A lo largo de los años han venido a Venezuela
muchos misioneros preparados en Galaad, incluidos siete que asistieron a
la Escuela de Entrenamiento Ministerial. Procedían de Estados Unidos, Canadá,
Alemania, Suecia, Nueva Zelanda, Inglaterra, Puerto Rico, Dinamarca, Uruguay e
Italia. Entre 1969 y 1984 no llegaron más misioneros de Galaad,
pues resultó imposible obtener visados. No obstante, durante 1984,
gracias a diferentes esfuerzos coordinados, se logró el permiso para que dos
matrimonios entraran en el país, y llegaron dos misioneros más en 1988.
También se han beneficiado de la preparación en Galaad seis Testigos del país.
Cuando el hermano Knorr visitó Venezuela
en 1946, el joven Rubén Araujo le preguntó si algún día podría llenar los
requisitos para ir a Galaad. La respuesta fue que sí, con tal de que mejorara
su dominio del inglés. Rubén dice: “Huelga decir que me sentí muy feliz. Tres
años más tarde, en octubre de 1949, recibí una carta del hermano Knorr en
la que se me invitaba a la clase número 15, que empezaría en el invierno
de 1950”.
Los otros cinco hermanos venezolanos que
asistieron a Galaad fueron Eduardo Blackwood y Horacio Mier y Terán (que se
bautizaron en 1946 durante la visita del hermano Knorr), Teodoro Griesinger
(de quien hablaremos más adelante), Casimiro Zyto (emigrante francés que se
nacionalizó venezolano) y, más recientemente, Rafael Longa (que sirve de
superintendente de circuito).
Algunos buscaban la
verdad, pero otros no
En 1948, Víctor Mejías, que vivía en Caracas,
pensaba en un mundo mejor. Creía con sinceridad que se lograría mediante el
empeño del hombre, y estaba dispuesto a hacer su parte. Sin embargo, también
albergaba algunas dudas.
Aquel año, Josefina López, una Testigo muy
agradable, le dejó el libro “La Verdad Os Hará Libres” a la esposa de
Víctor, Dilia. El título despertó la curiosidad de Víctor, así que empezó a
leerlo. Aprendió por qué los seres humanos no pueden conseguir un mundo
realmente libre. Al cabo de poco tiempo, tanto él como su esposa comenzaron a
asistir a las reuniones de los Testigos. Más tarde dijo: “Aunque
no conocía a los concurrentes, sus rostros eran tan amigables que me
convencí de que eran distintos. También recuerdo que me impresionó ver al
hermano Knorr, el presidente de la Sociedad, en una asamblea celebrada en el
Club Las Fuentes, de Caracas. Era muy diferente de los guías religiosos, los
héroes y los artistas famosos, que desean que se les vea. Su humildad y
personalidad sencilla me impresionaron”. Al poco tiempo Víctor también estaba
llevando a otros la verdad que puede libertar a la gente, sí, libertarla
incluso del pecado y la muerte. Hace unos cuantos años, el hermano Mejías dijo
al recordar las décadas que ha pasado llevando la verdad bíblica a otros: “Estos
años han sido los más felices de toda mi vida”.
En 1950, el año en que Víctor Mejías se
bautizó, un joven de Caracas llamado Teodoro Griesinger le pidió a Ronald
Pierce, que acababa de empezar su servicio misional, que le explicara el
significado del número 666 de Revelación. El padre de Teodoro le había
legado una enorme Biblia en alemán que leía de vez en cuando. Teodoro explica:
“No me interesaba tanto el pasado como el futuro, las cosas que todavía tenían
que suceder mencionadas en Revelación”. Satisfecho con la explicación que le
dio el hermano Pierce, aceptó su propuesta de estudiar el libro “Sea Dios
veraz”. El libro estaba en español, la Biblia de Teodoro, en alemán, y
tanto el maestro como el estudiante hablaban en inglés. Teodoro progresó rápidamente,
y en 1951 se hizo precursor; al año siguiente aceptó una asignación de
precursor especial en Puerto La Cruz, en 1954 se graduó de la Escuela de
Galaad y después sirvió de superintendente de circuito en Venezuela.
