Conocer Venezuela puede asemejarse a realizar
un viaje alrededor del mundo. ¿Qué encontrará? Quizás a un indígena cazando con
lanza en la selva, a una señora bien vestida comprando en una lujosa boutique,
a varios visitantes bailando al ritmo de un tambor africano en una fiesta
nocturna, a un muchacho envolviéndose en su poncho para protegerse del viento
de la montaña mientras corre a juntar sus ovejas, y a más de setenta y un mil
testigos de Jehová de todas las edades y antecedentes ocupados en hablar a la
gente acerca del Dios verdadero y su Reino.
Los venezolanos descienden en su mayor parte
de indios, españoles y africanos. A partir de la II Guerra Mundial, muchos
emigrantes europeos procedentes de Italia, Portugal y España han venido a
formar un sector importante de la población. Y al observador no puede
menos que impresionarle la cantidad de jóvenes que se ven por todas partes.
Venezuela, situada en la costa septentrional
de América del Sur, es una tierra de grandes contrastes. Por un lado están los
2.800 kilómetros de costa caribeña acariciada por las brisas tropicales, y
por otro, las montañas coronadas de nieve y las selvas exuberantes.
No solo hay llanuras extensas (conocidas como los Llanos), sino también
cataratas de impresionante belleza, como la de Cuquenán, con una caída de
600 metros, y el Salto del Ángel, la cascada más alta del mundo, que se
precipita 979 metros y es alimentada por un río subterráneo que nace en la
rocosa meseta superior. Caracas, la capital, es una moderna metrópolis de unos
cuatro millones de habitantes, que cuenta con modernos centros comerciales y
está unida al interior gracias a una excelente red de carreteras.
No obstante, hay cientos de miles de personas que contemplan la
prosperidad de esta ciudad desde los vecindarios ilegales de los cerros.
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