martes, 16 de junio de 2015

El vino despertador de pasiones

El ángel poderoso entonces llama atención a lo extenso de la ramería de Babilonia la Grande cuando proclama: “Porque a causa del vino despertador de pasiones de su fornicación todas las naciones han caído víctima, y los reyes de la tierra cometieron fornicación con ella, y los comerciantes viajeros de la tierra se enriquecieron debido al poder del lujo desvergonzado de ella”. (Revelación 18:3.) Ella ha adoctrinado a todas las naciones de la humanidad en sus caminos religiosos inmundos. Según el historiador griego Heródoto, en la antigua Babilonia se requería que cada joven soltera diera su virginidad a la prostitución en los templos como parte de su adoración. Hasta hoy mismo se ve representada repugnante corrupción sexual en las esculturas damnificadas por la guerra en Angkor Vat, en Kampuchea (Camboya) y en los templos de Khajuraho, India, que muestran a un dios del hinduismo, Visnú, rodeado de repugnantes escenas eróticas. En los Estados Unidos las revelaciones de inmoralidad que sacudieron al mundo de los evangelizadores de la TV en 1987, y de nuevo en 1988, así como la revelación de que entre ministros de la religión es extensa la práctica de la homosexualidad, ilustran que hasta la cristiandad tolera alarmantes excesos de fornicación literal. Sin embargo, todas las naciones se han convertido en víctimas de una clase de fornicación que es más seria aún.
Recordemos la ilícita relación religioso-política que ayudó a Hitler a ascender rápidamente al poder en Alemania. Otras naciones también sufrieron por la intromisión de la religión en asuntos seglares. Por ejemplo: en la Italia fascista, el 11 de febrero de 1929, Mussolini y el cardenal Gasparri firmaron el tratado lateranense que convirtió a la Ciudad del Vaticano en estado soberano. El papa Pío XI afirmó que había “puesto de nuevo a Italia en manos de Dios y puesto a Dios de nuevo en Italia”. ¿Era verdad eso? Considere lo que sucedió seis años después. El 3 de octubre de 1935, alegando que Abisinia era “un país bárbaro que todavía practica la esclavitud”, Italia invadió a aquella nación. ¿Quién estaba en realidad obrando bárbaramente? ¿Condenó la Iglesia Católica la barbaridad de Mussolini? Mientras el papa hacía comentarios ambiguos, sus obispos se hicieron muy expresivos bendiciendo a las fuerzas armadas de su “patria” italiana. En el libro The Vatican in the Age of the Dictators (El Vaticano en la era de los dictadores), Anthony Rhodes informa:
 “En su Carta Pastoral del 19 de octubre [de 1935] el obispo de Udine [Italia] escribió: ‘No es ni oportuno ni apropiado que nosotros decidamos qué hay de correcto o qué de incorrecto en este caso. Nuestro deber de italianos, y, más aún, de cristianos, es contribuir al éxito de nuestras armas’. El obispo de Padua escribió el 21 de octubre: ‘En las horas difíciles que vivimos, les pedimos que tengan fe en nuestros estadistas y en nuestras fuerzas armadas’. El 24 de octubre el obispo de Cremona consagró varias banderas de regimientos y dijo: ‘Bendiga Dios a estos soldados que conquistarán nuevas y fértiles tierras para el genio italiano en suelo de África, llevando así a ellas la cultura romana y cristiana. Que Italia se convierta de nuevo en el mentor cristiano de todo el mundo’”.
Abisinia fue ultrajada, con la bendición del clero católico romano. ¿Pudieran, en sentido alguno, alegar aquellas personas que, como el apóstol Pablo, estaban ‘limpias de la sangre de todo hombre’? (Hechos 20:26.)
Añada a Alemania, Italia y Abisinia otra nación que se convirtió en víctima de la fornicación de Babilonia la Grande: España. Entre los factores que iniciaron la guerra civil (de 1936 a 1939) estuvieron las medidas que tomó el gobierno democrático para reducir el enorme poder de la Iglesia Católica Romana. Durante la guerra, Franco, el líder fascista católico de las fuerzas revolucionarias, se llamó a sí mismo “el Generalísimo cristiano de la Santa Cruzada”, un título que después abandonó. Centenares de miles de españoles murieron en aquella guerra. Aparte de esto, según un cálculo conservador los nacionalistas de Franco habían asesinado a 40.000 miembros del Frente Popular, mientras que estos últimos habían asesinado a 8.000 clérigos: monjes, sacerdotes, monjas y novicios. Ese horror y tragedia de la guerra civil ilustra lo sabio que es prestar atención a estas palabras de Jesús: “Vuelve tu espada a su lugar, porque todos los que toman la espada perecerán por la espada”. (Mateo 26:52.) ¡Qué repugnante es que la cristiandad se envuelva en derramamiento de sangre tan extenso! ¡Ciertamente sus clérigos son un fracaso completo en cuanto a “batir sus espadas en rejas de arado”! (Isaías 2:4.)
Los comerciantes viajeros
 ¿Quiénes son “los comerciantes viajeros de la tierra”? Sin duda, hoy los llamaríamos negociantes, gigantes del comercio, magnates de los grandes negocios. Esto no quiere decir que sea incorrecto participar en negocios legítimos. La Biblia suministra consejo sabio para los negociantes: amonesta contra la falta de honradez, la avaricia y aspectos similares. (Proverbios 11:1; Zacarías 7:9, 10; Santiago 5:1-5.) La mayor ganancia es “devoción piadosa junto con autosuficiencia”. (1 Timoteo 6:6, 17-19.) Sin embargo, el mundo de Satanás no se rige por principios justos. La corrupción abunda. Se halla en la religión, en la política... y en los grandes negocios. De vez en cuando las noticias dan a conocer escándalos, como malversación de fondos por funcionarios gubernamentales encumbrados y tráfico ilegal de armas.
El mercadeo internacional de armas es un negocio de más de un billón de dólares (E.U.A.) anualmente, mientras centenares de millones de humanos carecen de los artículos de primera necesidad en la vida. Eso es suficientemente malo. Pero parece que los armamentos son un apoyo fundamental de la economía del mundo. El 11 de abril de 1987 un artículo del periódico londinense Spectator informó: “Contando solo las industrias directamente implicadas, en los Estados Unidos hay unos 400.000 empleos envueltos, y 750.000 en Europa. Pero es curioso que a medida que la fabricación de armas ha ido adquiriendo un papel social y económico más importante, la cuestión misma de si los fabricantes tienen una buena defensa ha pasado a un plano secundario”. Por toda la Tierra se obtienen tremendas ganancias por la venta de bombas y otras armas, hasta a posibles enemigos. Algún día esas bombas podrían regresar para destruir con su fuego y poder a los mismos que las venden. ¡Qué paradoja! A esto se puede añadir el soborno y la corrupción relacionados con la industria de las armas. Según el Spectator, en tan solo los Estados Unidos “cada año el Pentágono pierde, inexplicablemente, 900.000.000 de dólares en armas y equipo”. ¡No debe extrañar que Revelación mencione desfavorablemente a los comerciantes de la Tierra!
Como predijo el ángel glorioso, la religión también se ha implicado profundamente en prácticas de negocio corruptas como las que hemos descrito. Por ejemplo, considérese la conexión del Vaticano con el desplome del Banco Ambrosiano de Italia en 1982. El caso se vio durante la década de 1980, y la cuestión que todavía queda sin contestar es: ¿Adónde fue a parar el dinero? En febrero de 1987 jueces de Milán emitieron órdenes de arresto contra tres clérigos del Vaticano, entre ellos un arzobispo estadounidense, con el cargo de que estuvieron implicados en una fraudulenta declaración de quiebra, pero el Vaticano se negó a acceder a la extradición. En julio de 1987 el más encumbrado Tribunal de Apelaciones de Italia anuló las órdenes de arresto debido a un viejo tratado que existía entre el Vaticano y el gobierno de Italia.

 ¿Se implicó Jesús en las prácticas de negocio dudosas de sus días? No. Él ni siquiera tuvo propiedades, porque ‘no tenía donde recostar la cabeza’. A un joven gobernante rico Jesús dio este consejo: “Vende todas las cosas que tienes y distribuye entre los pobres, y tendrás tesoro en los cielos; y ven, sé mi seguidor”. Aquel consejo era excelente, porque, como resultado de él el joven pudiera haberse librado de todas las inquietudes que le causaban sus asuntos de negocio. (Lucas 9:58; 18:22.) En contraste con eso, muchas veces hay enlaces sospechosos entre la religión babilónica y los grandes negocios. Por ejemplo, en 1987 el Albany Times Union informó que el administrador financiero de la arquidiócesis católica de Miami, Florida, E.U.A., confesó que la iglesia poseía acciones en compañías que hacen armas nucleares, películas no aptas para menores, y cigarrillos.

Bailarina se desnuda en la iglesia

Muchas iglesias recurren a sorteos, ferias, bingo y otras formas de diversión a fin de reforzar su concurrencia menguante. La iglesia First Unitarian de Richardson, Texas, sobrepasó eso al usar una bailarina que se desnudaba poco a poco. Un informe periodístico dijo: “Cuando terminó su baile no le quedaba nada sino su pampanilla.” El clérigo encargado comentó que ella había ejecutado el mismo baile que presenta en un cabaret de Dallas, agregando: “No he recibido una sola queja. . . . Armonizó muy bien con nuestro servicio.” Hubo unos 200 adultos y sus hijos que observaron a la bailarina casi desnuda.

Los bautistas son mucho más conocidos por sus luchas que por el fomento de la paz



“. [...] Cuando el problema de la esclavitud [en Estados Unidos] y otras circunstancias dividieron a las confesiones y luego a la nación en el siglo XIX, los bautistas en el norte y en el sur por igual apoyaron el esfuerzo bélico dándole el carácter de una cruzada justa, convencidos de que Dios estaba de su parte. Los bautistas también apoyaron a su país en las guerras contra Inglaterra (1812), México (1845) y España (1898), argumentando en estas dos últimas que se trataba ‘principalmente de llevar la libertad religiosa a los pueblos oprimidos y de abrir nuevos territorios a la obra misionera’. No se está diciendo que los bautistas desearan la guerra en vez de la paz, sino que, en su mayoría, cuando la guerra fue una realidad, apoyaron el esfuerzo bélico nacional y participaron en él”, comenta una revista teológica bautista (Review and Expositor—A Baptist Theological Journal).

