo
Colorado Springs (E.U.A.), se convirtió en uno de los principales
centros de evangelización de la cristiandad, fue hace una décadas el escenario
de una polémica sobre determinados métodos de conversión infantil. El diario The
Denver Post informaba que la Iglesia Bautista de Cornerstone utilizaba un
flota de dieciséis autobuses para recorrer la zona buscando niños, a los que
atraían con promesas de darles dulces y gaseosas y llevarlos a un parque de
atracciones. Muchos padres dejaron a sus hijos ir al parque, pero se
disgustaron cuando estos les contaron al regresar a casa que los habían
bautizado. Por lo común, estos “evangelistas” obtienen una autorización escrita
de los padres antes de bautizar a los niños, pero a veces pasaron por alto esa
norma. Según el Post, el ministro de la iglesia dijo de tal autorización
escrita: “Nos hace perder mucho tiempo”.
“Oyó mi oración sincera”
Cuando Alfredo Amador era pequeño, su padre
le mostraba los cielos estrellados y le decía los nombres de algunas
constelaciones. También le decía que todas las había creado Dios. El padre de
Alfredo murió antes de que este cumpliera los 10 años. Alfredo, que
entonces vivía en Turmero, en el estado de Aragua, comenzó a abrigar dudas
sobre su religión. No le parecía correcto que el cura cobrara por hacer
plegarias por los muertos o que los ricos pudieran sacar del purgatorio a sus
parientes antes que los pobres. Lleno de dudas, se entregó a la borrachera, la
inmoralidad sexual, la violencia y las drogas. Al empezar a segar las
consecuencias de lo que había sembrado, se puso a buscar una salida, y se
acordó de aquellas noches en las que contemplaba el cielo con su padre.
Él relata: “Una tarde que me sentía
completamente desesperado le pedí a Dios con lágrimas en los ojos que me
permitiera conocerle. Al parecer oyó mi oración sincera, pues a la mañana
siguiente llamaron a mi puerta dos testigos de Jehová. Tuvimos conversaciones
muy interesantes, pero yo no aceptaba el estudio bíblico. Quería leer la
Biblia por mi cuenta, aunque acepté ir al Salón del Reino. El hermano que me
visitó también me llevó a una asamblea en Cagua. Mientras escuchaba los
discursos, me di cuenta de que había encontrado la verdad. Cuando los que iban
a bautizarse se levantaron para contestar las preguntas, yo también me puse de
pie”.
Alfredo se sorprendió al ver que todos los
que se habían puesto de pie estaban en una sección del auditorio, mientras que
él estaba en otra, pero se puso con ellos en la fila para el bautismo. Alguien
que lo vio le preguntó a qué congregación pertenecía. Ni siquiera sabía que las
congregaciones tuvieran nombre. Pronto se dio cuenta de que en realidad
no estaba listo para bautizarse.
No mucho tiempo después se casó con la mujer
con la que vivía y, gracias a la ayuda de un estudio sistemático de la Biblia,
llenó los requisitos para acompañar a los hermanos en la predicación de casa en
casa. En 1975 se bautizó junto con su esposa. Ahora es anciano cristiano
en Maracay. Espera el día en que su padre sea resucitado en el nuevo sistema de
Dios; entonces podrá decirle que el Creador de quien le habló hace tantos años
se llama Jehová y animarlo a conocerlo bien.
¿Son los desastres naturales un castigo de Dios?
Dios no se vale de los desastres
naturales para castigar a nadie. Nunca lo ha hecho, y nunca lo hará. ¿Por qué?
Porque, como dice la Biblia en 1 Juan 4:8, “Dios es amor”.
Dios lo hace todo por amor. Y el amor
no hace sufrir a los inocentes, o, según palabras textuales de la Biblia,
“el amor no obra mal al prójimo” (Romanos 13:10). Además, “Dios mismo
no obra inicuamente” (Job 34:12).
