“No lo soporto. Tengo que salir”, le susurró
un joven a su esposa mientras, abochornado, se levantaba a tomar el fresco de
la noche.
Este matrimonio se hallaba en una reunión
social, invitado por unos amigos que decidieron presentar un espectáculo con
tres bailarinas. Dado que a los demás presentes no parecía incomodarles,
¿acaso era este joven hipersensible? ¿No se trataba únicamente de artistas que
exteriorizaban sus emociones y gozaban de la libertad del baile? Ante todo, nos
conviene ver el baile desde una óptica cristiana.
El baile como forma
de comunicarse
Los gestos y movimientos son una forma de
comunicación personal. Así, muchos viajeros descubren que ciertos movimientos,
que para ellos son inocentes, tienen una connotación distinta —a veces mala— en
el país que visitan. Un ex misionero que estuvo en las islas Salomón,
Malaysia y Papua Nueva Guinea dijo: “En algunas zonas, ciertos movimientos
corporales constituyen insinuaciones eróticas. Por citar un ejemplo, se
considera impúdico que un hombre pase por encima de las piernas de una mujer
que esté sentada en el suelo, o si es un hombre el que está sentado, que pase
una mujer frente a él. En este contexto, ambas acciones llevan una clara carga
sexual”. Tengamos o no conciencia de ello, nuestros movimientos transmiten
un mensaje. No es de extrañar que el baile haya sido una forma de
comunicación en toda época.
El baile expresa la entera gama de emociones:
de la alegría y la euforia festivas a la solemnidad religiosa o tradicional.
(2 Samuel 6:14-17; Salmo 149:1, 3.) “El bailarín se comunica con el
público de dos formas: mediante las emociones que se traslucen en el cuerpo y
el semblante, y por el intrincado lenguaje mímico-gestual.” (The New
Encyclopædia Britannica.) En algunos bailes el lenguaje es bastante claro,
pero en otros lo comprenden solo unos cuantos iniciados. Por ejemplo, en el
ballet clásico, la mano sobre el corazón simboliza el amor, mientras que el
señalamiento del dedo anular de la mano izquierda, el matrimonio. En la ópera
china caminar en círculo es viajar, y dar vueltas con un látigo, ir a caballo;
si una bandera atraviesa el escenario, representa tormenta si es negra, y brisa
si es de color azul claro. Así pues, el cuerpo se comunica mediante los
movimientos y gestos del baile. Pero ¿transmite siempre un buen mensaje?
Bailes decorosos e
indecorosos
El baile puede ser un entretenido ejercicio
físico que expresa de forma limpia y franca el gozo de vivir o el
agradecimiento por la bondad de Jehová. (Éxodo 15:20; Jueces 11:34.) Algunos
bailes de grupo y danzas tradicionales pueden ser placenteros. En la parábola
del hijo pródigo, Jesús aludió a un grupo que bailaba, probablemente una
compañía de danzarines contratada para la fiesta. (Lucas 15:25.) Si bien es
patente que la Biblia no condena el baile por sí mismo, nos insta a
no despertar malos pensamientos y deseos. Visto desde este ángulo, hay
bailes inmodestos y hasta peligrosos para la espiritualidad. (Colosenses 3:5.)
Siempre ha habido bailes de marcado erotismo que incitan al mal. (Compárese con
Mateo 14:3-11.)
Nuestro Adversario, Satanás, sabe que los
movimientos del baile, aunados a los pensamientos impuros, son una poderosa
arma a su disposición. (Compárese con Santiago 1:14, 15.) Conoce bien
cuánta sensualidad encierra un cuerpo en movimiento y cómo desata pensamientos
eróticos. El apóstol Pablo nos previene de que Satanás está totalmente decidido
a seducirnos para que nuestras mentes “sean corrompidas y alejadas de la
sinceridad y castidad que se deben al Cristo”. (2 Corintios 11:3.)
Imagínese qué contento estaría el Diablo si a causa de observar un baile
indecoroso, o participar en él, acabáramos sumiéndonos en un mar de
pensamientos inmorales. Pero le satisfaría mucho más que diéramos rienda suelta
a nuestros deseos y nos enredáramos en conducta impropia. En el pasado ya
utilizó para ese fin el movimiento y el baile. (Compárese con Éxodo 32:6,
17-19.)
Qué determina si es
decoroso o no
Así pues, no es tanto cuestión de que el
baile sea en grupo, en parejas o suelto. Será perjudicial si, con independencia
de lo que sientan los demás, origina en uno pensamientos impuros. Hay quien
alega que muchos bailes modernos ni siquiera exigen contacto físico, pero
¿estriba el asunto en que la pareja se toque? La Encyclopædia Britannica
resume así este punto: “El resultado final es el mismo: el placer físico de
bailar y de convertir a la pareja en objeto del deseo, sea que se la abrace o
se la observe de forma semiconsciente”. ¿Es prudente ‘convertir en objeto del
deseo’ a quien no es cónyuge de uno? No, pues Jesús dijo que “todo el que
sigue mirando a una mujer a fin de tener una pasión por ella ya ha cometido
adulterio con ella en su corazón”. (Mateo 5:28.)
Cada persona ha de decidir si va a bailar o
no. Conviene reflexionar en los siguiente aspectos a fin de tomar una decisión
prudente. ¿Qué finalidad persigue el baile en cuestión? ¿Qué fama tiene? ¿Qué
acentúan los movimientos corporales? ¿Qué pensamientos y emociones desatan en
mí? ¿Qué deseos excitan en mi pareja o en los espectadores? Sin lugar a dudas,
es propio que, como el joven esposo de la introducción, hagamos caso a nuestra
conciencia, sin importar cómo reaccionen los demás.
La Biblia indica que el Creador desea que
disfrutemos de los dones de la belleza, el ritmo y la gracilidad; sí, que
gocemos de ellos, pero teniendo muy presente que cuando bailamos nuestro cuerpo
se expresa. Recordemos siempre las pautas que expuso el apóstol Pablo en
Filipenses 4:8: “Cuantas cosas sean verdaderas, cuantas sean de seria
consideración, cuantas sean justas, cuantas sean castas, cuantas sean amables,
cuantas sean de buena reputación, cualquier virtud que haya y cualquier cosa
que haya digna de alabanza, continúen considerando estas cosas”.
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