Los cardenales explican por qué los católicos dejan la Iglesia

 “El nacimiento y la difusión de sectas o nuevos movimientos religiosos es un fenómeno notable en la historia religiosa de nuestros tiempos. Trabajan con una gran vitalidad”, declaró el cardenal nigeriano Francis Arinze en el consistorio extraordinario celebrado en el Vaticano en abril de 1991, según se informó en la edición semanal vaticana en lengua española de L’Osservatore Romano. Otro cardenal, Ernesto Corripio Ahumada, arzobispo de Ciudad de México, fue aún más directo en su alocución. Dijo respecto a la proliferación de nuevos movimientos religiosos: “Las sectas pseudocristianas más difundidas son los Testigos de Jehová y los mormones”. Asimismo, el cardenal español Ángel Suquía Goicoechea, arzobispo de Madrid, incluyó a los testigos de Jehová entre las asociaciones religiosas “implantadas en mayor número de países”.
¿En qué radica el éxito de estos grupos en zonas y países mayoritariamente católicos? Varios cardenales adujeron diversas razones. Uno de ellos, Ricardo J. Vidal, arzobispo de Cebú (Filipinas), declaró: “El medio más eficaz que usan para lograrlo suele ser un ataque directo contra las enseñanzas y prácticas católicas, especialmente contra la devoción a María, las imágenes, el culto a los santos, el sacramento de la confesión, el papel del celibato sacerdotal, etc.”.
Este comentario reviste interés en vista de que los cristianos del siglo I no dieron comienzo a ninguna de estas prácticas. La confesión del cardenal recuerda la declaración de otro prelado católico, el cardenal Newman, quien escribió en 1878: “La utilización de templos y su consagración a determinados santos [...], las ofrendas votivas [...], el agua bendita [...], [y] más tarde las imágenes [...], son todas [prácticas] de origen pagano santificadas por su adopción en la Iglesia”.
¿Qué otras razones adujeron los cardenales para la “vulnerabilidad” de su grey? Según el cardenal Vidal, una es “la escasez de sacerdotes que podrían ejercer su ministerio respondiendo de una manera personal a las necesidades de los fieles católicos. No hay que maravillarse, por tanto, de que muchas de nuestras diócesis sean campos abiertos para las actividades proselitistas de las sectas”. Ahora bien, ¿a qué se debe la falta de sacerdotes? Un factor de primer orden es la norma antibíblica del celibato sacerdotal, impuesta en la Iglesia latina en el siglo XII, y esto pese a que en 1 Timoteo 4, versículos 1 y 3, las Escrituras explican (según la versión católica Biblia de Jerusalén): “El Espíritu dice claramente que en los últimos tiempos algunos apostatarán de la fe [...]; éstos prohíben el matrimonio”. (Compárese con 1 Corintios 9:5; 1 Timoteo 3:1, 2.)
¿Qué propuesta para solucionar el problema del abandono de la Iglesia avanzó el cardenal Vidal a sus compañeros de prelacía? “Tenemos planteado el reto de leer y estudiar, meditar y vivir la palabra de Dios.” Esto es exactamente lo que los testigos de Jehová instan a hacer a todas las personas sinceras, sin importar sus antecedentes sociales o religiosos. Por esta razón, están muy resueltos a predicar “esta Buena Nueva del Reino en el mundo entero, para dar testimonio a todas las naciones”, antes de que Dios acabe con este mundo dominado por Satanás. Si su deseo es “leer y estudiar [...] la palabra de Dios”, póngase en contacto con los testigos de Jehová en el Salón del Reino de su población. (Mateo 24:14, BJ; 1 Juan 5:19.)


¿Qué lleva a tantas personas a hacerse testigos de Jehová?


En muchos países la gente está haciendo precisamente eso. Por ejemplo, en Bolonia, Italia, las autoridades eclesiásticas, con la aprobación del papa, celebraron un congreso para estudiar la manera de combatir el éxito de los testigos de Jehová. La Iglesia Católica levantó un “clamor de alarma”, según el periódico La Repubblica, porque cada año diez mil católicos se hacen testigos de Jehová.
El jesuita Giusseppe De Rosa dijo que “desde el punto de vista religioso los más peligrosos son los testigos de Jehová. Vienen completamente adiestrados; siempre tienen la Biblia en la mano”.
En un artículo de fondo que trataba específicamente de los testigos de Jehová, la revista jesuita La Civiltá Cattolica del 18 de febrero de 1984 dijo:
“La primera razón para la difusión de este movimiento está en las técnicas de propaganda [es decir, en la predicación]. Por una parte la obra es esmerada, efectuada de casa en casa por personas a quienes se adiestra escrupulosamente en esta obra, y que están profundamente convencidas [...]
”La segunda razón del éxito de los TJ es la fuerza de atracción del mensaje jehovista, porque puede satisfacer las necesidades, demandas y expectativas de la gente de nuestro tiempo. Ante todo, satisface la necesidad de certezas, algo que se aprecia mucho en un tiempo en que todo es dudoso e inestable. [...] Sobre todo, es una revelación absolutamente segura del futuro, y, por lo tanto, todos los que la aceptan experimentan liberación de todo temor y ansiedad y pueden enfrentarse al futuro con gozo, con la seguridad de que sobrevivirán a la destrucción que le traerá el tremendo día de juicio de Dios a un mundo inicuo, para vivir en felicidad eterna en la Tierra. En segundo lugar, el mensaje jehovista ayuda a vencer la inquietud del individuo frente a los ayes de este mundo, al anunciar que dentro de poco tendrá fin la situación insoportable de hoy día, y que pronto, por lo tanto, habrá una nueva era, nacerá un nuevo mundo del cual serán eliminados todos los inicuos que ahora triunfan. [...]
”La tercera razón del éxito de los TJ es que ese movimiento da a sus miembros una identidad precisa y fuerte, y es un lugar donde se les acoge con afecto y un sentido de hermandad y solidaridad”.
El documento del Vaticano analizó las necesidades de la gente en la actualidad, y la cita anterior tomada de la revista jesuita La Civiltá Cattolica mostró que el mensaje de los testigos de Jehová es lo que satisface esas necesidades. Esto lo muestra también el escritor católico Vittorio Messori en su libro reciente Scommessa sulla morte (Una apuesta sobre la muerte), en el cual escribe:
“Pone a uno a pensar el darse cuenta de que una de estas sectas apocalípticas —los testigos de Jehová— es la confesión o religión que más rápidamente crece en el mundo. Está entre las religiones que más se practican en muchos países [...] y quizás está en primer lugar en lo que se refiere a fervor, celo, activismo, capacidad para hacer prosélitos.
”Y su presencia, cada vez más acentuada, no se limita a países de tradición cristiana, sino que alcanza al mundo entero, donde, en el nombre de Jehová, y en poco tiempo, obtienen resultados que suelen ser superiores a los de misioneros católicos, protestantes y ortodoxos que han trabajado por siglos.
”Esta impresionante fuerza expansiva se les hace incomprensible solo a los que no quieren admitir que [...] evidentemente el modo como entienden la Biblia los testigos de Jehová satisface verdaderas necesidades que otras teologías ya no satisfacen.
”No se puede evitar la cuestión insinuando que los Testigos prosperan porque asustan a la gente. Sucede precisamente lo contrario: A diferencia de las iglesias ‘oficiales’, niegan la existencia del infierno, y predican aniquilación, desaparición definitiva después de la muerte, para los inicuos e incrédulos. Quizás esa sea una perspectiva desagradable; pero ciertamente asusta menos que la amenaza de dolores terribles por toda la eternidad”.
Sí, el Dios de los testigos de Jehová es un Dios amoroso, no uno que aterrorice a la gente.
La siguiente cita es de la revista católica Mondo erre de marzo de 1986: “Debe decirse que los testigos de Jehová son los primeros que viven la fe que predican: No se encolerizan, no fuman, no acumulan riquezas, se mantienen fuera de las discusiones políticas, [...] pagan los impuestos, viven una vida virtuosa y honrada, son felices y serviciales. Todo esto ha hecho que la gente los aprecie”.
Entrevistas de personas que abandonaron el catolicismo
Es interesante considerar algunos relatos de primera mano que muestran por qué dos ex católicos escogieron otra religión.
Rosanna C., una joven casada que vive en la provincia de Parma (en el norte de Italia), dice:
“Tuve una infancia tranquila. Recibí mucho afecto de mis padres y una educación católica normal. Durante la adolescencia desarrollé un deseo que es común entre mucha gente joven: quise hacerme útil a Dios y servirle. Este deseo se intensificó cuando leí un ejemplar del Evangelio que compré en un quiosco de libros. Nunca antes lo había leído. Lo que leí me hizo amar a Jesús. Me di cuenta de que él tenía un mensaje de esperanza para la humanidad, aunque yo no podía entender su significado. También me di cuenta de que sus discípulos tienen que mostrar profundo amor a Dios y a su semejante”.
¡Despertad!: ¿Le satisfacía la manera como practicaba su religión?
Rosanna: En realidad, no. Cuando tenía 17 años enseñé catecismo a niños de 10 a 12 años de edad. Como miembro de un grupo juvenil de la Acción Católica participé en reuniones y meditación espiritual. En sentido religioso me hallaba muy ocupada. Pero había dos cosas que no me gustaban. La Biblia, el libro que tanto respetaba yo, nunca se examinaba, y en el grupo al que yo pertenecía no había verdadero amor altruista ni unidad. Pero eso no era todo. Me preocupaba el hecho de que el grupo aceptaba y tenía en alta estima a un sodomita y a una lesbiana. Cierta tarde no pude contenerme y me puse a llorar.
¡Despertad!: ¿Se le hizo fácil hacerse testigo de Jehová?
Rosanna: ¡De ninguna manera! Al principio, cuando mis padres empezaron a recibir visitas de los testigos de Jehová, no quise escuchar. Sin embargo, después, impresionada por los buenos modales de los Testigos, decidí conocerlos y participé en una consideración de asuntos bíblicos con ellos. Esto fue decisivo para mí. Lo que más me impresionó fue el hecho de que para cada objeción que yo presentaba ellos me daban una respuesta clara tomada de la Biblia.
¡Despertad!: ¿Pidió usted consejo a algún sacerdote después de aquella conversación?
Rosanna: Sí, a varios, y a una monja. Ellos no estaban muy interesados en ayudar a una ‘oveja perdida’. Después de un estudio cuidadoso de la Biblia, simbolicé mi dedicación a Jehová por bautismo en agua en 1977.
Claudio C., de 30 años, de Isernia (en el centro de Italia), dijo:
“A los diez años de edad entré voluntariamente en un seminario de los frailes capuchinos. Deseaba servir a Dios como misionero. La vida de seminarista tenía sus problemas debido a ciertas situaciones que existían en el seminario; pero lo que realmente me perturbó fue que mis superiores rehusaron darme un ejemplar de la Biblia, a pesar de mis grandes deseos de leerla. Me preocupé todavía más cuando un sacerdote nos dijo que el hombre había llegado a existir por evolución. Me di cuenta de que no podía alcanzar mi meta de servir a Dios en el seminario, de modo que lo abandoné a la edad de 15 años”.
¡Despertad!: ¿Cómo se puso en comunicación con los testigos de Jehová?
Claudio: Ellos llegaron a mi casa. Recuerdo que les hice preguntas directas, y me dieron respuestas directas y precisas. Me dejaron dos libros: ¿Llegó a existir el hombre por evolución, o por creación? y ¿Es la Biblia realmente la Palabra de Dios? Los leí y me di cuenta de que la teoría de la evolución no tiene fundamento, y de que las Escrituras han sido inspiradas por Dios. Mi hermano había empezado a buscar conmigo la verdad, y ambos nos preguntábamos si acaso los Testigos en realidad eran los representantes del cristianismo verdadero. Teníamos que examinar más cuidadosamente sus doctrinas.
¡Despertad!: Entonces, ¿qué hicieron?
Claudio: Conversamos con tres sacerdotes y con ministros de varias religiones protestantes. Después de investigar cuidadosamente, quedamos convencidos de que los testigos de Jehová eran quienes realmente ayudaban a la gente a entender la Biblia. Nos bautizamos como testigos de Jehová, y finalmente he logrado la meta de mi niñez de servir a Dios.
¿Está usted dispuesto a comparar sus puntos de vista religiosos con la Biblia, la Palabra de Dios? ¿Tiene el valor de hacer eso con mente abierta?