Pero ¿no predijo la Biblia que en nuestros
días habría “grandes terremotos” y otros muchos desastres? (Lucas 21:11.) Sí,
es cierto. No obstante, tal como el meteorólogo que pronostica la llegada
de un huracán no es culpable de los daños que este ocasiona, Jehová
tampoco es culpable de la devastación causada por los desastres profetizados en
su Palabra, la Biblia. Y si Dios no es el causante de los desastres
naturales que tanto sufrimiento ocasionan, entonces, ¿a qué se deben?
La Biblia revela que “el mundo entero yace en
el poder del inicuo”, el Diablo (1 Juan 5:19). Él ha sido homicida desde
que comenzó su trayectoria de rebelión, en los orígenes de la humanidad, y
sigue siéndolo en nuestros días (Juan 8:44). Por lo tanto, ve la vida humana
como algo sin valor que puede desecharse en cualquier momento. Siendo él
ambicioso y egoísta, no es de extrañar que haya creado un sistema mundial
que explota a la gente por puro egoísmo. La situación ha llegado a tal
punto que muchas familias se ven obligadas a vivir en zonas de peligro, zonas
en las que hay muchas posibilidades de que se produzcan desastres provocados
por la naturaleza o por el hombre (Efesios 2:2; 1 Juan 2:16). De modo
que la causa de algunas de las calamidades que sufren las víctimas es la
codicia del hombre (Eclesiastés 8:9). ¿Es exagerada esta afirmación?
Es sorprendente ver la multitud de víctimas
que hubo en la costa de Venezuela cuando avalanchas de lodo sepultaron sus
hogares. En esas ocasiones y otras semejantes, fenómenos naturales como el
viento y la lluvia tuvieron efectos catastróficos mayormente por culpa del hombre:
el desconocimiento del medio ambiente, la mala construcción, los errores de
planificación, los desatinos burocráticos y, por último, pero no menos
importante, la negativa a obedecer las advertencias.
Ahora bien, ¿ha provocado Dios directamente
algún desastre? Sí, aunque a diferencia de los desastres producidos por la
naturaleza o por el hombre, los que Dios ocasionó fueron selectivos, tuvieron
un propósito y ocurrieron en muy contadas ocasiones. Dos ejemplos los tenemos
en el diluvio universal, acaecido en los días del patriarca Noé, y en la
destrucción de las ciudades de Sodoma y Gomorra en los días de Lot (Génesis
6:7-9, 13; 18:20-32; 19:24). Aquellos castigos divinos acabaron con los
malvados incorregibles y conservaron con vida a las personas que eran justas a
los ojos de Dios.
De hecho, Jehová Dios tiene los medios para
poner fin a todo el sufrimiento humano y corregir los efectos causados por los
desastres naturales. Pero no solo eso: también puede y desea hacerlo. Para
realizar su propósito, Dios ha nombrado Rey a su Hijo Jesucristo, quien
“librará al pobre que clama por ayuda, también al afligido y a cualquiera que
no tiene ayudador” (Salmo 72:12).
Venezuela
En el oeste del país, los hermanos de la
ciudad de Machiques fueron a predicar a un territorio indígena en los límites
con Colombia que se trabaja muy de vez en cuando. ¡Todo el mundo los escuchó!
El líder de la comunidad Yukpa les dio permiso para celebrar por primera
vez la Conmemoración en esa zona. Los vecinos y la escuela prestaron sus
sillas, y acudieron más de doscientas personas. Después de la reunión, el líder
habló respetuosamente en nombre de la comunidad: “Queremos agradecer a los
testigos de Jehová. Esperamos que esta no sea su última visita. Ustedes
nos enseñan la verdad, y son muy bienvenidos”. Ya hay más de cincuenta personas
estudiando la Biblia semanalmente.
“¿Y cuánto tiempo van a quedarse ustedes?”
El 2 de junio de 1946, poco después de
la visita del hermano Knorr, llegaron los otros dos misioneros asignados a
Venezuela. Se trataba de Donald Baxter y Walter Wan. El joven Rubén Araujo
estaba presente para recibirlos en Caracas. Mirándolos con ciertas dudas,
seguramente con la experiencia del anterior misionero fresca en la memoria,
Rubén les preguntó en un inglés deficiente: “¿Y cuánto tiempo van a quedarse ustedes?”.
