En el capítulo 17 de Revelación se simboliza a Babilonia
la Grande con una prostituta y una ciudad que tiene sus hijas, las
organizaciones que surgen de ella, la organización madre, y que, al depender de
ella, sufrirán la misma destrucción.
Reconocemos que Babilonia la Grande es toda la religión
falsa. Es “la madre de las rameras” porque todas las religiones falsas del mundo
individualmente, entre ellas las muchas sectas de la cristiandad, son como sus
hijas, y la imitan al cometer ramería espiritual. Ella es también la madre de
las “cosas repugnantes” porque ha dado existencia a prole tan repugnante como
la idolatría, el espiritismo, la adivinación, la astrología, la quiromancia, el
sacrificio humano, la prostitución en los templos, la borrachera en honor a
dioses falsos, y otras prácticas obscenas.
La ramería espiritual
es peor aún
Sin embargo, desde el punto de vista de Dios
hay una forma de prostitución que es peor... la ramería espiritual, afirmar que
se adora al Dios verdadero cuando en realidad se da adoración y afecto a otros
dioses. La Jerusalén antigua fue más allá en su ramería. Dio regalos a las
naciones que fornicaron espiritualmente con ella, y contaminó así la adoración
verdadera. (Ezequiel 16:34.)
Hasta en este siglo XX la ramería
espiritual es común en el sistema religioso mundano. La cristiandad es la parte
más prominente de ese sistema... un sistema llamado por la Biblia “Babilonia la
Grande, la madre de las rameras y de las cosas repugnantes de la tierra”.
(Revelación 17:5.)
Babilonia la Grande está vestida con “púrpura y
escarlata”, los colores de la realeza, y “adornada con oro y piedra preciosa y
perlas”. ¡Cuán apropiado! Piense en todos los magníficos edificios, las
estatuas y pinturas valiosas, los iconos inestimables y otros objetos
religiosos, así como una increíble cantidad de propiedades y dinero en
efectivo, que las religiones de este mundo han acumulado. Sea en el Vaticano,
en el imperio del evangelismo televisado con su sede en los Estados Unidos, o
en los exóticos lugares sagrados y templos del Oriente, Babilonia la Grande ha
acumulado —y a veces perdido— riquezas fabulosas.
Como
indicación del origen no cristiano de muchas doctrinas, ceremonias y prácticas
de la cristiandad apóstata, el cardenal católico romano John Henry Newman, del
siglo XIX, escribió lo siguiente en su Essay on the Development of Christian
Doctrine (Ensayo sobre el desarrollo de la doctrina cristiana): “El uso de
templos, y estos dedicados a santos particulares, y adornados a veces con ramas
de árboles; el incienso, las lámparas y las velas; los exvotos por recuperarse
de alguna enfermedad; el agua bendita; los asilos; los días y temporadas
festivos; el uso de calendarios; procesiones, bendiciones sobre los campos; la
vestimenta sacerdotal, la tonsura, el anillo de matrimonio, el volverse hacia
el Oriente, las imágenes en fecha posterior, quizás el salmodiar eclesiástico y
el kirieleisón [el canto “Señor, ten piedad”], todos son de origen pagano, y
santificados por su adopción en la Iglesia”.
En
vez de santificar tal idolatría, “Jehová el Todopoderoso” da esta amonestación
a los cristianos: “Sálganse de entre ellos, y sepárense [...] y dejen de tocar
la cosa inmunda”. (2 Corintios 6:14-18.)
Babilonia
la Grande también comete fornicación. Ha sobresalido en hacer cuanto le ha
parecido conveniente para obtener influencia y poder sobre los reyes que
gobiernan en la Tierra. (1 Timoteo 4:1.)
Hoy
día es común ver a clérigos hacer campaña para obtener algún puesto encumbrado
en el gobierno, y en algunos países participan en el gobierno, sí, hasta ocupan
puestos en gabinetes gubernamentales. En 1988 dos conocidos clérigos
protestantes se postularon para la presidencia de los Estados Unidos. Los
líderes de Babilonia la Grande aman la popularidad; muchas veces aparecen en
fotografías de la prensa pública en asociación con políticos prominentes. En
contraste, Jesús evitó mezclarse en la política, y dijo de sus discípulos:
“Ellos no son parte del mundo, así como yo no soy parte del mundo”. (Juan 6:15;
17:16; Mateo 4:8-10; véase también Santiago 4:4.)
El
20 de julio de 1933 el Vaticano desplegó su interés en el poder en ascenso del
nazismo cuando el cardenal Pacelli (quien después llegó a ser el papa Pío XII)
firmó en Roma un concordato entre el Vaticano y la Alemania nazi. Von Papen
firmó el documento como representante de Hitler, y Pacelli confirió allí a Von
Papen la elevada condecoración papal de la Gran Cruz de la Orden de Pío. En su
libro Satan in Top Hat (Satanás en sombrero de copa), Tibor Koeves
escribe sobre esto: “El concordato fue una gran victoria para Hitler. Le dio el
primer apoyo moral que había recibido del mundo, y de la fuente más ensalzada”.
El concordato requería que el Vaticano dejara de apoyar al Partido Central
Católico alemán, y así aprobaba el “estado totalitario” de un solo partido de
Hitler. Además, su artículo 14 declaró: “El nombramiento de arzobispos, obispos
y otros por el estilo se emitirá solo después que el gobernador, instalado por
el Reich, se haya asegurado debidamente de que no existen dudas respecto a
puntos políticos generales”. Para fines de 1933 (proclamado “Año Santo” por el
papa Pío XI), el apoyo del Vaticano se había convertido en un factor importante
en el empuje de Hitler hacia la dominación mundial.