Se multiplica la adoración de Satanás

Según el periódico Die Vaderland de Johannesburgo, durante las últimas décadas la cantidad de miembros de la iglesia de Satanás en África del Sur ha aumentado de 20.000 a más de 165.000, un aumento de más de 700 por ciento. Citas de la “Biblia Satánica” que aparecen en una solicitud para ingresar en la “Iglesia” pudieran explicar por qué ciertas personas están interesadas en hacerse miembros. Por ejemplo, una cita declara: “Satanás representa el satisfacerse más bien que el contenerse.” Y otra dice: “Satanás representa todos los llamados pecados, ya que todos llevan a la satisfacción física, mental o emocional.” Según el periódico, los “servicios” de esta iglesia se caracterizan por sacrificios de animales, orgías sexuales y el beber sangre.

“Un error de redacción”




Según una profecía del Libro de Mormón, los indios norteamericanos se harían “blancos y encantadores” si se hacían miembros de la Iglesia Mormona. Los mormones creen que la tez oscura de los indios fue una maldición que Dios pronunció en contra de los antepasados de éstos, la cual sería quitada si se hacían mormones. Pero en 1978 Spencer Kimball, el presidente de la iglesia, “anunció una revelación procedente de Dios,” y la iglesia “desechó una doctrina racial que impedía que los negros ocuparan el puesto de sacerdote,” dice un informe reciente del Times de Nueva York. De modo que ahora, en una nueva edición del Libro de Mormón, en lugar de “blancos y encantadores” el pasaje en cuestión lee “puros y encantadores.” Un oficial de la iglesia dijo que “la palabra ‘blancos’ era un error de redacción y que el Sr. [Joseph] Smith tenía la intención de usar la palabra ‘puros’ en la profecía.”

Ataque a la reputación del apóstol Pablo



El obispo episcopal estadounidense John S. Spong  publicó un libro donde dijo que el apóstol Pablo era homosexual. Spong fue por mucho tiempo una figura controvertida. En la década de los setenta hizo una campaña en favor de la ordenación sacerdotal de las mujeres. En los años ochenta, instó a los sacerdotes a bendecir las uniones homosexuales y ordenó sacerdote a un homosexual activo. Según The New York Times, al enseñar que el apóstol Pablo era homosexual, Spong “esperaba que los homosexuales se sintieran más cómodos en la Iglesia episcopal y también atraer a los que dejaron la Iglesia porque la veían como una institución moribunda aferrada a opiniones anticuadas”. Pero el Times indicó que “sobre su tesis de Pablo han llovido críticas procedentes de todas partes: de amigos y enemigos, de liberales y conservadores, de protestantes y católicos”. Posiblemente, lo más sorprendente de esta historia es que Spong insistió en que sus conclusiones se basaban en un “estudio profundo de la Biblia”.

miércoles, 10 de junio de 2015

¿Aceptaría usted una visita?


Una señora de Corpus Christi, Tejas, E.U.A., escribió a la Sociedad Watchtower de Brooklyn, Nueva York, y dijo: “Me llamo Emily, y he examinado la literatura que unos testigos de Jehová me dieron hace unas semanas. Después de leer las revistas y comparar la información con la Biblia de mi familia, vi la diferencia entre lo que la Iglesia Católica Romana enseñaba y lo que se hallaba en la Santa Biblia. Allí yo nunca oía del nombre de Dios ni del Reino venidero de Dios, asuntos que, como descubrí, son fundamentales en mi Biblia. He dejado de asistir a la iglesia de mi familia y he empezado a estudiar la Biblia, gracias a la literatura que ustedes publican, que dice la verdad.
”Me gustaría comenzar a reunirme con la congregación local de los testigos de Jehová. Sírvanse avisarles que vengan a mi hogar para conversar con ellos”.
Un testigo de Jehová con gusto visitaría su hogar también para ayudarle a aprender más acerca de Dios, su Reino y sus propósitos, según lo que enseña la Biblia. Para obtener este servicio, sencillamente suministre la información que se pide abajo.
https://www.jw.org/es/testigos-de-jehov%C3%A1/curso-b%C3%ADblico-gratuito/


¿Están contados los días de la religión?


“La tierra ciertamente estará llena del conocimiento de Jehová como las aguas cubren el mismísimo mar.”—ISAÍAS, PROFETA ISRAELITA DEL SIGLO VIII A.E.C.
El profeta Isaías vaticinó así el día en que toda la Tierra estaría unida en la adoración al Dios Omnipotente. La situación actual, sin embargo, lleva a que algunas personas vean más lejana que nunca la realización de esta profecía.
En los primeros decenios de este siglo, por ejemplo, los revolucionarios bolcheviques creían que la supresión de la religión constituía un paso necesario para la liberación del proletariado. Afirmaban que el ateísmo ‘liberaría a las masas obreras de la carga de los prejuicios y engaños del pasado’. Stalin logró que de las más de 40.000 iglesias ortodoxas que estaban abiertas al público en 1917, solo quedaran 100 en 1939.
Hitler también consideraba la religión como un obstáculo para alcanzar el dominio absoluto. “Uno es cristiano o alemán. No es posible ser ambas cosas”, declaró en cierta ocasión. Pretendía eliminar gradualmente toda religión que escapara a su control. Para ello, los nazis elaboraron rituales cuasirreligiosos: oraciones, festividades, bautismos y hasta funerales. Hitler era su mesías, y la patria su divinidad. Con el beneplácito hitleriano podían cometerse todo tipo de atrocidades.
¿El ocaso de la religión?
Hitler y Stalin fracasaron en su empeño por erradicar la religión. Pero parece que hoy en día, la indiferencia hace las veces de la tiranía. Al estudiante de la Biblia no le sorprende que los sucesos hayan adoptado este cariz, pues el apóstol Pablo dijo a Timoteo que en los “últimos días” los hombres serían “amadores de placeres más bien que amadores de Dios”. (2 Timoteo 3:1-4.)
¿Enseña la Biblia que estos “últimos días”, caracterizados por la apatía religiosa, preludian la caída de todas las religiones? No, pues las Escrituras predicen únicamente el fin de la religión falsa, cuyo nombre simbólico es Babilonia la Grande. El libro de Revelación o Apocalipsis dice: “Un ángel fuerte alzó una piedra semejante a una gran piedra de molino y la arrojó al mar, diciendo: ‘Así con lanzamiento veloz será arrojada abajo Babilonia la gran ciudad, y nunca volverá a ser hallada’”. (Revelación 18:21.)
Sin embargo, la desaparición de la religión falsa no dará paso al imperio del ateísmo. Por el contrario, el Salmo 22:27 predice: “Todos los cabos de la tierra se acordarán y se volverán a Jehová. Y todas las familias de las naciones se inclinarán delante de ti”. ¡Imagínese el día que “todas las familias de las naciones” se unan para adorar al único Dios verdadero! Esta extraordinaria profecía se cumplirá bajo el dominio del Reino de Dios. (Mateo 6:10.) Cuando llegue aquel día, la religión —la verdadera— tendrá gran relevancia. Pero ¿qué puede decirse de la actualidad?
Se llena un vacío espiritual
La vacuidad espiritual que predomina en la Europa actual es muy parecida a la del Imperio romano en el siglo I. El historiador Will Durant explica cómo satisficieron los cristianos la necesidad espiritual del momento: “En el vacío moral de un paganismo moribundo, en la frialdad del estoicismo y la corrupción del epicureísmo, en un mundo enfermo de brutalidad, crueldad, opresión y caos sexual, en un imperio pacificado en el que aparecían ya superfluas las virtudes masculinas y los dioses de la guerra, el cristianismo introducía una nueva moralidad de fraternidad, benevolencia, decoro y paz”.
El vacío espiritual y moral que siente el hombre de nuestro tiempo puede llenarse con el mismo poderoso mensaje que predicaron por todo el Imperio romano los primeros cristianos; y hay personas dispuestas a escuchar. Muchos europeos, aunque no parezcan muy religiosos, todavía opinan que Dios ocupa un lugar destacado en su vida. Aunque no asistan a los oficios religiosos tradicionales, algunos han llenado su vacío espiritual en otro lugar.
Juan José, joven de la ciudad española de Palma de Mallorca, estudió en un colegio católico y fue monaguillo hasta los 13 años. Los domingos iba a misa con su familia, pero dejó de ir en la adolescencia. ¿Por qué? “En primer lugar, la misa me aburría —explica Juan José—. Me la sabía de memoria, pues siempre se repetía lo mismo. Además, el cura nos trataba mal a los monaguillos. Por otro lado, no veía bien que la gente humilde tuviera que pagar por las misas de difuntos.
”No dejé de creer en Dios; solo pensé que podía adorarlo a mi manera, sin ir a la iglesia. Mis amigos y yo tratábamos de sacarle el jugo a la vida. Creo que para mí, lo primero era divertirme.
”Cuando cumplí 18 años empecé a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Me ofrecieron algo que no había visto nunca en la iglesia: una fe clara basada en la Biblia, y no en la tradición ni en ‘misterios’ que no me cabían en la cabeza. Tuve que hacer muchos cambios a causa de mis nuevas creencias. En vez de dedicar los fines de semana a organizar fiestas en las discotecas, empecé a ir de casa en casa para hablar con los vecinos de la fe que acababa de aprender. Mi vida cobró sentido al dedicarme a ayudar al prójimo. Llevo ya siete años sirviendo de ministro de tiempo completo de los testigos de Jehová.”
Pero no son únicamente los jóvenes quienes tratan de llenar el vacío espiritual que sienten. Antonia, una anciana de Extremadura (España), dedicó la mayor parte de su vida a lo que denomina “buscar a Dios”. En la adolescencia oía misa a diario; acabó ingresando en una orden religiosa católica, pues decía: “Si Dios no está en el convento, no está en ningún sitio”. Tres años más tarde renunció, más desencantada y vacía que antes.
Cuando ya había pasado de los 50 años, se hizo testigo de Jehová. “Estaba contentísima de que los Testigos me hubieran visitado y con mi propia Biblia hubieran contestado mis preguntas —explica ella—. Desde que me hice testigo de Jehová, mi vida ha tenido propósito. Las pruebas no faltan, pero ahora que conozco al Dios verdadero puedo soportarlas.”
Estos no son dos casos aislados. En contraposición a la situación religiosa actual, cada vez más personas se relacionan con los testigos de Jehová y descubren que al vivir y predicar su fe, su vida adquiere sentido.
La religión verdadera es más relevante que nunca
Aunque vivamos en una época en que muchas personas rechazan la religión, sería imprudente pensar que todas las religiones son irrelevantes. Es cierto que en nuestro siglo la gente repudia los rituales vanos y los dogmas anticuados y antibíblicos, y que detesta ir a la iglesia por el qué dirán. En realidad, la Biblia nos recomienda evitar la religión hipócrita. El apóstol Pablo predijo que en los “últimos días”, habría individuos que ‘tendrían una forma de devoción piadosa, pero resultarían falsos a su poder’. Tales personas presentarían una fachada de religiosidad, pero negarían la validez de su devoción con su conducta. ¿Cómo debemos reaccionar ante quienes actúan con hipocresía religiosa? “De estos apártate”, aconsejó Pablo. (2 Timoteo 3:1, 5.)
Pero Pablo también dijo que “la religión es una fuente de gran riqueza”. (1 Timoteo 6:6, Versión Popular.) Pablo no se refería a cualquier tipo de religión. El vocablo griego que se traduce “religión” en este pasaje es eu·sé·bei·a, que significa “devoción o reverencia a Dios”. La religión verdadera, la auténtica devoción piadosa, “encierra promesa de la vida de ahora y de la que ha de venir”. (1 Timoteo 4:8.)
Como demuestran los ejemplos citados, la religión verdadera da sentido a nuestra vida y nos ayuda a encarar los problemas con entereza. Lo que es más importante, la religión verdadera nos garantiza un futuro eterno. Merece la pena seguir este tipo de adoración, pues tenemos la seguridad de que acabará ‘llenando la tierra’. (Isaías 11:9; 1 Timoteo 6:11.) No cabe duda: la religión verdadera es hoy más relevante que nunca.
[Nota]
La Biblia emplea a la antigua ciudad de Babilonia como símbolo del imperio mundial de la religión falsa, pues en aquella ciudad surgieron muchas doctrinas religiosas antibíblicas. Con el paso de los siglos, estas ideas babilónicas se asimilaron en las principales religiones del mundo.