Rubén había programado un Estudio de La Atalaya
para el mismo día que llegaron los misioneros. Trató de poner en práctica las
instrucciones que le había dado el hermano Franz. Lo hizo lo mejor que pudo,
pero era un estudio de un solo hombre: leía la pregunta, la contestaba él mismo
y después leía el párrafo. Recordaba que el estudio no debía durar más de
una hora, de modo que, obedientemente, lo acabó a la hora indicada, aunque solo
había abarcado diecisiete párrafos y el artículo tenía algunos más. Adquiriría
experiencia con tiempo y paciencia.
Cuando Rubén Araujo reflexiona hoy en la marcha
repentina del primer misionero, dice: “El vacío que dejó lo llenaron en poco
tiempo los dos nuevos misioneros de Galaad. ¡Qué felices nos sentíamos con esta
nueva dádiva de la organización de Jehová en la forma de estos misioneros que
habían venido para ayudarnos en la Macedonia venezolana!”. (Compárese con
Hechos 16:9, 10.) El hermano Knorr le había dicho al hermano Baxter: “Quédese
en su asignación, así le cueste la vida”. Pues bien, no le ha costado la
vida, pues el hermano Baxter todavía sirve en Venezuela casi cincuenta años
después.
Adaptación al nuevo
ambiente
El primer hogar misional de Caracas se
encontraba en el número 32 de la avenida Bucares, en un barrio llamado El
Cementerio. Aquí también se abrió la sucursal, el 1 de septiembre
de 1946, con Donald Baxter como siervo de sucursal. Las condiciones de
vida no eran ni mucho menos las idóneas. La carretera estaba sin
pavimentar y no había agua corriente. Como es de suponer, los misioneros
sintieron un gran alivio en 1949, cuando la sucursal y el hogar misional
se mudaron de El Cementerio a El Paraíso, un lugar con agua corriente.
El hermano Baxter recuerda los problemas y la
frustración de los misioneros al aprender español. Tenían muchas ganas de
utilizar lo que habían aprendido en Galaad para ayudar a los hermanos, pero
cuando llegaron, aún no podían comunicarse. No obstante, esta
dificultad temporal quedó compensada con creces por los buenos resultados en la
predicación. El hermano Baxter recuerda la primera vez que predicaron en la calle:
“Decidimos ir al centro, a un lugar conocido como El Silencio, a ver qué
ocurría. Mi compañero, Walter Wan, se puso en una esquina y yo en otra. La
gente sintió una gran curiosidad; nunca habían visto nada semejante. Casi
no tuvimos que hablar. La gente literalmente hizo fila para obtener las
revistas, y las distribuimos todas en diez o quince minutos. ¡Qué distinto de
lo que estábamos acostumbrados en Estados Unidos!”. Walter Wan dijo: “Al hacer
inventario, descubrí asombrado que en cuatro días memorables de alabanza a
Jehová en las calles y las plazas de mercado, como hacían Jesús y los
apóstoles, había colocado 178 libros y Biblias”.
El primer informe que envió la sucursal a la
central de Brooklyn (Nueva York) indicaba que había un total de diecinueve
publicadores, incluidos los dos misioneros y cuatro precursores regulares, a
saber, Eduardo Blackwood, Rubén Araujo, Efraín Mier y Terán y Gerardo Jessurun.
Eduardo Blackwood había empezado a servir de precursor el mes de la visita del
hermano Knorr, y los otros tres, poco después. Nueve publicadores predicaban en
el interior del país. Winston y Eduardo Blackwood, que vivían en El Tigre,
llegaban hasta Ciudad Bolívar, al sur, y los campos petrolíferos próximos a
Punta de Mata y Maturín, al este. Pedro Morales y otros predicaban en
Maracaibo. En el lado oriental del lago Maracaibo, en los campos petrolíferos
de Cabimas y Lagunillas, estaban predicando Gerardo Jessurun, Nathaniel Walcott
y David Scott. Después se les unió Hugo Taylor, que todavía servía de precursor
especial en 1995. Entre todos abarcaban una inmensa extensión del país.