Más o menos al mismo tiempo que Ronald Pierce
empezó a estudiar con Teodoro Griesinger, un hombre corpulento llamado Nemecio
Lozano se ocultaba de la policía en una aldea indígena de las afueras de El
Tigre. Era un matón hábil con la navaja. El jefe de los indígenas le temía y
hacía lo que él le dijera, de modo que, para los efectos, el jefe era Lozano.
Dijeron a los Testigos que tuvieran cuidado con él, pero le predicaron de todos
modos. Él los interrumpió y dijo bruscamente: “¡Miren! No quiero que me
expliquen nada. Quiero leerlo por mí mismo”. Como a los hermanos se les habían
acabado las publicaciones, el hombre insistió en quedarse con el ejemplar
personal de un hermano del libro “La Verdad Os Hará Libres”, pero solo
después de asegurarse de que no faltaba ninguna página. ¿Beneficiaría el
libro a alguien como él?
En menos de una semana lo había leído
completo, había conseguido folletos para distribuir a otros y había comenzado a
predicar por su cuenta. Cuando los Testigos volvieron, le preguntaron llenos de
curiosidad qué decía a la gente. Respondió: “Puede quedarse con este folleto
por la mísera cantidad de un medio” (una moneda local). Los hermanos le
explicaron con tacto cómo expresarse mejor.
Para asistir a las reuniones en El Tigre, a
30 kilómetros, viajaba a caballo o en bicicleta, y a veces iba andando.
Poco a poco fue sustituyendo su forma de ser anterior por cualidades
cristianas. En breve estaba dedicando tanto tiempo a la predicación que el
superintendente de circuito lo animó a hacerse precursor. En 1955 lo
enviaron de precursor especial, y todavía realiza esa labor con su esposa,
Omaira.
Se mantiene la pureza
espiritual
Al principio, la luz de la Palabra de Dios
no brilló con total claridad en todo lugar. Algunos de los que se reunían
con el grupo de estudio de El Tigre conservaban ideas que habían traído del
mundo. Rafael Hernández y su esposa, que conocieron la verdad en 1947,
recuerdan que había un hermano en el grupo de El Tigre que interpretaba sus
propios sueños. Algunos pensaban que, con tal de que la pareja se guardara fidelidad,
no había necesidad de registrar oficialmente el matrimonio. Con el tiempo,
tales ideas cambiaron gracias a la sólida instrucción bíblica.
Sin embargo, a finales de los años cuarenta,
uno de los diez que se habían bautizado en 1946, durante la primera visita
del hermano Knorr a Venezuela, comenzó a promover sus propias enseñanzas con el
fin de que lo siguieran a él. Leopoldo Farreras, que sirve de anciano en Ciudad
Guayana, recuerda lo que ocurrió. Él había sido un monaguillo principal en la
Iglesia Católica, pero a la edad de 20 años se salió debido a la
inmoralidad descarada de los clérigos. Ahora se encontraba con otra persona que
estaba utilizando mal su autoridad. Pese a su falta de experiencia y su
juventud, Leopoldo siguió firme durante aquellos momentos difíciles de El Tigre
y se mostró leal a Jehová y a su organización.
Unos años después, la esposa de Leonard
Cumberbatch, que sirve de anciano en El Tigre, empezó a estudiar con los
testigos de Jehová. Leonard admite: “Mi reacción fue terrible. Nuestra relación
siempre había sido pacífica y amorosa, pero en cuanto empezó a estudiar la
Biblia, comencé a tratarla con sarcasmo. En una ocasión me regañó por conducir
exageradamente deprisa. Le dije que no se preocupara, que su Dios Jehová
la salvaría; después de todo, iba a vivir para siempre. De modo que
no reduje la velocidad.