Historia de dos edificios

  España está repleta de edificios religiosos; sin embargo, el fervor que antaño permitía construir costosas catedrales parece haber desaparecido. Por ejemplo, en Mejorada del Campo, población situada a las afueras de Madrid, se está construyendo una impresionante catedral católica. Justo Gallego Martínez, ex monje benedictino, inició las obras hace cuarenta años. Sin embargo, aún no hay más que una estructura hueca. Como el edificador solitario, no es muy probable que el templo se termine. Sin embargo, 300 kilómetros al sur se dio un caso muy diferente.

  “La fe mueve montañas” fue la frase que escogió una publicación local para describir la construcción de un Salón del Reino que realizaron los testigos de Jehová en la localidad española de Martos (Jaén) en solo dos días. “¿Cómo es posible —preguntó la publicación— que en este mundo actual basado en el egoísmo, personas de varias regiones [de España] se desplacen a Martos de forma altruista y gratuita, para llevar a cabo [...] una obra que ha batido el récord en rapidez, perfección y organización?” El artículo respondió citando las palabras de un voluntario: “El mérito está en que somos un pueblo enseñado por Jehová”.


¿Qué piensa su iglesia acerca de la homosexualidad?


¿Sabe usted con seguridad? ¿Le ha preguntado a su ministro?
Se han efectuado tremendos cambios en las iglesias, incluso cambios en sus puntos de vista sobre la homosexualidad. The Christian Century del 15 de diciembre de 1971 hizo notar:
“Cada vez más sectas ‘principales’ están preparadas para dar la bienvenida a homosexuales como miembros y copartícipes en su vida, tanto en Inglaterra como en los Estados Unidos.”
Se ve, pues, que las preguntas que se hacen aquí son apropiadas. ¿Realmente sabe usted lo que su iglesia piensa acerca de la homosexualidad?
El éxito manifiesto de que han disfrutado las iglesias establecidas especialmente para los homosexuales ha tenido mucho que ver con el cambio en la actitud de las iglesias ‘principales’ para con la homosexualidad. La primera iglesia homosexual se organizó en 1968, pero actualmente se informa que hay 43 congregaciones para homosexuales en 19 estados de los EE. UU. y Londres, ¡con un total internacional de 15.000 miembros! También, hay la sinagoga para homosexuales Beth Chayim Chadashim en California, y el rabino Erwin Herman dice que su “oportunidad es excelente” para ser miembro de la Unión de Congregaciones Hebreas Americanas.
Por supuesto, todavía es cierto que si ciertas iglesias ‘principales’ se enteran de que su ministro es homosexual, pueden removerlo. Pero dicha acción es contraria a la tendencia. Por ejemplo, ya no es la norma en el Seminario Teológico Unión despedir a homosexuales conocidos que estudian para el ministerio. De hecho, en junio de 1972 la Iglesia Unida de Cristo que tiene dos millones de miembros ordenó a un ministro declarado abiertamente homosexual. En la votación, 27 clérigos favorecieron la ordenación, 13 se opusieron.
Con los cambios en mira, algunos líderes religiosos ahora están declarando abiertamente su homosexualidad. Uno de ellos escribió lo siguiente en The Christian Century del 27 de septiembre de 1972:
“Tengo el más alto grado que se puede ganar en la religión; he enseñado a nivel universitario por casi 20 años; y soy ministro ordenado. . . . Prefiero la compañía de hombres... en la cama y fuera de ella.”
¿Le inspira repugnancia esto a usted? Si amamos a Dios y su Palabra inspirada sí nos inspirará repugnancia, pues la Biblia dice: “No te acostarás con un varón como con una mujer; es una abominación.” También, en vez de tratar a los homosexuales como cristianos, el apóstol Pablo declaró: “No se engañen; ni los inmorales . . . ni los homosexuales . . . heredarán el reino de Dios.” Podían llegar a ser cristianos solo después de abandonar los caminos inmorales.—Lev. 18:22; 1 Cor. 6:9, 10, Revised Standard Version.
A pesar de estas escuetas declaraciones bíblicas, muchas iglesias están dando la bienvenida a homosexuales practicantes. De hecho, el Daily News de Washington informó: “Un número creciente de clérigos (tanto homosexuales como heterosexuales) están oficiando en ‘matrimonios’ homosexuales tanto de varones como de hembras.” Considere, como ejemplo, el Globe de Boston del 8 de abril de 1973 que informó:
“Dos varones de Boston que se conocieron mientras estudiaban para el ministerio metodista unido fueron ‘casados’ ayer en la Iglesia Old West de la secta . . . El Rdo. William E. Alperts, pastor, llevó a cabo . . . la ceremonia matrimonial de los homosexuales.”
“Sin embargo,” quizás diga usted, “mi iglesia jamás aprobaría cosa semejante.” Pero, ¿está usted seguro? ¿Sabía usted que muchos líderes de cuerpos religiosos episcopal, presbiteriano, luterano, católico, metodista, bautista y otros aprueban la homosexualidad?
El obispo EPISCOPAL J. Brooke Mosley, presidente del Seminario Teológico Unión de la ciudad de Nueva York, dijo:
“Firmemente creo que una persona orientada homosexualmente puede ser cristiana sana y fiel; y lo que es más, que él o ella puede ser un ministro cristiano dedicado... y algunas de ellas ya lo son.”
En 1970 la Asamblea General 182 de la IGLESIA PRESBITERIANA UNIDA publicó y recomendó para estudio un informe que declaraba:
“Las reflexiones éticas y las actitudes personales de la comunidad cristiana deben ser de tal índole que a las personas homosexuales no se les haga sentir que su preferencia sexual está en conflicto irresoluble con el ser miembros de la confraternidad cristiana.”
También en 1970, en su Quinta Asamblea Bienal, la IGLESIA LUTERANA DE ESTADOS UNIDOS aprobó esta declaración sobre la homosexualidad:
“Las personas que participan de comportamiento homosexual son pecadoras solo como lo son todas las otras personas... alejadas de Dios y del prójimo. . . . Es esencial verlas como personas que tienen derecho a entendimiento y a justicia en la iglesia y la comunidad.”
El sacerdote CATÓLICO ROMANO Henry Fehren, escribiendo en el U.S. Catholic de septiembre de 1972, revista que fue “publicada con aprobación eclesiástica,” dijo:
“Si Dios no aborrece, sino más bien ama, al homosexual con la naturaleza con la cual fue creado nosotros no podemos hacer menos. Y esto significa que tenemos que aceptar al homosexual tal como es. . . .
“El amor homosexual puede ser tan noble, hermoso y santo como el amor heterosexual.”
W. Paul Jones, profesor de la Escuela de Teología Saint Paul METODISTA de Kansas City, Misuri, escribió esto en Pastor Psychology de diciembre de 1970:
“Llegamos a la conclusión de que . . . la relación profunda entre dos miembros del mismo sexo no solo es moralmente permisible sino que ha de buscarse, estimularse, apoyarse y facilitarse con todas las facultades a nuestra disposición. No hay sustituto para tal relación, y no ha de ser privado de ella el homosexual.”
Y en Review and Expositor, primavera de 1971, una revista publicada por la facultad del Seminario Teológico BAUTISTA MERIDIONAL de Louisville, Kentucky, el profesor John H. Boyle dijo:
“Las raíces del pecado no yacen en el acto mismo homosexual. . . .
“Si la Iglesia es fiel a su llamamiento tiene que declarar osadamente que los homosexuales son personas, hechas a la imagen de Dios, por quienes murió Cristo, y que por la gracia de Dios los que no eran pueblo son pueblo de Dios, porque en otro tiempo no habían recibido misericordia pero ahora han recibido misericordia.”
Sí, eminentes líderes religiosos de las iglesias ‘principales’ verdaderamente aprueban la homosexualidad. Han rechazado la Biblia. Como dijo el obispo episcopal Brooke Mosley: “Nuestro entendimiento de la moralidad cristiana ha avanzado mucho más allá de las leyes del Antiguo Testamento . . . y de los edictos de San Pablo.” Si los líderes de las iglesias ‘principales’ dicen cosas semejantes, ¿puede usted realmente saber con certeza que su ministro no opina lo mismo? ¿Por qué no le pregunta?


‘Venta de almas’



Según el periódico sueco Stockholms Tidningen, durante las últimas décadas cierta compañía de Suecia ha examinado minuciosamente registros eclesiásticos, archivos estatales, actas de procesos judiciales, y así por el estilo, para recopilar tantos nombres de difuntos como fuera posible, unos 15 millones de ellos, algunos de los cuales se remontan al siglo XVI. Se han microfilmado los documentos que contienen tales nombres, y los microfilmes se han vendido a los mormones de los Estados Unidos. Para ayudar a que se salven las generaciones de personas muertas, y especialmente sus propios antepasados, los mormones se bautizan en nombre de los difuntos. Se dice que la compañía sueca en cuestión, llamada Recolid, obtuvo casi un millón de dólares en ganancias mediante su productiva ‘venta de almas’.

Testimonio de la madre de Smith


Recientemente la Iglesia Mormona de Utah anunció el descubrimiento de un documento histórico importante... una carta que aparentemente fue escrita por Lucy Mack Smith, madre de Joseph Smith, hijo.
La carta, con fecha del 23 de enero de 1829, fue escrita como un año antes de que Joseph Smith publicara el Libro del Mormón. Lucy Mack Smith escribió a su cuñada: ‘Me complace informarte de una gran obra que el Señor ha efectuado en nuestra familia, pues, mediante sueños, ha dado a conocer sus caminos a Joseph, y Dios se ha complacido en mostrarle dónde puede ir a cavar para conseguir un registro antiguo grabado en tablas de oro puro, las cuales Joseph sabe traducir’.
De acuerdo con Dean Jessee, historiador de la iglesia, la carta “muestra que desde el principio, cuando se iba levantando el telón de la iglesia en 1829, la familia Smith habla y dice las mismas cosas que relata después en sus historias”. Y eso “da testimonio en cuanto a la credibilidad de la historia de Joseph Smith y su madre”, dijo Jessee.
Aunque esta carta tienda a desacreditar la teoría de algunos críticos de que Smith haya escrito el primer libro como una novela y haya alegado después que fue por inspiración, en realidad contribuye muy poco en cuanto a confirmar que el libro sea genuinamente de origen divino. Más importante, la declaración de la madre de Smith no es realmente convincente en vista de la advertencia del apóstol Pablo en Gálatas 1:8: “Pero aunque viniéramos nosotros o viniera del cielo algún ángel para anunciarles el Evangelio de otra manera que lo hemos anunciado, ¡sea maldito!”. (La Nueva Biblia [Latinoamérica].)