Los hermanos Baxter y Wan no tardaron en averiguar por sí mismos cómo era
realmente.
Visitan todos los
grupos
Durante los meses de octubre y noviembre
de 1947, los dos misioneros viajaron a las regiones occidentales y
orientales del país para ver cómo ayudar a los grupos. Su objetivo era
organizarlos para que llegaran a ser congregaciones. “Viajamos en autobús, lo
cual era toda una experiencia en Venezuela —dice el hermano Baxter, sonriendo
al recordar aquella memorable expedición—. Los asientos eran pequeños y estaban
muy juntos, pues la mayoría de los venezolanos son de baja estatura; de modo
que para dos norteamericanos como nosotros casi no había espacio donde
poner las piernas. Era común ver encima de los autobuses, junto al equipaje de
los pasajeros, camas, máquinas de coser, mesas, pollos, pavos y plátanos. Si un
pasajero iba a viajar una distancia corta, no se molestaba en poner encima
los pollos y demás mercancías, sino que metía todo en el autobús y lo
amontonaba en el pasillo en medio de los asientos. El autobús se averió, así
que nos quedamos varias horas varados en el desierto, donde solo había cactos y
cabras, hasta que apareció otro autobús. Después, nos quedamos sin gasolina.”
En cada uno de los cuatro lugares que
visitaron encontraron un grupo de unas diez personas que se reunían en la sala
de algún hogar. Los misioneros les enseñaron a dirigir las reuniones, informar
su actividad a la sucursal todos los meses y conseguir publicaciones para la
predicación.
En su visita a El Tigre, el hermano Baxter se
fijó en que Alejandro Mitchell, uno de los hermanos nuevos, obedecía a pies
juntillas la admonición de Mateo 10:27 de predicar desde las azoteas. Había
instalado un altavoz en el tejado de su casa, y todos los días leía en voz alta
durante una media hora pasajes escogidos de los libros Hijos o El
nuevo mundo, así como de otras publicaciones de la Sociedad Watch Tower. Lo
hacía tan alto, que era posible oírle a una distancia de varias manzanas, lo
cual, como cabría esperar, disgustaba a los vecinos; de modo que se le
recomendó que predicara de casa en casa y se olvidara del altavoz.
El viaje que hicieron los hermanos para
visitar los grupos fue muy provechoso. Bautizaron a dieciséis personas durante
los meses que pasaron viajando.
Yo fui un pastor evangélico
Ha habido cambios muy pronunciados en la
escena religiosa de Colombia durante los últimos años. Claro, la vasta mayoría
de mis paisanos todavía profesan la fe católica romana. Sin embargo, pocos
pueden llamarse católicos ardientes. De hecho, en las últimas décadas se ha
visto a cada vez más de ellos pasarse a otras religiones, incluso la clase
evangélica, es decir, los grupos protestantes fundamentalistas que enfatizan la
salvación personal en su predicación.
Por los primeros dieciocho años de mi vida,
yo era un fervoroso católico romano. Iba a misa diariamente, me confesaba y
comulgaba dos o tres veces a la semana, y participaba en las cruzadas de la
Iglesia, como la Cruzada del Sagrado Corazón de Jesús. En mi ciudad natal de
Armenia, Quindío, nuestra familia se hizo muy amiga de los curas.
Cerca del año 1945, una pareja
evangélica anciana llegó a nuestra casa buscando dónde pasar la noche. Tenían
consigo un ejemplar de la Biblia, el primero que jamás habíamos visto. Tanto se
interesó mi madre en ella que se quedó hablando de ella con los visitantes
hasta casi el amanecer. Pronto se dio cuenta de que lo que su iglesia enseñaba
no estaba en completa armonía con la Palabra de Dios. Mi madre se hizo
evangélica. En breve, mi padre y los demás de la casa estábamos investigando la
Biblia junto con ella.
