martes, 24 de marzo de 2015

Los Diablos Danzantes de Yare


No era más que media mañana, pero ya hacía mucho calor. Al contemplar a un grupo de hombres ataviados con el disfraz tradicional, nos preguntamos cómo podían resistir aquel calor tan abrasador. Nos encontrábamos en el pueblo agrícola de San Francisco de Yare (Venezuela), y los hombres disfrazados eran los famosos Diablos Danzantes de Yare.
La población de Venezuela es mayormente católica y dice creer en la Biblia. No obstante, las danzas rituales en las que los bailarines se disfrazan de demonios se han destacado por generaciones en la cultura del país. La Iglesia Católica no solo tolera dichas danzas, sino que las promueve, como en el caso de los Diablos Danzantes de Yare.
Cuando llegamos a Yare, nos sorprendió ver que la sede local de la Cofradía del Santísimo Sacramento, una organización católica, también era la sede de los Diablos Danzantes. El edificio se conoce como la Casa de los Diablos. Era miércoles, la víspera del día de Corpus Christi, festividad católica, y había varios fotógrafos profesionales apostados fuera del edificio. De pronto, se oyó un fuerte redoble de tambores, y varios hombres disfrazados de demonios comenzaron a danzar.
Los disfraces de los Diablos Danzantes
Cada bailador iba vestido con camisa roja, pantalones rojos, medias rojas y sandalias. Cada uno llevaba también un rosario, una cruz y un medallón católico alrededor del cuello, y otra cruz adherida al traje. En una mano sostenían una maraca de aspecto siniestro, y en la otra, un látigo corto. Pero lo que más llamaba la atención eran las enormes y grotescas máscaras multicolores, con cachos (cuernos), ojos prominentes y, muchas de ellas, con dientes. Las máscaras iban unidas a una larga capucha de tela roja.
Nos enteramos de que hay varios tipos de bailadores. El primer capataz, llamado también el diablo mayor, lleva una máscara con cuatro cachos, y generalmente es nombrado por antigüedad. La máscara del segundo capataz posee tres cachos, y la de los bailadores rasos, solo dos. Algunos de los bailadores son promeseros, es decir, personas que creen que Dios les ha concedido alguna petición especial y cumplen la promesa que le hicieron de bailar una vez al año durante cierto número de años, o quizás por el resto de su vida.
Se dirigen a la iglesia
Al mediodía, los bailadores parten del edificio de su sede y se dirigen a la iglesia para solicitar permiso al sacerdote para el resto de la procesión. Los Diablos Danzantes se encuentran con el sacerdote frente a la iglesia, donde se arrodillan y reciben su bendición. A continuación van danzando por las calles del pueblo, y a veces el recorrido lo hacen incluso casa por casa. En muchos hogares los reciben con golosinas, bebidas y otros alimentos. Esta procesión continúa sin parar durante toda la tarde.
A la mañana siguiente, cuando empieza la misa en la iglesia, los bailadores vuelven a reunirse delante de la Casa de los Diablos. Comienzan a sacudir al unísono sus maracas y se dirigen al cementerio danzando al rítmico son de los tambores. En el cementerio se ha colocado un altar ante el cual realizan una venia en honor de sus amigos fallecidos, ceremonia durante la cual los tambores repican lentamente. A continuación, salen del cementerio caminando hacia atrás, pues por temor supersticioso no quieren darle la espalda al altar. De allí se dirigen a la iglesia, y esperan a que termine la misa.
La bendición del sacerdote
Al finalizar la misa, el sacerdote sale y bendice a los bailadores, los cuales se encuentran arrodillados con las cabezas inclinadas y las máscaras colgando de las capuchas, simbolizando el triunfo del bien sobre el mal. El sacerdote se sienta al lado del diablo mayor, y ambos toman juramento a los nuevos promeseros, los cuales expresan el porqué de su promesa de bailar y por cuántos años lo harán.
Los tambores empiezan a repicar más deprisa, y los diablos danzantes responden sacudiendo enérgicamente el cuerpo y las maracas al compás del acelerado ritmo. También hay mujeres que bailan, pero no lo hacen disfrazadas de diablos. Ellas llevan falda roja, cota (blusa) blanca y un pañuelo rojo o blanco en la cabeza. Durante parte de la procesión, algunos de los Diablos Danzantes llevan a hombros una imagen de su santo patrón. Los bailadores terminan la procesión desfilando frente a la iglesia, tras rendir homenaje a una destacada cruz que hay en el pueblo.
No es para los testigos de Jehová
Ver todo aquello fue una experiencia interesante para nosotros como turistas. Durante nuestra visita al pueblo de Yare, no pudimos evitar ver los actos públicos que tuvieron lugar con relación a los Diablos Danzantes. No obstante, como cristianos, y al igual que el resto de los más de setenta mil testigos de Jehová que hay en Venezuela, no participamos en la fiesta de los Diablos Danzantes de Yare ni en otras procesiones similares.

¿Por qué no? Porque obedecemos las siguientes palabras del apóstol Pablo: “No quiero yo que vosotros tengáis parte con los demonios. No podéis beber el cáliz del Señor y el cáliz de los demonios. No podéis tener parte en la mesa del Señor y en la mesa de los demonios” (1 Corintios 10:20, 21, Nácar-Colunga).—Colaboración.

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