¿Quiénes serán evangelizadores?


En  una reunión del Consejo Mundial de Iglesias celebrada hace más de ochenta años, se instó a los miembros a “llenarse de un espíritu evangelizante” y a enseñar a sus rebaños a “ir a evangelizar”. Un lustro después, el eclesiástico católico John A. O’Brien escribió sobre la necesidad de captar nuevos discípulos “yendo adonde ellos”, y no simplemente “quedándose sentados en casa”. Y en enero de 1994, el papa Juan Pablo II dijo que “no [era] momento para avergonzarse del Evangelio, sino para pregonarlo desde las azoteas”.
Al parecer, estos llamamientos ocasionales pidiendo evangelizadores han caído en oídos sordos. Un artículo del periódico australiano Illawarra Mercury dijo: “Los católicos prominentes de la costa sur no desean dar a su fe un enfoque como el de los testigos de Jehová”. Un hombre afirmó que la evangelización sencillamente “no forma parte de la mentalidad católica”. Otro argumentó: “Está bien que la Iglesia se promocione a sí misma, pero no tocando a las puertas. Tal vez fuera mejor hacerlo a través de las escuelas o por carta”. Incluso el deán de una catedral no estaba muy seguro de cómo interpretar los comentarios del Papa. “Animaremos a la gente a vivir el Evangelio que conoce —dijo—. Que esto signifique hacer visitas a domicilio es otra cosa.” El titular del artículo resumió muy bien la situación: “Los católicos no quieren obedecer el llamamiento del Papa para que se predique”.
Pese al fracaso de la cristiandad en lo que respecta a evangelizar, más de cinco millones de testigos de Jehová obedecen el mandato de Jesús de ‘ir y hacer discípulos de gente de todas las naciones’. (Mateo 28:19, 20; compárese con Hechos 5:42.) Actualmente predican de casa en casa en más de doscientos treinta países. Llevan un mensaje positivo, que realza las magníficas promesas de la Biblia para el futuro. ¿Por qué no habla con ellos la próxima vez que lo visiten?


¿Acepta Dios la adoración sectaria?




¿Qué idea le comunica la palabra “secta”? ¿Grupos de personas vestidos con extraños atuendos cantando y bailando en las esquinas de las calles? ¿Multitudes de adoradores inclinándose ante algún misterioso gurú? ¿Relatos horrorosos sobre niños secuestrados o maltratados? ¿O quizás horrendas historias acerca de asesinatos o suicidios en masa?
Desafortunadamente, a menudo, quizás demasiado a menudo, se oyen informes de este tipo. El resultado es que, para mucha gente, la palabra “secta” ha llegado a ser un sinónimo de extraño, no tradicional y, quizás, amenazador. Para estas personas, todos los grupos religiosos que no pertenecen a las iglesias consideradas establecidas son sectas. ¿Es válido este punto de vista? Y, más importante, ¿es ese el punto de vista de la Biblia?
¿Qué es una secta?
Debe notarse que muchos judíos del primer siglo consideraban así a los seguidores de Jesucristo, particularmente al apóstol Pablo. Debido a su celosa predicación de las buenas nuevas sobre Jesucristo, las autoridades judías acusaron a Pablo de ser “un individuo pestilente y que promueve sediciones entre todos los judíos por toda la tierra habitada, y es vanguardia de la secta de los nazarenos”. (Hechos 24:5.) La palabra griega que se usa en este texto para “secta” es hái·re·sis, la cual significa “una elección”, es decir, “la elección de una opinión contraria a la recibida normalmente”. Así, una “secta” es un grupo que escoge seguir un curso o creencia diferente de lo que es comúnmente aceptado.
Los líderes religiosos judíos pensaron que el mensaje predicado por el apóstol Pablo y sus compañeros cristianos era contrario a lo que ellos creían, y también molesto. Por eso los consideraron una secta. Pero, ¿estaban en lo cierto? Por supuesto que no, porque si adoptamos esa línea de razonamiento, ¡entonces tendríamos que decir que el cristianismo que predicaron Jesús de Nazaret y el apóstol Pablo era una secta!
Por el contrario, la Biblia habla de “la secta de los fariseos” y de la “secta de los saduceos”. (Hechos 15:5; 5:17.) ¿Por qué? Porque escogieron seguir un curso o creencia diferente de lo que la Biblia enseña. Jesús señaló su error cuando dijo: “Diestramente ponen ustedes a un lado el mandamiento de Dios para retener su tradición. [...] Así invalidan la palabra de Dios por la tradición suya que ustedes transmitieron”. (Marcos 7:9, 13.) Aunque pensaban que practicaban la religión establecida, ellos constituían las sectas de aquellos días.
Ya que se aferraban quisquillosamente a sus propias ideas de lo que era correcto, aquellos líderes religiosos santurrones rechazaron a Jesús. Por este motivo, Jesús les declaró: “Por eso les digo: El reino de Dios les será quitado a ustedes y será dado a una nación que produzca sus frutos”. (Mateo 21:43.)
¿Quiénes componen las sectas hoy en día?
Hoy, los escritores religiosos, críticos y otras personas utilizan liberalmente el término “secta” como calificativo peyorativo con referencia a cualquiera que ofenda su sensibilidad religiosa. Pero, ¿es esta una base sólida para emitir un juicio? ¿No sería mejor seguir las directrices provistas por Jesús y examinar los “frutos” que producen? Él dijo: “Por sus frutos los reconocerán”. (Mateo 7:16.)
Siguiendo este criterio, muchos de los grupos y movimientos de los que leemos pueden ser llamados sectas. Más bien que producir “el fruto del espíritu”, han manifestado prolijamente “las obras de la carne”, como: “fornicación, inmundicia, conducta relajada, idolatría, práctica de espiritismo”. (Gálatas 5:19-24.) De muchas de estas bien puede decirse que tienen un culto propio, ya que idolatran a ciertos líderes carismáticos y siguen sus enseñanzas en vez de la Palabra de Dios, la Biblia.
Pero, ¿qué se puede decir de las religiones consideradas establecidas? Bien, ¿sostienen ellas las altas normas morales de la Biblia o tienen sus propias ideas? (1 Corintios 6:9, 10.) ¿Se aman unos a otros, lo que Jesús dijo que sería la marca que identificaría a sus verdaderos discípulos, o han sido inducidos por el nacionalismo y la política a matarse unos a otros en tiempos de guerra? (Juan 13:35.) ¿Proclaman la Biblia como la Palabra inspirada de Dios, tal como hizo Jesús, o la consideran un mito y la sustituyen por filosofías humanas y la teoría que deshonra a Dios: la evolución? (Juan 17:17.) Está claro que, a pesar de su “respetabilidad”, las religiones consideradas establecidas no son más que sectas falsas que se hacen pasar por el verdadero cristianismo.
Lo que usted debería hacer
El verdadero cristianismo no es una secta ni está dividido. Si usted pertenece a una Iglesia, entonces debería examinar cuidadosamente lo que esta enseña y los “frutos” que sus miembros producen. ¿Están estos totalmente basados en la Biblia y en armonía con ella? ¿O podría ser que su Iglesia también hubiera escogido un curso diferente de lo que la Biblia enseña, convirtiéndose así en una secta? Un estudio diligente de la Biblia es la única manera de saberlo a ciencia cierta.


jueves, 4 de junio de 2015

Halla la felicidad... pero ¿dónde?

Jesús dijo: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual”. (Mateo 5:3.) Una joven sincera del Oriente Medio tenía conciencia de su necesidad espiritual y procuraba agradar a Dios. Con el tiempo halló la felicidad... pero ¿dónde? Permitamos que ella explique.
“Me crié en una familia católica maronita muy religiosa. A los hijos se nos enseñó a rezar todas las noches ante imágenes, y desde niña tuve el deseo de servir a Dios.
”A los 17 años de edad entré en un convento para hacerme monja, pues pensaba que así satisfaría mi deseo. Sin embargo, entre las monjas vi muchas cosas que me perturbaron. Chismeaban unas de otras. Las estudiantes no recibían suficiente alimento, mientras que las monjas disfrutaban de lo mejor. Y las monjas y el sacerdote cometían inmoralidades. Amargamente decepcionada, abandoné el convento después de nueve meses, y regresé a casa.
”Todavía me hacía a mí misma muchísimas preguntas, y cuando no pude hallar respuestas satisfacientes hasta perdí interés en la religión. Entonces, en 1982, cuando yo tenía 22 años, mi hermano y mi hermana carnales empezaron a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Mis padres y yo objetamos a aquello. Mi hermano sufrió mucha persecución, y llevó golpes y fue encarcelado debido a su nueva fe. Pero lo que me impresionó fue los grandes cambios que hizo en su vida. Además, él había contestado bíblica y lógicamente las preguntas que yo me había hecho por mucho tiempo. Así que empecé a leer la Biblia a escondidas por la noche.
”Un día los acompañé para observar una asamblea de los testigos de Jehová. Me impresionó el amor que se desplegaba allí. No había ninguna diferencia entre los ricos y los pobres. Los Testigos viven según lo que enseñan. Quedé convencida de que tenían la verdad.
”Inmediatamente después de la asamblea pedí a una Testigo que me ayudara a estudiar la Biblia. Le dije que solamente quería estudiar, que no pensaba asistir a las reuniones ni salir a predicar. Sin embargo, pronto me di cuenta de que estaba aprendiendo la verdad. Después de orar, decidí servir a Jehová. El 28 de octubre de 1983 mi hermano, mi hermana y yo nos bautizamos. Al fin hallé la manera de satisfacer mi deseo de la niñez de servir a Dios.
”Dos meses después de bautizarme empecé a servir como precursora auxiliar, y ocho meses después como precursora regular. Un año y medio más tarde recibí la invitación de servir en la sucursal de los testigos de Jehová, conocida como Betel, y lo hice en plan temporal por dos años. Me impresionó la humildad de todos. Los hermanos más responsables hasta participaban en la tarea de fregar los platos después de la cena.
”El 14 de marzo de 1988 ingresé como miembro permanente en la familia de Betel. ¡Qué ocasión feliz! Sí, hallé la felicidad. ¿Dónde? ¡Entre los testigos dedicados de Jehová! Ahora me siento como el salmista que dijo: ‘Un día en tus patios es mejor que mil en otro lugar’.” (Salmo 84:10.)