Poco nos dábamos cuenta de lo que le esperaba
a alguien que, viviendo en una comunidad católica romana, dejara la Iglesia.
Antiguos amigos se hicieron enemigos intolerantes. Cuando mi hermanito chiquito
murió, el cura nos rehusó permiso para enterrarlo en el cementerio de la
Iglesia. Como no había otro, no tuvimos ningún otro recurso sino
enterrarlo en el patio de la casa.
Un año más tarde, cuando murió mi madre,
pasamos por otra experiencia semejante. “Por estudiar la Biblia,” dijo el cura
desde el púlpito, “esa mujer no merece ser enterrada en campo santo.
Cualquier cafetal servirá.” Esa manera de tratar no me encariñó con la
Iglesia de mi juventud. Rehusado el permiso para enterrarla en el cementerio,
mi padre, en desespero, habló con el sepulturero. Él consintió en abrir el
cementerio a las tres de la mañana. De modo que, a esa hora de la madrugada, a
escondidas del cura, mi madre fue sepultada.
La última vez que entré en una iglesia
católica fue en 1948. Mientras visitaba a algunos parientes en Santa Rosa
de Cabal, asistí a una misa en la cual el cura sermoneaba contra cierto
periódico que había publicado algo ofensivo a la Iglesia. En su denunciación,
el cura dijo que cualquiera que comprara ese periódico se quemaría en los
fuegos del infierno al igual que si fuera del partido Liberal. Bueno, ese
comentario en cuanto a los Liberales no me cayó bien, puesto que en ese
entonces yo era un Liberal católico.
Fue en ese mismo año que la violencia
política estalló por toda Colombia, encendida por el asesinato en Bogotá de un
popular líder del partido Liberal, Jorge Eliécer Gaitán. Durante años la nación
estuvo al borde de la guerra civil. Todo ese derramamiento de sangre entre los
Conservadores católicos apoyados por el clero y los Liberales católicos me dejó
algo confuso y desilusionado con la Iglesia.
Un tío mío servía como policía cuando la
violencia llegó a su apogeo. Preocupado por tanta matanza entre llamados
católicos, le preguntó a un cura de la ciudad de Armenia si él no creía
que eso era algo muy pecaminoso. El cura respondió asegurándole que, si a mi
tío le daba miedo usar sus armas de fuego, entonces él las bendeciría para que
no hubiera peligro. Le recordó lo que Pedro hizo al tratar de defender al
Cristo, como desenvainó su espada y cortó la oreja del esclavo del sumo
sacerdote, Malco. (Juan 18:10, 11) De la misma manera, agregó el cura, la
Iglesia tenía que defender la fe católica romana aunque significara destruir a
los enemigos en el mismo vientre de su madre. Eso me alejó aún más de la
Iglesia Católica.
De modo que seguí investigando la Biblia con
los evangélicos y en 1949 fui bautizado por ellos. El año siguiente fui
ordenado en Pereira como pastor y asignado a mi ciudad natal de Armenia.
Mi vida como
evangélico
El grupo evangélico con el cual primero me
asocié fue fundado por un americano. Al volver él a los Estados Unidos cerca
del año 1930, no solo vendió el edificio religioso sino también el
movimiento religioso. Un par de miembros consideraron inmoral el haber vendido
la congregación como si fuera compuesta de animales irracionales. Por eso
formaron un movimiento independiente, al cual llamaron “Iglesia Fundamental
Apostólica Colombiana.” Uno de los estatutos sobre el cual se fundó fue que sus
ministros no recibieran salario. Tenían en mente lo que Jesús dijo sobre
‘el asalariado a quien no le importan las ovejas.’—Juan 10:11-15.
Unos treinta años más tarde, el fundador del
movimiento original volvió a Colombia. Tan impresionado quedó él con el
progreso del grupo desprendido, que pidió que le hicieran asociado.
