jueves, 4 de junio de 2015

Halla la felicidad... pero ¿dónde?

Jesús dijo: “Felices son los que tienen conciencia de su necesidad espiritual”. (Mateo 5:3.) Una joven sincera del Oriente Medio tenía conciencia de su necesidad espiritual y procuraba agradar a Dios. Con el tiempo halló la felicidad... pero ¿dónde? Permitamos que ella explique.
“Me crié en una familia católica maronita muy religiosa. A los hijos se nos enseñó a rezar todas las noches ante imágenes, y desde niña tuve el deseo de servir a Dios.
”A los 17 años de edad entré en un convento para hacerme monja, pues pensaba que así satisfaría mi deseo. Sin embargo, entre las monjas vi muchas cosas que me perturbaron. Chismeaban unas de otras. Las estudiantes no recibían suficiente alimento, mientras que las monjas disfrutaban de lo mejor. Y las monjas y el sacerdote cometían inmoralidades. Amargamente decepcionada, abandoné el convento después de nueve meses, y regresé a casa.
”Todavía me hacía a mí misma muchísimas preguntas, y cuando no pude hallar respuestas satisfacientes hasta perdí interés en la religión. Entonces, en 1982, cuando yo tenía 22 años, mi hermano y mi hermana carnales empezaron a estudiar la Biblia con los testigos de Jehová. Mis padres y yo objetamos a aquello. Mi hermano sufrió mucha persecución, y llevó golpes y fue encarcelado debido a su nueva fe. Pero lo que me impresionó fue los grandes cambios que hizo en su vida. Además, él había contestado bíblica y lógicamente las preguntas que yo me había hecho por mucho tiempo. Así que empecé a leer la Biblia a escondidas por la noche.
”Un día los acompañé para observar una asamblea de los testigos de Jehová. Me impresionó el amor que se desplegaba allí. No había ninguna diferencia entre los ricos y los pobres. Los Testigos viven según lo que enseñan. Quedé convencida de que tenían la verdad.
”Inmediatamente después de la asamblea pedí a una Testigo que me ayudara a estudiar la Biblia. Le dije que solamente quería estudiar, que no pensaba asistir a las reuniones ni salir a predicar. Sin embargo, pronto me di cuenta de que estaba aprendiendo la verdad. Después de orar, decidí servir a Jehová. El 28 de octubre de 1983 mi hermano, mi hermana y yo nos bautizamos. Al fin hallé la manera de satisfacer mi deseo de la niñez de servir a Dios.
”Dos meses después de bautizarme empecé a servir como precursora auxiliar, y ocho meses después como precursora regular. Un año y medio más tarde recibí la invitación de servir en la sucursal de los testigos de Jehová, conocida como Betel, y lo hice en plan temporal por dos años. Me impresionó la humildad de todos. Los hermanos más responsables hasta participaban en la tarea de fregar los platos después de la cena.
”El 14 de marzo de 1988 ingresé como miembro permanente en la familia de Betel. ¡Qué ocasión feliz! Sí, hallé la felicidad. ¿Dónde? ¡Entre los testigos dedicados de Jehová! Ahora me siento como el salmista que dijo: ‘Un día en tus patios es mejor que mil en otro lugar’.” (Salmo 84:10.)


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