Fui una monja católica


 “Llegaré a ser una monja a fin de pertenecer a Jesús para siempre. Solo a él tendré en cuenta en mi vida.” Esa fue la decisión que tomó una niñita de siete años cierto día en 1916 después de haber tomado la comunión.
Yo era esa niñita. Nací el 28 de agosto de 1909, en Neufchâteau, Bélgica, de padres católicos devotos, y acaricié ese deseo desde la tierna infancia.
Teniendo presente ese ideal, hallaba placer en la oración, en pequeños sacrificios y en servir a otros. ¡Así es que pasaba muchas horas orando en la iglesia de Neufchâteau! Cada atardecer al oír las campanas me unía a unos pocos feligreses en rezar el rosario, guiados por el sacerdote.
¡Yo rezaba hasta once rosarios al día! La misa y la comunión eran ceremonias diarias para mí. Sin embargo, al tiempo de las vacaciones, asistía a varias misas durante el día, después de las cuales seguían largos períodos de dar gracias.
Durante las vacaciones de verano, después de mi segundo año de estudios para ser maestra, fui a los bosques de Neufchâteau cierta tarde para poder meditar. Todavía me puedo ver recostada sobre la hierba, volviendo a leer el libro Vida de Santa Teresita de Lisieux. Yo quería ser como ella porque pensaba que ella había tenido un profundo amor por Jesús. Estaba determinada a pagar cualquier precio para llegar a ser una monja devota, una amada esposa de Jesús.
Por eso en un día de agosto de 1926, después de haber dedicado muchas horas a la oración, arrodillada con los brazos extendidos en cruz, esperé que mis padres llegaran a casa. Apenas llegaron, les hice saber mi decisión. “Padre,” le dije, “lo siento si te hago infeliz, pero Dios me ha llamado al convento.” “Hija mía,” dijo mi padre, “todavía eres tan joven. Piensa cuidadosamente lo que quieres hacer.” Respondí: “Padre, lo he estado pensando por más de diez años.” Después de una larga conversación, él concluyó: “Hija mía, si es la voluntad de Dios, no pondré ningún obstáculo en tu camino. Tienes mi consentimiento.”
Dejo mi casa
El sacerdote hizo averiguaciones por carta al Instituto Dames Louise, y fui invitada a ir a Lovaina para una entrevista. Mi madre fue conmigo, el 5 de septiembre de 1926. Allí fuimos recibidas por la fundadora, dama Louise, quien, aunque estaba enferma en cama, se mostró lúcida, agradable y bondadosa.
Cuando mi madre mencionó que yo todavía tenía dos años más de colegio, y que ella se preguntaba si sería mejor el que yo terminara los estudios, la fundadora dijo: “No, ella debe ingresar de inmediato y nosotras nos encargaremos de que termine sus estudios con nosotras.” Esa promesa, me apena decirlo, no fue respetada.
La fecha de ingreso fue fijada para el 16 de septiembre de 1926. Pero dado que esa fue la fecha que ya habíamos fijado para hacer un viaje a Lourdes, mi madre preguntó: “¿No sería posible posponer la fecha del ingreso en vista de la peregrinación a Lourdes?” La respuesta fue: “No, su hija puede escoger; o ingresar al convento o ir a Lourdes.” Dije: “Ingresaré al convento.”
Así es que llegó el día en que con lágrimas en los ojos dejé a mi familia. Mi padre me acompañó al castillo de Ezeringen, donde las postulantas (las candidatas que quieren ser monjas) tenían que pasar por un período probatorio de seis meses. Después de decir ‘adiós’ a mi padre, fui vestida junto con otras veinte jóvenes con la capa y el tocado de postulanta. Así llegué a ser una postulanta de las Misioneras Canonesas de San Agustín. Realmente me sentí muy feliz.
Preparándome para ser monja
Como postulantas, se nos impuso el más estricto silencio. Si nos enfermábamos o teníamos problemas, teníamos que simplemente aguantarlos o si no, hablar solo con la directora. Este silencio impuesto no ayudó a estimular el amor entre nosotras.
La entrevista con la directora quien me pidió que me deshiciera de todas mis pertenencias personales me cubrió de vergüenza. Esperando ser comprendida, confié libremente en ella sin restricción, tal como tenía por costumbre cuando todavía era niña. Quedé profundamente desilusionada cuando todo lo que dijo fue: “Como penitencia, al comienzo de la comida del mediodía usted extenderá sus brazos en cruz.” Desde ahí en adelante, ya no me volví a sentir cómoda.
Un domingo mi madre vino a visitarme. En el locutorio volví a ser yo misma, espontánea, alegre. Esto sorprendió a mi directora, quien dijo a mi madre: “Señora, su hija es completamente diferente en el locutorio. Aquí es tan feliz, tan animada, mientras que en la comunidad es tan seria, tan silenciosa.” Con seguridad que era un contraste. Pero, ¿por qué? Porque aquélla no era la clase de vida que yo había esperado.
No obstante, me consolaba con la idea de que por Jesús nada podía ser demasiado difícil y que yo estaba allí para llegar a ser su esposa. Así es que sufría en silencio. Creía que como futura monja tenía que sufrir, y que puesto que había dado el primer paso, no podía volver atrás.
Cuando el período de seis meses del postulado terminó, las postulantas tenían que ir a Lovaina para el noviciado de un año (período probatorio antes de tomar los votos). La ceremonia de tomar el velo fue precedida por un retiro de una semana. Vestidas con el hábito de monja y con un velo blanco marchamos en procesión hacia la capilla.
En Lovaina las dificultades que encontré durante el postulado iban a reaparecer y aun empeorar. Mi directora en este sitio no me inspiró más confianza que la anterior. Le tenía temor y me convertí más y más en una introvertida. El sufrimiento moral iba a ser un suceso cotidiano para mí. ¡Cuántas lágrimas iba a derramar!
Los miércoles y viernes había un período de cinco minutos de autodisciplina. Para esto, nos dieron un látigo de cuerdas que tenían pequeños nudos con el cual me golpeaba para hacerme sentir verdadero dolor. En estos mismos días, al mediodía, tomábamos nuestra sopa arrodilladas.
Cada viernes, cada una por turno, mientras estaba arrodillada en el refectorio, tenía que besar los pies de todas las monjas en el convento. Cada sábado, nos reuníamos para enumerar en voz alta nuestras faltas. Cada monja se arrodillaba por turno y, en voz alta, confesaba las faltas externas que había cometido.
Cada día teníamos que repetir cinco “Padrenuestros” y cinco “Avemarías,” con los brazos extendidos en cruz. Se nos aconsejaba a realizar por lo menos una mortificación en cada comida. Y cada mes, durante la contemplación mensual, teníamos que hacer un informe a la directora y pedir permiso para usar pequeños objetos como alfileres, botones, imágenes, y así por el estilo. Todas nuestras acciones estaban estrictamente controladas, aun al salir del refectorio, el taller o la capilla, sin importar la razón. Con las manos juntas, teníamos que preguntar: “¿Me permite salir?” Cuando estábamos en la capilla, un simple ademán bastaba.
Siempre que llegábamos tarde, teníamos que excusarnos delante de la superiora, de rodillas y con las manos juntas. Después de las oraciones de la noche y antes de abandonar la capilla, cada una por turno se arrodillaba delante de la superiora, la cual hacía una pequeña señal de la cruz en la frente y decía: “Que Jesús, María y José le bendigan.”
Llega el día
Al fin llegó el muy ansiado día, el 29 de marzo de 1928. Ese fue el día cuando terminó mi noviciado y yo llegaría a ser una monja, ¡la esposa de Jesús!
Después de contestar afirmativamente a algunas preguntas, como: “¿Está actuando libremente de su propia voluntad para llegar a ser la esposa de Cristo?” fui invitada, enfrente del altar, a pronunciar mis votos. Tuve que afirmar solemnemente que prometía “delante del Dios Todopoderoso, la bendita virgen María, y nuestro padre San Agustín, vivir en pobreza, castidad y obediencia, según las reglas de San Agustín y la Constitución de nuestra Orden, y eso por tres años.”
Después de eso fui al lado de la Epístola del altar y allí firmé un registro confirmando mis declaraciones. Así es como, antes de llegar a los diecinueve años de edad, llegué a ser miembro de la Congregación de las Misioneras Canonesas de San Agustín. Entonces el sacerdote dijo: “Estos votos serán sus únicos consuelos; las acompañarán a la tumba.” Un anillo de oro, símbolo de nuestra unión con Jesús, fue entonces deslizado sobre el dedo anular de la mano derecha.
Junto con las otras monjas que habían tomado parte en la misma ceremonia, se me consideraba muerta para el mundo. Para simbolizar esta muerte, fuimos a un lugar indicado y nos arrodillamos, y entonces nos acostamos boca abajo, debajo de un paño mortuorio, como si estuviéramos enterradas. El coro cantó y al oír nosotras las palabras en latín, “levántate,” el paño mortuorio fue removido. Nos paramos y volvimos a nuestros puestos. Entonces el coro cantó un himno de resurrección, seguido por otro: “Ven, esposa de Cristo, recibe la corona que ha sido preparada para ti.” Entonces fuimos a la baranda de comunión donde la superiora nos colocó una corona de rosas hecha de tul blanco.
Realmente convencida de que era la esposa de Jesús, mi felicidad era completa. Continuaba repitiendo: “Jesús, soy tuya para siempre. Hazme una esposa de acuerdo con tu corazón; mi único deseo es complacerte.”
Ahora, ¿dónde serviría como monja? Bueno, debido a que durante mi noviciado mis superiores habían notado mi talento artístico, me dieron una asignación que me llevaría a las islas Filipinas. Iba a dar clases de pintura en el Colegio Santa Teresita, en Manila. Así es que, hacia fines de septiembre de 1929, después de haber pasado unos pocos días con mi familia y hacer colectas para cubrir los gastos del viaje, partí para las Filipinas. Era la costumbre que cada una hiciera el esfuerzo para reunir los fondos necesarios para cubrir los gastos del viaje a su asignación.
El resultado de cuarenta y tres años de monja
Hacia fines de 1929 llegué a Manila y la comunidad de Santa Teresita me dio la bienvenida. Esto inició diecisiete años de misionera en las Filipinas.
Aunque allí me sentía como en casa, una de mis actividades pronto llegó a ser una tortura para mí. Esa fue la confesión. Cuanto más iba a confesarme, más me reprendía el sacerdote. Aunque me hice aun más escrupulosa en mi trabajo, eso no parecía ser suficiente. Afortunadamente, con el tiempo el confesor fue reemplazado.
Solo sabía un poco de inglés. Por eso me sorprendí cuando mi superiora me dijo que yo enseñaría primer grado, a niños y niñas. Los jueves, puesto que no había clases, daba clases de pintura privadas. Pero a mediados del período escolar, se me pidió que fuera a Tubao para prestar ayuda con el canto de la iglesia, puesto que leía música y tocaba el piano.
En 1931 fui enviada a Tagudin, donde comencé con quinto grado y continué hasta el séptimo grado. Pero a mediados del año fui asignada como sustituta para enseñar en una escuela secundaria.
Aumentan las desilusiones
Durante las vacaciones escolares fui enviada a Baguio, ¡donde se me dio un diploma universitario por un curso que nunca había tomado! Se hizo esto para hacer creer que llenaba los requisitos necesarios para enseñar. Esta acción falta de honradez me fue muy desagradable. Además, esto me impulsó a hacer esfuerzos sobrehumanos durante el siguiente período de clases, pues en realidad no estaba capacitada para ello.
