Cuando Alfredo Amador era pequeño, su padre
le mostraba los cielos estrellados y le decía los nombres de algunas
constelaciones. También le decía que todas las había creado Dios. El padre de
Alfredo murió antes de que este cumpliera los 10 años. Alfredo, que
entonces vivía en Turmero, en el estado de Aragua, comenzó a abrigar dudas
sobre su religión. No le parecía correcto que el cura cobrara por hacer
plegarias por los muertos o que los ricos pudieran sacar del purgatorio a sus
parientes antes que los pobres. Lleno de dudas, se entregó a la borrachera, la
inmoralidad sexual, la violencia y las drogas. Al empezar a segar las
consecuencias de lo que había sembrado, se puso a buscar una salida, y se
acordó de aquellas noches en las que contemplaba el cielo con su padre.
Él relata: “Una tarde que me sentía
completamente desesperado le pedí a Dios con lágrimas en los ojos que me
permitiera conocerle. Al parecer oyó mi oración sincera, pues a la mañana
siguiente llamaron a mi puerta dos testigos de Jehová. Tuvimos conversaciones
muy interesantes, pero yo no aceptaba el estudio bíblico. Quería leer la
Biblia por mi cuenta, aunque acepté ir al Salón del Reino. El hermano que me
visitó también me llevó a una asamblea en Cagua. Mientras escuchaba los
discursos, me di cuenta de que había encontrado la verdad. Cuando los que iban
a bautizarse se levantaron para contestar las preguntas, yo también me puse de
pie”.
Alfredo se sorprendió al ver que todos los
que se habían puesto de pie estaban en una sección del auditorio, mientras que
él estaba en otra, pero se puso con ellos en la fila para el bautismo. Alguien
que lo vio le preguntó a qué congregación pertenecía. Ni siquiera sabía que las
congregaciones tuvieran nombre. Pronto se dio cuenta de que en realidad
no estaba listo para bautizarse.
No mucho tiempo después se casó con la mujer
con la que vivía y, gracias a la ayuda de un estudio sistemático de la Biblia,
llenó los requisitos para acompañar a los hermanos en la predicación de casa en
casa. En 1975 se bautizó junto con su esposa. Ahora es anciano cristiano
en Maracay. Espera el día en que su padre sea resucitado en el nuevo sistema de
Dios; entonces podrá decirle que el Creador de quien le habló hace tantos años
se llama Jehová y animarlo a conocerlo bien.
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