Ostensiblemente, concordó con los estatutos. Pero, dentro de un año, más o
menos, algunos de nosotros nos dimos cuenta de que muchos de los otros pastores
ya no tenían empleo seglar. Descubrimos que el americano estaba
clandestinamente pagándoles. Afrontado con su violación de los estatutos,
sugirió que votáramos sobre el asunto. La mayoría de los pastores estaban más
que contentos de quedarse con el americano.
El hecho de que la mayoría de mis colegas
predicaban por salario, me desanimó. Yo había adquirido el conocimiento de que
la Palabra Divina no debería predicarse por un salario. (Mat. 10:8)
Además, como experto en dactiloscopia y contabilista, yo había rehusado muy
buenas ofertas de empleo para hacerme pastor. También me descorazonaba el
observar la contención y la competición entre los pastores, y me inquietaba el
enterarme de las diferencias que dividen a los evangélicos en tantas sectas.
Entonces, por razones económicas, me mudé a
Bogotá en 1954, y no reanudé mi servicio de pastor sino hasta después
de partir de la ciudad en 1960. Sin embargo, durante este tiempo continué
estudiando la Biblia y comparando sus enseñanzas con las de las diferentes
sectas. Al llegar a estar desencantado con una, me pasaba a otra.
Primero asistí a los cultos de un grupo
pentecostal. Para sorpresa mía, oficiaba una mujer. Yo entendía que,
bíblicamente, la mujer no debe ejercer autoridad sobre el hombre.
(1 Tim. 2:11, 12) Cuando pregunté sobre el punto, me informaron que
el pastor anterior había abandonado a la congregación porque ésta no había
podido satisfacer sus demandas tocantes a salario. Me ofrecieron la oportunidad
de servir de pastor. De modo que una noche me reuní con los encargados para
comparar sus enseñanzas con mis creencias.
Entre otras cosas, ellos decían haber
recibido el don de curación de modo que no necesitaban médicos
ni medicina. Solo tenían que orar, decían, y serían sanados de cualquier
dolencia. Luego, sobre el tema de la Cena del Señor, les pregunté por qué la
celebraban usando copas individuales. Ellos reconocían que, cuando Jesús estuvo
en la Tierra, los participantes sí compartieron una copa común.
No obstante, en aquel tiempo no existía tanto peligro como hoy de
contraerse una enfermedad contagiosa. Les pregunté dónde estaba su fe en su
llamado poder de curación si tenían tanto miedo de infectarse del uso de una
copa común en imitación del Señor. Eso puso fin abrupto a nuestra reunión a las
tres de la mañana.
Unos dos días más tarde visité la iglesia,
pero la señora que presidía no estaba allí. Esa mañana había enfermado y
la llevaron al hospital. Para mí, eso era la confirmación de que ellos
no tenían el don de curación.
Después de eso, me asocié con otra organización
religiosa con tendencias pentecostales. En una campaña de despertamiento
religioso celebrada en la Feria de Bogotá, se programó una exhibición del don
de curación para el último día. Cediendo ante la insistencia de un amigo y a mi
propia curiosidad, fui.
Un viejito ciego fue conducido a la
plataforma y se puso de rodillas. Tanto hombres como mujeres empezaron a orar
sobre él, pidiendo que el espíritu de ceguedad le fuera quitado y la vista le
fuera restaurada. Después de un rato, le preguntaron al ciego si ya podía ver.
Él movió la cabeza de lado a lado y dijo que no.
Se le había pedido al auditorio que se
pusiera de pie y participara en orar. Siendo yo un poco incrédulo, me había
quedado sentado. Habiendo observado esto, dijeron que yo era el culpable.
Debido a mi falta de fe, ellos no habían podido ejecutar el milagro.
Después de instarme a participar, de nuevo oraron sobre el ciego. Pero de nuevo
rehusé colaborar. Al preguntarle al ciego si ya podía ver, otra vez la
respuesta fue negativa. Otra vez atribuyeron el fracaso a ese “incrédulo” que
había entrado en medio de ellos.