Sin embargo, por medio de trabajar duro logré equiparme con buen material. Mi superiora me prometió que no me volverían a transferir, pero esa promesa no fue respetada. De hecho, durante toda mi vida de monja, las muchas promesas hechas por aquellos que yo creía que eran representantes de Dios fueron fuente de amargas desilusiones.
Durante mis muchos años como monja misionera, enseñé diferentes cursos: matemática, pintura, ciencia, física, gimnasia, piano y otros. Pero cada mañana también trataba de religión con mis estudiantes, basándome en el catecismo que habían recibido. Este curso de religión debía haberme deparado muchas satisfacciones debido a mi vocación misionera como monja. Por lo contrario, la instrucción religiosa era una carga para mí, una tarea muy pesada a la que temía. ¿Por qué me era tan angustiosa y dolorosa? Porque sentía que no tenía nada realmente valioso que comunicar a otros.
Un año, después del retiro anual, fui a mi superiora para confiarle la resolución que había tomado durante el retiro. Cuán estupefacta quedé cuando la superiora me dijo: “No es eso lo que usted debe vigilar; más bien debe cuidarse de los celos.” ¡Quedé consternada! ¡Los celos estaban lejos de mis pensamientos! No pude entender cómo era posible que mi superiora, a quien yo implícitamente consideraba como un portavoz de Dios, hubiera actuado como lo hizo. Se nos había inculcado que nuestras superioras eran sustitutas por Dios.
Unos meses después me enfermé. ¡Cuán feliz me sentí! “¿Feliz de estar enferma,” dice usted? Sí, así es, porque durante el noviciado se nos había repetido constantemente que ‘Dios prueba a los que él ama,’ así que el estar enferma era una señal de tener el favor de Dios. Debido a que quería estar entre la gente privilegiada de Dios, ¡no quería sanarme! Padecía de una úlcera en el estómago y tuve que someterme a una operación. Después de eso fui a Baguio para la convalescencia, donde no estuve inactiva, pues iba a pedir limosna en el mercado.
Regreso a Bélgica
Pasaron los años. Vino la II Guerra Mundial y pasamos por dificultades y peligros. Luego, después de la guerra, tuve una recaída de mi salud. El cirujano no estaba de acuerdo con una segunda operación y en cambio ordenó mi regreso a Bélgica. Así es que después de diecisiete años como misionera en las Filipinas, regresé a Bélgica en marzo de 1947.
Mi actividad estaba limitada mientras más o menos hacía reposo, en espera del tiempo en que regresaría a las Filipinas como se me había prometido. Sin embargo, ésta fue otra promesa que no fue cumplida. En vez de eso fui enviada a la comunidad de Auvillar, Francia. Allí di lecciones a adolescentes escolarmente retardados. ¡Qué contraste con mis estudiantes y las clases en las Filipinas! ¡Cuán a menudo me echaba a llorar al terminar las clases! Creí que moral y físicamente me sería imposible sobreponerme a esa atmósfera.
Puesto que el Estado requería un diploma para enseñar niños de mentalidad inferior, se me pidió que me inscribiera en un curso por correspondencia. También fui a Toulouse para una instrucción de seis semanas, la cual terminaba con un examen escrito y oral. Obtuve mi diploma y resultó ser una gran revelación para mí. ¿Por qué? ¡Porque fui encomiada! Nunca antes había sido animada, así es que llegué a creer que era indigna de que se me mostrara el menor aprecio. Me dije: “Bueno, parece que en mí hay dos personas. Una ‘apreciada’ por los de fuera del convento, y la otra ‘mantenida en la oscuridad’ dentro del convento.”
Obtengo una Biblia
Se nos había prohibido leer la Biblia. Sin embargo, durante ese tiempo, en los años 1960, no me interesaba ningún otro tema de lectura. Lo que yo quería era una Biblia, pero la superiora general rehusaba permitirme una.
A pesar de eso, pude conseguir un ejemplar. Así fue como la obtuve: Necesitaba un diccionario francés para mi clase y solamente lo podía conseguir si mi familia me enviaba mil francos. ¡Una vez más ellos me ayudaron! No obstante, ¡la superiora apenas usó un tercio de esa suma y se quedó con el resto! Considerando que el sobrante me correspondía a mí, me arriesgué a pedir que se me comprara una Biblia de Jerusalén. Esta vez el pedido no fue rehusado.
Una vez que la Biblia estuvo en mi poder, decidí leer todo su contenido para averiguar por qué estaba prohibida. Lo que parecía extraño era que mi lectura de la Biblia me ayudaba a orar y meditar más que nunca antes. Aprendí muchos salmos de memoria y los decía en cada oportunidad. A veces traté de introducir la Biblia en mis conversaciones con otras monjas, pero sin resultado. A menudo les decía a las otras que nuestras conversaciones eran muy triviales. No obstante, en cuanto mencionaba asuntos espirituales se me ridiculizaba.
Puesto que mi salud no mejoraba, fui enviada de vuelta a Roulers, Bélgica, donde fui operada. Entonces fui enviada a Héverlé, un hogar para monjas gravemente enfermas donde fui operada una vez más. Después de eso mi salud mejoró gradualmente. En ese entonces tenía conmigo una pequeña radio, un regalo de mi familia. Este me permitía seguir seis cursos de la Biblia por correspondencia, y escuchar a once programas diferentes de religión. Como resultado, encontré una manera de profundizar mi estudio de la Biblia. Sin embargo, sufría por no poder comunicar mi felicidad a otros.
Empecé a darme cuenta de que los protestantes aprendían más de la Biblia. Sin embargo, un día escribí al pastor protestante que corregía mis lecciones, y en quien yo tenía la máxima confianza, preguntando qué pensaba acerca de la evolución. ¡Dijo que podía ser aceptada! Por lo tanto, disminuyó mi confianza, pues era claro que esta teoría no estaba en armonía con la Biblia, y yo estaba buscando la verdad, no la falsedad.
Una falta de amor
Entonces se celebró el Concilio del Vaticano. Esto resultó en que la Iglesia pidiera a las monjas que llevaran a cabo una renovación de su vida religiosa. Como parte de esto se me dio un cuestionario para que lo llenara, permitiéndome dar mi punto de vista.
En enero de 1968 llené el cuestionario. Dos de las preguntas eran: “¿Ha encontrado entre sus compañeras monjas (superioras u otras) suficiente ayuda para su vida espiritual?” y “¿Ha encontrado una verdadera amistad en la congregación?” A estas preguntas tuve que contestar “No.” Sencillamente nunca había encontrado un afecto verdadero, generoso entre las monjas compañeras o en la congregación. Solo había habido una apariencia de amor.
Una porción del cuestionario trataba de la “actitud de las superioras.” Esto es lo que escribí a la oficina del secretario general en Héverlé, Bélgica: “Muchas veces mis compañeras monjas me han hecho esta pregunta: ‘¿Por qué es más fácil para nosotras llevarnos bien entre nosotras que llevarnos bien con nuestras superioras?’ Esta es mi respuesta: Porque nuestras superioras no se hacen suficientemente accesibles a las hermanas y no poseen esa delicadeza maternal que las hermanas esperan de ellas.”
Continué: “Por lo general, nuestras superioras están demasiado ocupadas con asuntos externos. Están ocupadas con muchas cosas, excepto con la más importante de sus tareas... amor maternal para todas las hermanas. Sin embargo, sin excepción, Jesús amó. Jesús es amor. Esta es la concepción ideal de una madre. En todo respecto, las superioras llevan una vida totalmente distinta a la de una monja corriente, cuando por el contrario debieran ser ‘siervas.’ La monja corriente debe poder disfrutar, en pie de igualdad, de las mismas cosas que disfrutan sus superioras. No son solo el ‘nombre y el hábito’ los que tienen que cambiar, sino que también la disposición mental y el modo de vivir. Si nuestras superioras desean tener nuestro afecto y confianza, que nos amen sinceramente y que nos tengan confianza.”
“Algo anda mal”
Un día, disgustada, dije a mi superiora general: “Lo que no entiendo es que nuestro voto de pobreza siempre nos permite recibir, y cuanto más, mejor. En cambio nunca nos permite dar, ¡ni siquiera un alfiler!” ¡Y Jesús dijo que había más felicidad en dar que en recibir!
Fue lo suficientemente honesta para decir que mi razonamiento era correcto. Así es que más tarde, a un superior general de Scheut, dije: “En mi opinión, el mayor pecado en contra de la pobreza es el voto de pobreza.” Añadí: “Lo que se requiere es la abolición de esos votos.” Él no estuvo de acuerdo, diciendo que los votos nunca podrían ser abolidos.
No obstante, desde entonces, ¡los votos han sido definitivamente reemplazados por meras promesas! ¡Con seguridad algo debe andar mal en un sistema que tiene tantas contradicciones! Así es que continué repitiendo que muy pronto los conventos dejarían de existir. Por cierto, cada vez crecía más en mí el sentimiento de que los conventos eran instituciones diabólicas. Y más y más me convencía de esto por los abusos que veía. Por ejemplo, abusos en comodidad. Vi con mis propios ojos que se hacían gastos totalmente innecesarios e injustificados en una escala que continuaba aumentando. Así es que a medida que el tiempo pasaba, mis ojos llegaron a abrirse. Pude ver que la vida en el convento se estaba haciendo sencillamente imposible.
También comencé a darme cuenta de cuán vacías eran las ceremonias religiosas que siempre había apreciado tanto. A pesar de todas las decoraciones, las flores, los hermosos ornamentos del altar, los atavíos del sacerdote y la música, una vez que la ceremonia había terminado estaba consciente de que no había derivado ni el más mínimo provecho espiritual. En particular en estas ocasiones me ponía a observar al sacerdote. Muy a menudo había quedado desilusionada con él, y me había dicho: “¡Qué descuidado! Es como si no le importara lo que está haciendo y como si él mismo no creyera en ello.” Hacía el signo de la cruz automáticamente y la genuflexión con muy poco respeto.
Cierto día, al oír que durante el Concilio del Vaticano los obispos discutieron cambios en la eucaristía, me dije: “Algo anda mal aquí. La verdad es incuestionable y nunca cambia.”
En otra ocasión, ¡se me dijo que la sagrada sangre en Brujas no era real! En la Basílica de la Sagrada Sangre de la ciudad belga de Brujas se encuentra la urna de oro macizo de la Sagrada Sangre. En ésa se alega que se encuentran unas pocas gotas de la sangre de Cristo. Todos los años una procesión pasa a través de la parte vieja de la ciudad, llevando la urna con tradicional pompa. Pero ahora pensé: “¿Es posible que la Iglesia nos haya permitido tanta idolatría durante todas esas procesiones de la Sagrada Sangre? ¡Es tiempo de que encuentre la VERDAD!”
Le mencioné todo esto a otra monja y añadí: “Estoy buscando la verdad y cuando la encuentre, ¡nada me detendrá!” De ahí en adelante puse más empeño en mi búsqueda por la verdad.
¡Hallando la verdad que lleva a la vida!
Alrededor de agosto de 1969 recibí un libro de otra monja. Se intitulaba “La verdad que lleva a vida eterna.” Ella lo había recibido de su sobrino, quien era un testigo de Jehová.
