Unos años antes de la Revolución rusa, Vladimir Lenin,
quien llegó a ser el primer líder de la Unión Soviética, había dicho: “Todos
deben ser plenamente libres no sólo para profesar la religión que mejor
les parezca, sino para propagar su religión o cambiarla por otra. Ningún
funcionario deberá tener derecho ni siquiera a preguntar a nadie por su
religión, ya que se trata de un asunto de conciencia en el que nadie debe
inmiscuirse”.
En algunas partes del país, estos principios
oficiales del Partido Socialdemócrata permitieron que las personas sinceras
dieran a conocer las verdades bíblicas al prójimo. No obstante, en líneas
generales, el nuevo Estado fue ateo desde el principio y adoptó una postura
hostil contra la religión, a la que llamaba “el opio del pueblo”. Una de las
primeras cosas que hicieron los bolcheviques fue emitir un decreto para separar
Iglesia y Estado. El gobierno prohibió que las organizaciones religiosas
enseñaran sus doctrinas y nacionalizó los bienes eclesiásticos.
¿Cómo vería ese nuevo gobierno a los grupos
de Estudiantes de la Biblia que, diseminados por su territorio, habían
prometido lealtad al Reino de Dios? Poco después de la revolución de 1917,
un Estudiante de la Biblia que escribió desde Siberia pintó un panorama
bastante sombrío: “Es probable que conozcan la situación que se vive en Rusia.
Hay un gobierno soviético basado en principios comunistas. Aunque es cierto que
se percibe la conocida tendencia hacia la justicia, todo lo relacionado con
Dios es rechazado”.
Tras la muerte de Lenin, el gobierno intensificó su
ataque contra todas las religiones. En 1926 se formó la Liga de Ateos
Militantes, nombre que definía muy bien sus objetivos. La constante
propaganda atea tenía el propósito de erradicar por completo la fe en Dios de
la mente y el corazón de las personas. El espíritu de ateísmo se propagó
en poco tiempo por el inmenso territorio de la Unión Soviética. Un Estudiante
de la Biblia escribió una carta a la sede mundial desde Rusia en la que decía:
“La juventud está asimilando este espíritu que, sin lugar a dudas, es un gran
obstáculo para aprender la verdad”.
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