Luego, cuando se me acercaron los ministros
encargados, les señalé que la fe de los incrédulos no fue un requisito
previo a que Jesús tuviera éxito en efectuar milagros. (Mat. 8:16; Juan 9:1-7,
35-39) Al contrario, a menudo los había efectuado a fin de convencer a los
incrédulos de que él verdaderamente había sido enviado de Dios. (Juan 10:37,
38, 42; 11:4245) Así pues, si ellos realmente curaban por el poder de Dios,
¡que vencieran mi incredulidad por medio de efectuar el milagro!
Mis relaciones con
los testigos de Jehová
Ahora tengo que decirles de otra faceta de mi
vida. Tiene que ver con mis relaciones con los testigos de Jehová a través de
los años.
Todo empezó en 1952. Al visitar la casa
de mi novia, vi un libro que su padre había obtenido. Se intitulaba “‘Esto
significa vida eterna.’” Sabiendo que yo tenía interés en cualquier cosa
relacionada con la Biblia, él me lo obsequió. Un pastor compañero me informó
que el libro era de los “russellistas,” un nombre que usó con referencia a los
testigos de Jehová. Aunque contenía cosas buenas, era peligroso, me dijo,
porque también contenía error. Yo tenía curiosidad de saber qué error contenía.
Mientras más investigaba, más llegué a conocer acerca de los testigos de
Jehová.
Al tiempo de mi ordenación como pastor, un
amigo que se llamaba Fabio Rodas también fue ordenado. Poco después, sin
embargo, Fabio se hizo testigo de Jehová. La próxima vez que me encontré con
él, él gustosamente aclaró algunas dudas que yo tenía en cuanto al libro que
había recibido. Desde entonces en adelante, cada vez que nos encontrábamos, él
me proveía otras publicaciones de los Testigos.
Debido a la amable insistencia de Fabio, con
el tiempo condescendí a que los Testigos estudiaran la Biblia conmigo. Pero
tercamente rehusaba repudiar mi creencia en la Trinidad, ese “misterio” que
alega que Dios no es uno, sino tres un uno. La convicción mía se basó casi
enteramente en un solo versículo de la Biblia, 1 Juan 5:7. Los Testigos
invariablemente me señalaban que parte de este versículo era espurio, una
añadidura no inspirada hecha posteriormente a las Santas Escrituras. Pero
a mi parecer, eso solo era un argumento débil empleado engañosamente por ellos.
Pero entonces, en 1956, en Bogotá, tuve
uno de esos encuentros de casualidad con Fabio. Acepté su invitación de
acompañarlo al Salón del Reino de los Testigos de Jehová. Allí conocí a la
familia Rivera y se hicieron arreglos para que estudiaran conmigo. Les presenté
la objeción de la Trinidad. Con calma, uno de ellos sacó una Biblia católica,
la Nácar-Colunga, y abriéndola en 1 Juan 5:7 me pidió que leyera el
comentario correspondiente al pie de la página. Leí: “Este versículo, que en la
Vulgata dice: ‘Tres son los que dan testimonio en el cielo, el Padre, el Hijo y
el Espíritu Santo, y los tres son uno,’ falta en los códices antiguos, así
griegos como latinos, etc., y es desconocido de los Padres. Parece tener origen
español y haber ido poco a poco saliendo por vía de exégesis [interpretación]
del versículo precedente. Sólo en el siglo XIII adquirió la forma que hoy
tiene en la Vulgata.”
Al leer eso, pude ver que los testigos de
Jehová tenían razón al decir que parte de ese versículo no tenía derecho a
lugar alguno en las Escrituras inspiradas. Y quedé atónito al aprender que los
evangélicos participaban en el mismo engaño que los católicos romanos al usar
el texto para apoyar su concepto de la Trinidad.
De allí en adelante yo tuve más confianza en
los Testigos. Cuando volví a servir de pastor, sus enseñanzas influían en el
contenido de mis sermones. Como fuente de material para sermones, aun pegué en
mi Biblia el “Resumen bíblico, sin comentarios, de las doctrinas
fundamentales,” publicado por los Testigos en la parte trasera de su libro “Equipado
para toda buena obra.”