Cuando me lo trajo ella me dijo: “Me lo dio mi sobrino. No te imaginas lo celoso que es. Me ha prometido una Biblia, ¿y puedes creerlo?... ¡predica de casa en casa y hasta da conferencias bíblicas!”
La escuché muy atentamente. Tomé el libro y dije: “Eso me interesa, porque ahora estoy buscando la verdad.” De inmediato comencé a leer el primer capítulo. Noté que era muy distinto de mis enseñanzas religiosas.
Sin embargo, poco después tuve que ingresar en la clínica, pues el médico consideró que mi estado era grave. Así es que antes de irme puse todas mis cosas en orden y le devolví el libro a mi compañera monja. Pero el diagnóstico fue inexacto, y muy pronto estuve de regreso. Busqué el libro... ¡pero qué desilusión! La monja me devolvió solo sus tapas. ¡Había botado las páginas de adentro! Fui a verla y le expresé mi pesar por lo que había hecho, repitiendo que había tenido tantos deseos de leer el libro.
Un viaje inolvidable
Un día la superiora anunció que querían voluntarias para aprender de peinadora. Me ofrecí y seguí un curso dictado por la escuela “Oréal” de Bruselas. Recibí instrucciones de presentarme delante de la Junta Examinadora en Bruselas el día 26 de octubre de 1970 para pasar mis exámenes de peinadora.
Fui a la hora convenida. Sin embargo, cuando se pasó lista de los nombres, el mío no estuvo incluido. Hasta se mostraron sorprendidos de verme allí. La secretaria me despidió, informándome que me volverían a llamar el próximo mes.
No deseando aprovecharme de esta inesperada libertad, fui al convento donde debía pasar la noche. Cuando dije a las monjas que regresaría a Héverlé en el primer tren, me aconsejaron que regresara en autobús; era más barato. Deseando respetar mi voto de pobreza, concordé.
Para llegar a la parada de autobús, tuve que tomar un tranvía. Como no conocía la localidad, pedí a dos hombres que viajaban en el mismo tranvía que me indicaran dónde bajarme. Prometieron avisarme cuando llegáramos a la parada de autobús. ¡Pero me dijeron que bajara por lo menos dos paradas antes! Así es que tuve que caminar el resto del trayecto, cargando dos pesadas valijas.
Al fin descansé las valijas en el suelo y miré alrededor buscando la parada de autobús. En ese preciso momento, un auto se detuvo a mi lado. El chofer dijo: “Señora, ¿va usted a Lovaina? ¿Puedo llevarla?”
Me turbé, pues pensaba que no era apropiado viajar con un hombre. Pero entonces él continuó hablando, diciendo: “Si es que no le importa viajar con un testigo de Jehová.” Aunque no conocía muy bien a los testigos de Jehová, esto me inspiró confianza y acepté el ofrecimiento. Después supe que ésta fue la primera vez que él había tomado la iniciativa de detenerse y ofrecerse a llevar a alguien. Por lo general, esperaba una señal de parte del caminante. Era también la primera vez que iba por este camino por la tarde. Hasta entonces, siempre había salido de mañana. ¡Pero qué bendiciones trajeron estas coincidencias!
Se hizo cargo de mis valijas y me ayudó a subir al auto. Tan pronto como estuve sentada, dijo: “Como usted sabe señora, los testigos de Jehová hablan mucho de la Biblia.” Le respondí que por el momento ésta era casi la única cosa que en realidad me interesaba, y que había tomado un curso bíblico por correspondencia y escuchaba programas de religión por la radio.
Comenzó a hablarme acerca de varias doctrinas, como la Trinidad, y esto me asombró. Mencioné que lo que él me estaba diciendo era contrario a las enseñanzas de mi Iglesia, pero que sin embargo parecía estar en armonía con la Biblia. Cuanto más escuchaba, más atónita quedaba. Reconocía que todo lo que estaba diciendo ciertamente estaba en armonía con la Biblia. Mientras prestaba atención, oré para que el espíritu santo me ayudara y no me dejara ser inducida al error.
Cuando llegamos a Lovaina, el Testigo dijo adiós y al mismo tiempo me ofreció un libro. Sí, ¡era La verdad que lleva a vida eterna! Le agradecí calurosamente por él, y por todo el camino al convento medité en lo que habíamos conversado. Estaba también muy contenta por tener otro ejemplar del libro que había visto unos pocos meses antes. Ahora podía proseguir mi búsqueda de la verdad.
Aumentando en conocimiento exacto
Al entrar a mi habitación, comencé a orar. Esta vez, oré a Jehová, explicando mi situación y pidiendo que me ayudara. En otra mañana pedí a Jehová que me enviara a alguien para que me mostrara la dirección correcta a tomar.
Ese día, en vez de empezar a peinar a las 11 de la mañana como generalmente hacía, tenía cita para las 2 de la tarde para peinar a una monja. Se puede imaginar mi sorpresa, al ver, al bajar las escaleras, ¡al hombre que me había traído desde Bruselas! Debido a la cita a las 2 de la tarde él propuso volver una hora más tarde. Para entonces estuve desocupada y lo pude recibir en un pequeño locutorio.
Él sugirió que para poder adquirir más conocimiento exacto de la Palabra de Dios, debía tener un estudio de la Biblia, que sería conducido por dos mujeres de la congregación local de testigos de Jehová. Llena de gozo acepté su ofrecimiento. El primer estudio se celebró en mi habitación, ¡dentro del mismo convento!
Cuando supe que después de estudiar por seis meses tendría que tomar una decisión, me dije a mí misma: “¿Piensan ellas que voy a cambiar? Si es así, están equivocadas. Todo lo que quiero es un estudio detallado de la Biblia.” Me apliqué al estudio muy seriamente.
¡Por fin la verdad!
Entonces una mañana la Testigo me invitó a una asamblea de tres días de instrucción bíblica celebrada cada seis meses y organizada por los testigos de Jehová. La superiora me autorizó a salir, sin saber adónde iba, y todos me desearon un feliz fin de semana.
Durante el viaje me dije: “No me voy a dejar embaucar. Escucharé y tomaré nota de todo. Si oigo una sola palabra contraria a la Biblia, ése será el fin de una vez y para siempre.”
En la asamblea encontré que todo era edificante. Tuve la definida impresión que había pasado de la oscuridad a la luz. Me conmovió profundamente el amor fraternal que desplegaban los Testigos. ¡Ciertamente había encontrado el verdadero amor cristiano que había estado buscando por cuarenta y cinco años! ¡Llegué a la conclusión de que por fin había encontrado la verdad!
Al regresar al convento, percibí aún más la verdad de las palabras que tanto había repetido en los meses recientes: “Estamos en un sistema diabólico. No puedo continuar viviendo aquí como una hipócrita.” Oré a Jehová, implorándole por guía.
Realizando la separación
Esa misma noche después de haber vuelto de la asamblea, me senté y le escribí una carta al papa. Le pedía que me concediera la dispensación de mis votos. Escribí otra carta a mi superiora general.
Sin embargo, entonces recordé que desde el Concilio del Vaticano nuestros reglamentos y nuestras constituciones habían sido quemados. Por consiguiente, nosotras ya no éramos las Misioneras Canonesas de San Agustín, según cuyos reglamentos había tomado mis votos. Llegué a la conclusión de que no necesitaba ser dispensada de mis votos.
Lo que es más, ya no aceptaba a la Iglesia Católica Romana como la Iglesia de Cristo. Esta estaba en oposición a la Palabra de Dios. Por lo tanto, ya no veía la necesidad de consultar con el dirigente de una iglesia apóstata para pedirle ningún permiso. Así es que aquellas cartas que había escrito nunca fueron enviadas.
Habiendo comparado las verdades de la Biblia con las enseñanzas religiosas que había recibido, comprendí más y más que las principales enseñanzas de la Iglesia no estaban de acuerdo con la Biblia. Por ejemplo, Jesús no es el Dios Todopoderoso. Además, la Trinidad no existe. La misa y la comunión no tienen base bíblica. Y ¿qué hay acerca de las almas en el fuego del infierno, que están allí por haber tomado la comunión sin haber ayunado, o por haber mordido o tocado la hostia, o por no haber asistido a la misa dominical, o por haber comido carne en viernes? ¡Ahora todas estas cosas se permiten! Estos hechos ayudaron a convencerme de que había encontrado la verdad.
El 23 de enero de 1971 llamé por teléfono para agradecer a la Testigo que tan bondadosamente se había hecho cargo de mí durante la asamblea. Cuando me preguntó qué iba hacer, le contesté: “Estoy lista para irme.”
Decidí irme al día siguiente, a pesar del hecho de que no estaba en buena salud, y también a pesar de mi edad y otros factores. No obstante, después de profunda reflexión, dije a Jehová que debido a su amor, me entregaría a él sin reservas. Él podía usarme como quisiera. Solo pedía que se hiciera su voluntad y no la mía. Me apoyé por completo en él y durante toda la noche le oré repetidamente. No me preocupé más acerca del alimento, ropa y alojamiento. Tenía ojos para solo una cosa: Predicar las buenas nuevas del reino de Dios, y traerle la verdad a tantas personas de condición de oveja como fuera posible.
Al día siguiente vinieron por mí dos testigos de Jehová. Mi partida fue tranquila. Había unas treinta monjas en el convento y todas miraron, sorprendidas, pero sin decir una palabra. Cuando la sacristana quiso saber lo que estaba pasando, dije: “Se acuerda que le dije que cuando yo encontrara la verdad, nada me detendría. La encontré con los testigos de Jehová y es por eso que me voy con ellos.” Se fue sin decir otra palabra.
Permanecí dos meses con una familia de Testigos en Bruselas. No aceptaron ningún pago por mi alojamiento. Uno podía notar que todo esto se hacía por puro amor a Jehová. Estaba tan contenta de estar por fin libre de la influencia del imperio mundial de la religión falsa, al cual la Biblia llama “Babilonia la Grande,” y estar en la compañía de estos dedicados cristianos.
Y así llegó el tiempo cuando me dediqué verdaderamente a Jehová. Solo quería hacer Su voluntad, como una de sus testigos. Cinco meses más tarde, el 26 de junio de 1971 —después de cuarenta y tres años como una monja misionera— simbolicé esta dedicación por bautismo en agua.
En la actualidad, para mantenerme, trabajo parte del tiempo como ama de llaves, pero no siento pesar, pues mi felicidad es completa. Siento que ahora realmente soy una misionera, que llevo una vida mucho más honesta que cuando era una monja. En realidad sí hay una cosa que me pesa: que haya tenido que esperar tanto tiempo antes de poder demostrar a Jehová Dios que lo amo, y esto con entendimiento exacto de su Palabra.
Así es que ahora se ha realizado el deseo que expresé en 1916 cuando yo era esa niñita de siete años, de entregarme enteramente al servicio de Dios. Desde ahora en adelante, doy el resto de mi tiempo para hacer discípulos de Jesucristo, tal como él dijo a sus seguidores que hicieran. Hago esto por medio de predicar las buenas nuevas del reino de Dios y por medio de compartir con otros las verdades que he encontrado. Espero que muchas más personas de corazón honrado sientan el mismo gozo que yo siento, al aceptar, mientras todavía queda tiempo, la verdad que lleva a vida eterna en el nuevo sistema de cosas prometido por Dios.