Cómodo
en el Vaticano, el papa Pío XII dejó que la tremenda matanza de judíos y las
crueles persecuciones lanzadas contra los testigos de Jehová y otros siguieran
adelante sin crítica de su parte. Es irónico que el papa Juan Pablo II, al
visitar a Alemania en mayo de 1987, glorificara la postura antinazi de un
sacerdote sincero. ¿Qué hacían los otros miles de miembros del clero alemán
durante el reinado de terror de Hitler? Una carta pastoral emitida por los
obispos católicos alemanes en septiembre de 1939, al principio de la II Guerra
Mundial, nos ilumina sobre este punto. Dice, en parte: “En esta hora decisiva
exhortamos a nuestros soldados católicos a cumplir su deber en obediencia al
Caudillo y estar dispuestos a sacrificar su entera individualidad. Hacemos un
llamado a los Fieles para que se unan en fervientes oraciones para que la
Divina Providencia conduzca esta guerra al éxito bendito”.
Japón
bajo el sintoísmo suministraba un ejemplo notable de esto. El mayor honor para
el soldado japonés adoctrinado era dar la vida por el emperador... el dios
supremo del sintoísmo.
Babilonia
la Grande, la de hoy día, sigue con vida. Como imperio mundial de la religión falsa,
sigue propagando las enseñanzas y el espíritu orgulloso de la Babilonia
original. Es el instrumento principal de Satanás para cegar a los pueblos de la
Tierra respecto a los propósitos del Reino de Jehová. (2 Corintios
4:3, 4.)
En
vez de aclamar el Reino celestial entrante de Cristo, el clero promueve la
Sociedad de Naciones hecha por los hombres, a la cual describió como “la
expresión política del Reino de Dios en la Tierra”.
La
religión de los siglos XX y XXI está muy dispuesta a buscar el favor del
mundo, y eso es especialmente cierto de la cristiandad. Su clero no solo no
proclama las buenas nuevas del Reino entrante de Jehová, sino que también
diluye las enseñanzas morales de la Biblia y aprueba tácitamente la
permisividad mundana entre los miembros de sus iglesias. Ni siquiera los
clérigos mismos son tan inocentes en cuanto a fornicación carnal, algo que tan
rotundamente condenó el apóstol Pablo cuando dijo: “No se extravíen. Ni
fornicadores, ni idólatras, ni adúlteros, ni hombres que se tienen para
propósitos contranaturales, ni hombres que se acuestan con hombres [...]
heredarán el reino de Dios. Y, sin embargo, eso era lo que algunos de ustedes
eran. Pero ustedes han sido lavados”. (1 Corintios 6:9-11.)
‘Se revuelcan en el
fango’
¿“Han
sido lavados” los clérigos de nuestro tiempo? Pues, note, por ejemplo, la
situación que existe en Gran Bretaña, que en un tiempo era un baluarte del
protestantismo. En noviembre de 1987, mientras la primera ministra de Gran
Bretaña pedía al clero que suministrara dirección moral, el rector de una
iglesia anglicana decía: “Los homosexuales tienen tanto derecho a su expresión
sexual como toda otra persona; debemos buscar lo bueno en ello y estimular a la
fidelidad [entre homosexuales]”. Un periódico londinense informó: “Las
prácticas homosexuales se hicieron tan comunes en una universidad teológica
anglicana que fue necesario que el personal de otra universidad prohibiera a
sus estudiantes visitarla”. Un estudio calculó que “puede que más de la mitad de
la cantidad total de clérigos de cierto distrito de Londres tienda hacia la
homosexualidad”. Y en un sínodo eclesiástico el 95% de los clérigos de la
Iglesia Anglicana apoyó una moción que decía que la fornicación y el adulterio
eran pecados, pero que no lo eran los actos genitales de homosexualidad;
se dijo que los actos homosexuales eran simplemente no alcanzar lo ideal. En un
comentario sobre esto, cierto escritor de noticias sugirió que bien pudiera
cambiarse el nombre de la Iglesia Anglicana a Sodoma y Gomorra. Otro periódico
londinense declaró: “Los británicos han quedado horrorizados al contemplar los
resultados de una generación de permisividad”.
¡Qué bien describen la situación del clero
apóstata a través de los años las palabras del apóstol Pedro: “Les ha sucedido
el dicho del proverbio verdadero: ‘El perro ha vuelto a su propio vómito, y la
cerda bañada a revolcarse en el fango’”! (2 Pedro 2:22.)
Por
toda la cristiandad, y en realidad por todo el mundo, hay un desplome aterrador
de los valores morales. Hoy día en algunas sociedades se considera innecesario
el matrimonio, y los que están casados creen que la fidelidad marital está
fuera de moda. Menos personas legalizan su unión marital, y entre los que lo
hacen la proporción de divorcios aumenta vertiginosamente. En los Estados
Unidos los divorcios han aumentado a más del triple durante los pasados
25 años, a más de un millón por año. En Gran Bretaña, durante el período
de 20 años desde 1965, los divorcios se cuadruplicaron, de 41.000
a 175.000. Las personas solteras prefieren cohabitar con personas solteras
de cualquier sexo, y muchas cambian de acompañante constantemente. Se lamentan
por las terribles enfermedades transmitidas por contacto sexual —en especial el
SIDA— que se difunden rápidamente como resultado de su estilo de vida inmoral,
pero persisten en sus degradantes prácticas sexuales. El clero de la
cristiandad no ha disciplinado a los miembros de sus iglesias que cometen tales
actos. Hasta el grado que han hecho la vista gorda a la inmoralidad, tienen que
compartir responsabilidad por esta cosecha lamentable. (Jeremías 5:29-31.)
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