No obstante, rehusaba cortar mis vínculos con
los evangélicos. ¿Por qué? Sobre todo, no quería desagradar a mi familia,
pues todos eran evangélicos y varios de ellos pastores, incluso mi padre.
También abrigaba ciertos prejuicios infundados contra los Testigos. Quizás, también,
buscaba una salida, un escape de una responsabilidad que se hacía más evidente
mientras más estudiaba con los testigos de Jehová.
Mi partida del
evangelismo
Una vez que vi la importancia del nombre del
Dios verdadero, Jehová, lo usaba constantemente en mi predicación. Como
resultado, mis superiores deseaban saber hasta qué grado habían influido en mí
los testigos de Jehová. Tuve que comparecer ante el consistorio. Para reafirmar
su confianza en mí, pidieron que pronunciara un sermón exponiendo los errores de
los testigos de Jehová. Puesto que eso hubiera requerido que contradijera mis
propias creencias, respondí: “Jamás daré tal sermón. Si lo que he estado
enseñando de la Biblia armoniza con las enseñanzas de los testigos de Jehová,
entonces irremediablemente tendré que hacerme uno de ellos. ‘Escójanse a quién
quieren servir, pero en cuanto a mí y a mi casa, nosotros serviremos a
Jehová.’”—Jos. 24:15.
Para cortar todo vínculo con la organización
evangélica, trasladé a mi familia de Pereira a Cali. Eso fue a fines del
año 1967. Un domingo, temprano por la tarde, me dirigí al centro de la
ciudad preguntándome cómo pudiera localizar a los Testigos. Entonces, viajando
en el autobús, vi un ejemplar de La Atalaya en el bolsillo
trasero de un señor. Decidí seguirlo. Me condujo directamente al Salón del
Reino. Después de las reuniones de esa tarde, se hicieron arreglos para que yo
volviera a estudiar.
Anteriormente, yo había estudiado con los
Testigos hasta el punto del bautismo. Pero ellos habían rehusado reconocer como
válido mi bautismo evangélico, aunque, como razonaba yo, se me había sumergido
o bautizado ‘en el nombre del Padre, Hijo y espíritu santo.’ (Mat. 28:19) Al
llegar al asunto esta vez, le pregunté al que lo consideraba conmigo, José
Patrocinio Hernández: “Pero, ¿por qué debo yo bautizarme de nuevo?” Me preguntó
sencillamente: “¿Conocía usted el nombre del Padre cuando se bautizó?” Puesto
que no lo conocía, era obvio que no había sido bautizado ‘en Su
nombre.’
Luego, en conexión con ser bautizado ‘en el
nombre del espíritu santo,’ me preguntó: “¿Daba evidencia de tener el espíritu
de Dios por medio de conservar la paz y la unidad la organización que lo
bautizó?” (Efe. 4:3) Entonces recordé que el mismo pastor evangélico que me
bautizó, Ángel de Jesús Vélez, solo dos semanas después había formado una nueva
secta disidente. Puesto que las “altercaciones, divisiones, sectas” no son
“el fruto del espíritu” sino “obras de la carne,” era muy claro que
no tenían el espíritu de Dios.—Gál. 5:19-23.
Así fue que, por fin, el 10 de mayo
de 1969, en compañía de mis dos hijos mayores, me sometí al bautismo
cristiano en símbolo de mi dedicación a Dios. Mi esposa y mis dos hijos menores
lo hicieron más tarde.
En retrospecto, aprecio los sentimientos del
apóstol Pablo cuando dijo: “En un tiempo ustedes eran oscuridad, mas ahora son
luz con relación al Señor. Sigan andando como hijos de luz, porque el fruto de
la luz consiste en . . . verdad.” (Efe. 5:8, 9) Al recordar
mis experiencias como parte de los sistemas religiosos de la cristiandad quedo
impresionado con lo grande que fue esa oscuridad. Ahora, como hijo de luz, qué
agradecido estoy de servir como pastor ordenado por Dios y de producir el fruto
de la luz, a saber, la verdad.—Contribuido.
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