”Le dije que los Testigos se estaban
aprovechando de ella, que yo sabía más de la Biblia que ellos y que quería
hablar con ellos. Aceptaron mi desafío, y resultó que mantuvimos una
conversación muy agradable. No pude probar que enseñaban falsedades, así
que concordé en estudiar la Biblia con ellos. A los cinco meses me bauticé.
Como tenía automóvil, me nombraron conductor del estudio del grupo de Anaco.
Atender ese grupo suponía viajar un total de 160 kilómetros de ida y
vuelta. Después me pidieron que atendiera otro grupo que estaba a
30 kilómetros. Ahora hay congregaciones en estas poblaciones.”
El Tigre, al este de Venezuela, es un
importante centro comercial. También ha llegado a ser un importante centro de
la adoración verdadera. A principios de 1995 había allí siete
congregaciones de los testigos de Jehová con más de setecientos treinta
publicadores de las buenas nuevas.
Una joyera deja de
hacer imágenes
Al sudeste de El Tigre se encuentra Ciudad
Bolívar, en la ribera meridional del río Orinoco. Es un lugar lleno de
actividad, y con mucho tráfico fluvial. En 1947, un Testigo de Jehová
visitó en esta ciudad a una mujer llamada María Charles. Ella cuenta lo que
ocurrió: “Me dedico a la joyería; un buen día estaba sentada trabajando en mi
taller cuando entró Alejandro Mitchell con una bolsa de tela al hombro. Le
pregunté qué llevaba, y respondió que un tesoro especial. ‘Si es oro, se lo
compro, pues a eso me dedico’, le dije. Contestó que lo que llevaba era mejor
que el oro. ‘Que yo sepa, lo único que puede ser mejor que el oro es la
Biblia’, repliqué. Alejandro me dio la razón y sacó una Biblia junto con otras
publicaciones.
”Me encantaba leer, pero nunca había logrado
entender la Biblia, de modo que le dije: ‘Se lo compro todo’, y me quedé con
once revistas, los libros “El Reino Se Ha Acercado” y Salvación y
una Biblia nueva. Tanto me fascinó lo que estaba leyendo, que decidí
no trabajar en el taller por una semana para dedicarme a la lectura.
Cuando leí el libro “El Reino Se Ha Acercado”, me impresionó el ejemplo
de Juan el Bautista y me dije: ‘Me gustaría ser una predicadora tan intrépida
como él’.”
María preguntó a todo el mundo dónde se
reunían los Testigos, pero le dijeron que no había ninguno en Ciudad
Bolívar. El más cercano estaba en El Tigre, a unos 120 kilómetros. Sin
arredrarse, allá se fue; encontró el lugar, asistió a una reunión y le dejó una
nota a Alejandro Mitchell para que la visitara en Ciudad Bolívar.
Entretanto, descubrió que un sastre que vivía
cerca también tenía el libro “El Reino Se Ha Acercado” y sabía dónde se
reunía un grupo para leer La Atalaya. De modo que María fue
allí y conoció a Leopoldo Farreras, a su madre, a su hermana y a unos cuantos
más. La reunión le gustó mucho; estaba tan entusiasmada con la información, que
levantó la mano en todas las preguntas.
Cuando acabó el estudio, Leopoldo Farreras le
preguntó: “¿De dónde viene?”. María respondió: “De mi joyería; pero no voy
a hacer más imágenes”. Sonriendo por su franqueza, Farreras le preguntó: “¿Por
qué no?”. “Por lo que dice Salmo 115:4-8”, repuso María.
El grupo todavía no se había organizado
para predicar públicamente. De hecho, fue la componente más nueva, María
Charles, quien sugirió que debían obedecer el mandato bíblico de predicar. Así
que se abastecieron de tarjetas de testimonio y publicaciones y comenzaron a
llevar las buenas nuevas de modo organizado a los habitantes de Ciudad Bolívar.
Los primeros años fueron muy difíciles porque la gente tenía miedo del clero.
Pero la labor celosa del grupo dio fruto. En 1995 había en Ciudad Bolívar
nueve congregaciones y un total de 869 publicadores.
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